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Rosa Escobar lleva varias noches en vela. No porque la trasnoche su bebé de dos años, pues esta duerme como un angelito. Pero sí, al verla suspirar, la atrapa la preocupación al pensar en su futuro y el del resto de seres queridos.
“Ellos dependen de mí, pero con la inestabilidad que se vive en el deporte antioqueño, uno ya no sabe qué pensar, si seguir en el alto rendimiento, el cual es mi fuente de ingresos, o retirarme para buscar otra forma de sostenerme”, expresa la atleta, quien antes de ser mamá logró medalla de plata, en relevos 4x100, en los Nacionales-2012. Luego, al retornar a las competencias, repitió en esa prueba la misma posición en las justas de Cali-2015, además de un bronce en 400 metros y, el año pasado, oro en un certamen atlético en México.
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“Cada vez que estoy en una carrera pienso en mi hija, en mi familia, en lograr mis metas, pero también en dejar en alto el nombre de Antioquia, lo entrego todo”.
Y se pregunta: “¿si estamos dando resultados, por qué la dirigencia departamental nos incumple?”... “Eso no es justo”, se responde, y más porque, según dice, “ellos saben que dependemos de ese apoyo económico”.
Respaldos que utiliza para ayudar en el mercado, los servicios de la casa, los pasajes para ir a entrenar y estudiar y, además, para comprar lo que requiere su pequeña Celeste, el ser que tiene tatuado en su brazo derecho, y quien nació del amor que siente por Diego Palomeque, el corredor más veloz de Surámerica y quien hace parte del éxodo de deportistas paisas que decidieron asentarse y defender otras regiones del país al ver que en Antioquia no les están dando garantías.
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“Es muy triste ver partir a tu pareja (se fue para el Valle), que se tenga que alejar de su hija, de su tierra, pero es esa misma pasión la que nos impide dar un paso al costado, y más cuando se tienen sueños”.
La carrera deportiva, de ella como de Palomeque, habla de sacrificios que darán frutos más adelante. Pero para ello a veces ha tocado apretarse. Uno de los secretos para que no falte un trago de aguapanela en el hogar está en la disciplina y la organización.
“Es que hay meses que Indeportes no nos paga, como ocurrió en 2016, dinero que se pierde porque nunca lo reembolsan. Entonces lo que queda no se puede malgastar. Hay que guardar algo ya que persiste la angustia de no saber qué va a pasar al mes siguiente”.
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Escobar empezó a cursar primer semestre de Trabajo Social en el Tecnológico de Antioquia. “Indeportes me brindó una ayuda para hacerlo este año, pero no se sabe si la vuelva a tener para el próximo, con tanta incertidumbre”.
Dolores de cabeza que merman cuando llegan los auxilios.
Y aunque los reciben con beneplácito y agradecimiento, anhelan que estos sean justos y continuos, pues en cierta forma así tendrían más tranquilidad de preocuparse por rendir en el deporte y no en solucionar sus necesidades.
“El deporte es nuestra pasión y trabajo”, finaliza Escobar, de 23 años, quien pese a todo, mantiene las ganas intactas porque quiere dejar huella.
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