viernes
7 y 9
7 y 9
Cada año, por estos días, recuerdo mi niñez en las canchas de polvo de ladrillo de Medellín. Era un “pelao” con ganas de sobresalir en tenis, siempre acompañado de mis padres, hermana, amigos, otros tenistas y entrenadores.
El tiempo pasó rápido. Hoy estoy de nuevo en París, ciudad que soñaba visitar, pero no solo para conocerla, sino para jugar aquí. Cualquier jugador que se respete ha querido actuar en este lugar.
París tiene una atracción única. Conquista con su belleza, monumentos, cocina, gente, calles y clima. Guarda un fascinante encanto, casi no parece real. Es tan increíble que uno no se cansa de admirarla y disfrutar de cada uno de sus rincones.
La Torre Eiffel, el Arco del Triunfo, la Catedral de Notre Dame, los Campos Elíseos, Saint Dennis, el Louvre, así como todas sus construcciones en las que se ve la mano y la imaginación del hombre y que son, para mí, escenarios inolvidables y de grata recordación. ¡Fascinantes!
Es una metrópoli que llama la atención de turistas y deportistas, como en mi caso que, generalmente, cada vez que proyecto mi temporada pienso en ella y donde siempre acudo a tomarme la misma foto: Trocadero con vista a la Torre Eiffel. O a comerme un crepé de Nutela con fresas. O ir al mismo restaurante -el l’Entrecote-, donde solo se sirve un plato: carne típica de la región. O visitar el Arco del Triunfo. Son cosas que nunca dejo de hacer cuando vengo a París.
Cita de grandes
Son tres o cuatro semanas en las que se paraliza París porque todos están pendientes de un evento al que asisten los mejores. Vemos en cada esquina, cada lugar, gente portando algo que tiene que ver con el torneo -gorras, pelotas, camisetas o hasta fotos de los tenistas- o hablando de él. Cuando vas en los carros oficiales, el público te saluda, todo el mundo siente el fervor. Se vive una fiebre de tenis al máximo pues París tiene tradición. No hay que olvidar que este torneo es uno de los más antiguos del planeta –se disputa desde 1891 y en su era moderna, llamada open, desde 1968-.
Para nosotros, sin embargo, el encanto de la Ciudad Luz va más allá de repasar sitios, vivir la ciudad y tomarnos fotos. Somos profesionales y aquí podemos jugar un torneo que es especial para los latinos: el Abierto de Francia que, anualmente, se celebra en el Stade Roland Garros, un gigantesco complejo tenístico, de los más grandes de Europa y el mundo.
Más allá de la gente y el clima que contagia, a los tenistas nos gusta Garros por el tipo de cancha en la que se disputa: la tierra batida o polvo de ladrillo. Es una superficie que se acomoda a nuestro estilo de juego, pues en Suramérica y, sobre todo en Colombia, todas las canchas son de este material, nos forjamos en ellas.
Cuando jugábamos en nuestros clubes siempre anhelábamos ser grandes y competir en estas canchas. Nos hemos identificado con la arcilla roja y, además, porque es el único torneo del Grand Slam que se juega en ella, razones que hacen de este abierto algo muy especial.
Aquí disfrutamos de compartir diario con las grandes figuras del tenis, pues todos nos vemos constantemente, no solo en las canchas, sino en los lockers, en las salas especiales que la organización tiene reservadas para los jugadores -exclusivas para competidores y sus equipos de trabajo-, en las afueras del Stade o en los hoteles donde nos hospedamos.
Los latinos compartimos más, quizás por la facilidad del idioma, aunque la mayoría habla inglés u otras lenguas. Somos más allegados, nos conocemos y somos idénticos en cultura. Por eso vemos con relativa facilidad a colombianos hablando con españoles u otros latinos, pues la relación entre nosotros se ha fortalecido con los años. Algunas veces tampoco hay mucho tiempo para departir en el club o fuera de él. El tenis exige, además de esfuerzos físicos, concentración.
Llama también la atención el Club Roland Garros, sitio exclusivo para jugadores, entrenadores y aficionados que cada año tiene algo distinto para mostrar, cada vez es más lindo. Mejoran en instalaciones, acondicionan más tribunas, dinamizan las zonas de comida con restaurantes modernos y amplían las zonas de descanso haciéndolas agradables. La atención es como para reyes, cómodo y a gusto.
Volver a jugar aquí, estar en alguna de las canchas -hay cuatro principales y 16 pistas anexas- y sentir que estás compitiendo, brinda una energía especial. Para un tenista estar en un Grand Slam es lo mejor que le puede pasar y, en mi caso, después de tanto tiempo de haber estado alejado de las canchas -debido a una cirugía en el talón del pie izquierdo y que lo dejó fuera de circulación por seis meses-, tocar la raqueta y sentir que estás en buenas condiciones, siempre será bueno.
No sabemos hasta qué ronda podemos llegar, pues la competencia es dura, incluso en la fase de clasificación, en la que empecé a actuar el lunes. Pero hacemos el esfuerzo por mantenernos porque siempre queremos jugar más de un partido aquí. Garros me pone contento y, a la vez, pensando en la forma de recuperar mi mejor nivel. Aquí tengo una prueba importante. Lo estoy jugando con buenas sensaciones, esperando llegar lo más lejos posible, obtener resultados y sentir, de nuevo, la competencia de alto nivel.
*Versión periodística: Oswaldo Bustamante Esobar.