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La vida de Felipe Mantilla y Paula Andrea Pérez ha transcurrido con varias similitudes. Ingresaron al mundo del tenis a causa del trabajo de sus padres, tuvieron que dejar al lado otros de sus deportes y hoy forman una relación.
Felipe tiene 23 años y ha rotado por varios lugares del país porque su papá es militar. Era goleador del equipo de fútbol de su colegio en Bogotá, pero probó la raqueta y los gustos le cambiaron.
Por su parte, Paula Andrea, barranquillera de 20 años, practicaba ballet. Un día, Eugenio Macías les ofreció a ella y a su hermana María Paulina unas clases gratis de tenis. “Al principio no nos gustó, pero le fuimos cogiendo cariño y nos enamoró la adrenalina”.
Entre raquetazos y torneos, ambos se conocieron. Los relatos coinciden: siempre hubo atracción de las partes.
Fue en los Juegos Suramericanos de Chile, en 2014, cuando se empezó a consumar la relación. Ambos participaron en el dobles mixtos y, aunque perdieron rápidamente, iniciaron los chats constantes y las charlas por Skype.
Aún así no hacían oficial su relación porque Felipe se fue tres meses para Europa. Pero la comunicación seguía. Incluso, desde Egipto, le envió flores, chocolates y cartas a su “traga”. “Es que yo soy muy romántico, de dar detalles cuando me nace”, declara el tenista.
A su regreso a Colombia la fue a buscar a Cali, donde ella se encontraba en un torneo. Con chocolates en mano, llegó y le pidió que fuera su novia.
En el Claro Open de Medellín, Paula acompaña a su novio tras más de un año de relación. No se separa de él porque sabe que es poco el tiempo que están juntos. “Nos vemos una vez al mes, una semana”, cuenta la costeña.
Pipe no pasó de primera ronda -perdió 6-1 y 6-2 con Santiago Giraldo-, pero disfruta de la compañía de su amor, esa a la que se unió gracias al amor que destila la raqueta.