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Faltando un kilómetro para cruzar la meta, con la fatiga a punto de alcanzar el umbral del colapso físico y un ruso tras él amenazando con arrebatarle su sueño, Éider Arévalo recibió la bandera de Colombia de manos de su entrenador y fue como tomar una pócima bendita que mitigó su cansancio y le dio el impulso necesario para cruzar el listón convertido en campeón mundial de los 20 kilómetros marcha.
“Físicamente no tenía restos de energía. Nada. El ruso venía ahí al lado mío respirándome cerca. Yo siempre quise ganar un título mundial o medalla olímpica cruzando la meta con la bandera de mi país colgada en mi pecho. Materializar esa imagen fue el impulso para finalizar la carrera”, recuerda Éider sobre aquel momento mágico.
Fue la culminación de un objetivo, camino al cual tuvo grandes alegrías como el título mundial juvenil en los 10k Barcelona 2012 y las medallas de oro en Copas Mundo en México y Polonia. Pero también afrontó momentos duros como la muerte de su maestro, Fernando Rozo, patriarca de la marcha atlética en Colombia.
La herencia de un hombre
“Si no quieres sufrir no puedes ganar”, esa es la frase que recuerda Luis Fernando López como el lema de batalla de su entrenador Fernando Rozo, quien cambió el destino de la marcha nacional y se encargó de convencer a los marchistas colombianos que podían ser los mejores del mundo.
Bajo su dirección López logró la medalla de bronce en el Mundial de 2011 que, cinco años después, en 2016, se convirtió en oro por la descalificación por dopaje de sus dos contendores. También fue responsable del oro mundial de Arévalo en México.
“Rozo fue maestro y amigo. Cuando murió en 2012 dejó un vacío muy grande. Pero la familia que él formó nos encargamos de mantenerla fuerte. Por ser el mayor de los marchistas me siento responsable de apoyar el proceso de los muchachos”, cuenta López, quien se retiró de la actividad profesional en la misma competencia en que Éider se alzó con el oro. Ese día López lloró, no por su retiro, sino de orgullo por ver a su amigo coronarse como el mejor.
El recibimiento a Éider tras su regreso a Colombia luego de ganar el título mundial estuvo a la altura de la hazaña que había alcanzado en las calles de Londres.
Humilde, pero con una personalidad carismática, aprovechó la ventana mediática que le ofreció su éxito para impulsar dos anhelos que anduvieron con él desde que llegó a Bogotá para convertirse en un atleta profesional: una casa propia y escenarios atléticos dignos para los jóvenes en su natal Pitalito, Huila. El primero se hizo posible, el segundo avanza de buena forma.
La semana pasada el Gobierno Nacional le cumplió su sueño y le entregó las llaves de su hogar. Un apartamento de 55 metros cuadrados en Soacha, con tres habitaciones, sala-comedor, cocina, baño y una bonita vista que da hacia una pequeña montaña.
“Estoy feliz y agradecido. Pero creo que los deportistas no deberían tener que pedir condiciones como una vivienda propia, sino que estas cosas fueran incentivos a los cuales pudieran acceder cuando consigan medallas mundiales y olímpicas”, enfatiza el atleta.
“En Londres gané con una hora y 18 minutos. Pero llevaba más de tres años sin bajar de la hora y 20. Claro que sueño con romper el récord mundial (1:16.36) pero no es fácil - señala Éider -. Igual, en mi mente está aprovechar cada competencia, cada año, para intentarlo. Si no es este será el próximo. Pero es un objetivo que creo posible”, confiesa el atleta opita.
Y es que si algo ha tenido claro es que la juventud con la que empezó a competir en la élite tiene que permitirle acumular todos los logros posibles para él y la bandera que defiende.
Por eso, aunque el régimen de entrenamiento para mantenerse arriba en esta disciplina es casi brutal por la extrema exigencia que se le impone al cuerpo y la mente, él quiere permanecer, al menos, diez años más en la actividad profesional.
“Yo quiero estar presente en los próximos tres Juegos Olímpicos: Tokio, París y Los Ángeles. Eso implica muchas cosas que la gente puede ver como sacrificios, yo no lo veo así; todos los días me levanto agradecido con Dios y la vida por hacer lo que hago”, cuenta el atleta.
Sabe que la medalla mundial que premió el trabajo de más de una década le impone un peso gigante de cara a los Juegos Olímpicos de Tokio.
“Muchas personas nos decían a los marchistas colombianos: ustedes no pueden llegar tan alto, los chinos y los rusos son muy fuertes - recuerda- Pero mire lo que hemos logrado. Eso nadie nos lo regaló. Solo es inferior a los retos quien no tiene el talento y no se prepara. Pero nosotros tenemos ambas cosas. La posibilidad de medalla en Tokio la afronto con ilusión y responsabilidad”, enfatiza.
Mañana Éider correrá junto a otros 6 marchistas nacionales en el Meeting de Dudice, en Eslovaquia.
La competencia hace parte de un calendario especial pensado por la Federación Colombiana de Atletismo, el Comité Olímpico y Coldeportes para fortalecer la selección de marcha y ampliar las posibilidades en escenarios internacionales.
El equipo, entre los que destacan la antioqueña Lorena Arenas, además de Esteban Soto y José Montaña (50 k), conforman un grupo de cualidades únicas, todos han sumado resultados importantes en escenarios complejos.
“La marcha es un deporte en el que, esencialmente, gana el que aprenda a convertir el dolor intenso en motivación. Como decía Muhamad Ali: ‘el dolor es pasajero, pero la gloria, para siempre’. Y yo me he formado para hacer algo grande en el deporte, para dejar huella” .