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Nacional y la final sufrida ante San Lorenzo en la Sudamericana

  • La desazón se apoderó de la hinchada verdolaga aquella noche. FOTO ARCHIVO-RÓBINSON SÁENZ.
    La desazón se apoderó de la hinchada verdolaga aquella noche. FOTO ARCHIVO-RÓBINSON SÁENZ.
Nacional y la final sufrida ante San Lorenzo en la Sudamericana
27 de noviembre de 2014
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A los 52 minutos del partido, Leandro Romagnoli encaró hacia el arco, ni la marca ácida de Juan Carlos Ramírez ni la presión de Samuel Vanegas pudieron detener al escurridizo jugador de San Lorenzo que entre los jugadores impávidos de Nacional veían pasar a un “chiquito” de 1,73 metros de altura regateando como uno de los más grandes del fútbol. Un “ciclón” destrozaba a Nacional en el Atanasio Girardot la noche del 27 de noviembre de 2002, hace exactamente 12 años.

En la tribuna 46.421 espectadores maldecían la desgracia. San Lorenzo ganaba 3-0 en el partido de ida de la final de la primera Copa Sudamericana del continente y Nacional era un desastre aquella noche. Romagnoli, con el 10 a su espalda fue la figura de ese encuentro acompañado por la veteranía de Alberto Acosta. Ni el inspirado Édigson Prono Velásquez pudo contener el ciclón argentino, ese que 15 días después en el estadio Nuevo Gasómetro se coronaría campeón del torneo.

Fue un 4-0 abrumador que apagaba la ilusión de una hinchada enseñada a convivir con el festejo y las copas.

Han pasado 12 años desde la última vez en que el Atanasio se vistió de gala para una final de fútbol internacional. Nacional había cosechado un sufrido torneo gracias a la imponente figura de Prono Velásquez que en las tres rondas previas había sido el salvador, al tanto que fue proclamado como “Superman”, el hombre invencible bajo los tres palos en las tandas de penales.

Transcurrida más de una década, Atlético Nacional regresa a la final de un certamen internacional, coincidencialmente frente a una conjunto argentino. Esta vez los nombres son otros, pero gran parte de su hinchada conserva aún el recuerdo de lo que fue esa noche del 27 de noviembre. La fiesta se vio empañada por los goles y los desmanes en el máximo templo de los antioqueños: pólvora y objetos fueron lanzados a la cancha en medio de la impotencia.

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