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Eléider y la azarosa odisea que lo llevó a la gloria

Las personas que contribuyeron a la exitosa carrera del boxeador detallan sus momentos duros y buenos.

  • Eléider tras la mejor pelea de su carrera, en la que derribó tres veces al ruso Kovalev para bajarlo del trono mundial de los pesos semipesados. FOTO AFP
    Eléider tras la mejor pelea de su carrera, en la que derribó tres veces al ruso Kovalev para bajarlo del trono mundial de los pesos semipesados. FOTO AFP
  • Álvarez, derecha con guacharaca, creó la agrupación Infancia Vallenata. La música la lleva en la sangre.
    Álvarez, derecha con guacharaca, creó la agrupación Infancia Vallenata. La música la lleva en la sangre.
  • Con su familia en Turbo, en una de sus visitas, en las que celebraron con faja mundial WBC, llamada Silver.
    Con su familia en Turbo, en una de sus visitas, en las que celebraron con faja mundial WBC, llamada Silver.
  • Eléider en sus primeros años de estudio. Vaya paciencia que tuvieron los profesores con el inquieto alumno.
    Eléider en sus primeros años de estudio. Vaya paciencia que tuvieron los profesores con el inquieto alumno.
  • Boxeadores olímpicos formados por Abelardo Parra, entre ellos, Céiber, Yuberjen, Eléider y Jorge Vivas.
    Boxeadores olímpicos formados por Abelardo Parra, entre ellos, Céiber, Yuberjen, Eléider y Jorge Vivas.
  • El mayor tesoro del campeón, su esposa Jessica e hija Aída. Foto CORTESÍA FAMILIA ÁLVAREZ Y ABELARDO PARRA
    El mayor tesoro del campeón, su esposa Jessica e hija Aída. Foto CORTESÍA FAMILIA ÁLVAREZ Y ABELARDO PARRA
  • A la derecha, en la parte alta, cuando integraba el equipo de Turbo que dirigía Oswaldo Ricard.
    A la derecha, en la parte alta, cuando integraba el equipo de Turbo que dirigía Oswaldo Ricard.
15 de agosto de 2018
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De Eléider Álvarez dicen, quienes han estado cerca de él, que la nobleza para recibir consejos y la inteligencia para ponerlos en práctica fueron las claves para darle un nocaut a la adversidad y convertirse, además de campeón mundial de pugilismo, en fuente de inspiración.

“Perezoso y mentirosito, pero con una ternura que contrastaba con su fuerza descomunal”, cuenta Oswaldo Ricard, el primer entrenador que tuvo el hoy nuevo monarca de la Organización (OMB) y Asociación Internacional de Boxeo (AIB), tras derrotar al ruso Sergey Kovalev, ocho días atrás en Atlantic City, Nueva Jersey.

A los 60 años de edad, este robusto entrenador, de tez morena, y firme como un roble, solo atina a decir que sintió alegría y mucho orgullo. Y tomó como suya la conquista de su travieso alumno y al que, con paciencia, guió para que, además de buen peleador, fuera un hombre de bien.

Que el deportista se convirtiera en el primer campeón mundial de boxeo del peso semipesado para Colombia, fue para este profesor de Turbo un premio. Sus sabias y desinteresadas palabras, motivadas por la insistencia de una madre preocupada, cobraron relevancia en un jovencito con talento pero que parecía sin rumbo fijo.

“Su madre, de nombre Aída, que en paz descanse, me decía: ‘vea, llévese a ese muchacho, pues se la pasa comiendo y durmiendo, y cuando no, es en la calle, póngalo a entrenar, porque quiero que sea alguien de bien y no un vago”, asegura Oswaldo, aún con resaca tras la rumba con cerveza, ron y whisky que se dio, gracias al triunfo de quien considera un hijo más.

Rumbo a la gloria

Ricard, que también combatió en el ring, entregándole más de 50 medallas de oro municipales a Turbo, empezó a manejar a Álvarez cuando este tenía 11 años.

“Siempre se le veía pa’rriba y pa’bajo con un grupo de niños, entre ellos mi hijo Jhonatan, quien también fue boxeador, cargando acordeón, guacharaca y un tamborcito”, recuerda hoy.

Algún día se atrevió a decirles: “oigan pelaos, vengan pa’ca, ustedes no tienen vocación pa’ eso, la música no es pa’ ustedes; les voy a enseñar a boxear, eso sí les da buenos resultados”.

Pero la tarea no fue fácil. Vilma -36 años-, hermana mayor de Álvarez, reseña que el joven, a quien por inquieto sacaron de dos colegios, se hacía el enfermo con tal de no asistir a las prácticas. “Decía que lo de él era la música, se creía cantante, pero tenía más voz quién sabe quién. Un día iba a entrenar boxeo y al otro no. Sacaba excusas, que le dolía la cabeza, una rodilla, que la barriga...”.

El viejo entrenador, habitante del barrio San Martín de Turbo y aún vecino del padre de Eléider -Jorge Álvarez-, relata que desde el primer test físico quedó impresionado con las capacidades de Eléider.

“Tenía el biotipo adecuado: patón, manos grandes y brazos largos; fuerza, velocidad, resistencia, y eso que no le gustaba el ejercicio, se inventaba cualquier cosa para no asistir, pero el temple de su mamá impidió que se perdiera del deporte”.

Es más, expresa Ricard, cuando ella murió, muy joven, pues tenía 39 años, “este jovencito ahí sí empezó a entrenar más de la cuenta, era como si su mamá, desde el cielo, lo siguiera impulsando a hacerlo. Su partida ha sido el golpe más duro para él pero, a la vez, la luz que le abrió los ojos para dedicarse, en alma y cuerpo, al boxeo”.

Deisy, de 29 años, la otra hermana de Eléider, comenta que aunque este le huía a los entrenamientos, sí era el primero en formar recocha en la casa y hacerle bullying.

“Solía decirme que yo era adoptada. Lo hacía para sacarme la piedra pues yo era la menor de la casa y no tenía a nadie más a quien montársela”, narra, al tiempo que agrega que “era tan descarado que hasta me decía que me recogieron en una canasta de un basurero; me peinaba y luego me arrancaba el pelo”.

Sin embargo, Eléider siempre fue un buen hermano. “En la calle me defendía a capa y espada, no me dejaba tocar de nadie. Todavía lo hace, es súper celoso -risas-. Me gusta de él su sencillez, humildad y bondad”, expresa.

Ni retrocedió ni se rindió

Eléider nunca tuvo fama de “pelietas”. Ricard rememora que, a diferencia de la mayoría de los pugilistas profesionales, eludía las revueltas de calle.

Y manifiesta que el primer combate de Eléider, a nivel municipal, concluyó con una derrota. Estaba apenas por los 12 años y, aunque sintió frustración, las palabras de aliento de su profesor no lo dejaron bajar los brazos.

“Se fue tomando confianza, encariñando de a poco con el boxeo, y con el paso de los años, a cuanta población íbamos salía ganador, hasta por nocaut. Se me perdió la cuenta de sus triunfos. Yo le decía: ‘si te lo proponés serás campeón del mundo’. Y el sábado, dos horas antes de la pelea, se lo volví a repetir vía telefónica: llegó la oportunidad que estabas esperando. Ese muchacho siempre me hizo caso y vea esa alegría que nos regaló”, agrega Oswaldo, quien todavía no sabe si el campeón, cuando se pone a dormir, dejó el vicio de chupar dedo y sacar, con la otra mano, lo que contienen almohadas y colchones.

“Le repetía que cuando se casara, si no dejaba esa manía, tendría problemas con la mujer”, añade, mientras ríe, el hombre que empezó a pulir este diamante del ring.

Parra le sacó más brillo

Abelardo Parra es toda una institución del boxeo colombiano: de su férrea disciplina y conocimientos han salido campeones como Darleys Pérez, Yuberjen Martínez, Céiber Ávila, Eléider y muchos más.

La primera vez que vio a Álvarez, la recuerda bien, pues terminó regañándolo y echándolo. Ese día, el 17 de agosto del año 2000, Eléider se presentó al estadio de atletismo de Apartadó, donde el entrenador encargado del Centro de Alto Rendimiento de Urabá -Caru- chequearía a los candidatos que integrarían el grupo para trabajar en su formación integral, como deportistas y personas y proyectarlos.

“Llegó de jean y sus buenas botas Brahama, además con una maletica”, apunta Parra, quien tuvo que interrumpir la clase porque llegó 30 minutos tarde. “Se me acercó, me dijo que venía de Turbo, pero le respondí que si quería hacer parte del programa tenía que ser cumplido, y que por favor se retirara, no lo quería ver más”.

Y aunque Eléider aceptó el regaño no regresó a Turbo. Emprendió la búsqueda de un lugar dónde quedarse. Lo hizo donde unos familiares y, al día siguiente, volvió al estadio, donde lo primero que hizo fue ofrecer disculpas a Parra y al resto de compañeros.

“Ahí comprendí que era un muchacho con deseos. Al año siguiente ya era campeón nacional, luego panamericano... Siempre escuchó indicaciones y compartía aprendizajes con los demás. Es un líder positivo. La valentía para radicarse en un país tan diferente al nuestro, como Canadá, da a entender de su fortaleza”.

En 2009, y tras participar en los Juegos de Pekín-2008, el boxeador dio el salto al pugilismo de paga, porque en la parte económica no encontró el apoyo económico de parte de Indeportes, Coldeportes y el COC para continuar el nuevo ciclo olímpico rumbo a Londres-2012. “Al final le terminaron haciendo un favor, porque se llenó de coraje y, pese a dejar a su familia, salió en busca de sus sueños”, señala Parra, otro de los que se ufana de decir que tuvo entre sus manos al hoy monarca de las 175 libras.

Todo, sin embargo, no ha sido fácil en la vida de Álvarez, incluso hasta su ida del país, en procura de nuevos horizontes en Canadá, y al lado de otro boxeador de nombre Óscar Rivas, fue toda una odisea.

La conquista de Montreal, rumbo elegido para emprender la carrera profesional, la comenzó Eléider cuando varios empresarios canadienses les “endulzaron el oído”.

“Recuerdo que la Selección Colombia, de la que ambos hacían parte, estaba concentrada en Barranquilla. Fue allí donde empezó toda esta aventura que, gracias a Dios, les dio la razón”.

Salieron de concentración, cogieron carretera hacia Venezuela, pasando por Maicao y llegando a Caracas, pensaban, aconsejados por las personas que los llevaban, que allí era más fácil conseguir el visado.

Pero eso solo quedó en una travesía frustrada, porque debieron regresar con las manos vacías, los bolsillos vacíos y hambrientos, porque, según Parra, debieron aguantar “harto filo”. “Los sacrificios de Eléider no fueron en vano pues, al final, aquí mismo (en Colombia) consiguieron la visa”.

Su esposa, otra campeona

Justamente los nueve años que lleva en Montreal, donde se residenció, han sido otra aventura, más descarnada aún, para el púgil oriundo de Puerto Girón, corregimiento de Apartadó.

Tiempo de ausencias en la relación conyugal con Jessica Mosquera Córdoba, exjugadora de microfútbol y auxiliar de enfermería, con quien lleva una relación de 15 años, y paternal, con Aída Eliza, la pequeña hija de ocho.

Una extraña relación marcada, afortunadamente, por el WhatsApp, como advierte ella.

“A través de ese medio, nos hablamos, nos vemos casi todos los días, supliendo así una terrible ausencia”. Y piensa, en voz alta, “¡cuánto añoramos, los tres, estar juntos!”.

“La lejanía es muy dura. El tiempo no se recupera, aunque los lazos de amor se fortalecen”, apunta. “No estuvo ni un día de mi embarazo”.

Eléider, tampoco ha podido estar en fechas especiales, como los cumpleaños de la pequeña o sus grados de preescolar. Pregunta por él cuando está dormida.

“Él es campeón mundial, y yo la campeona de la paciencia. Pero con sus logros uno sabe que todo ha valido la pena”, añora Jessica.

Aída Eliza, de 8 años y que lleva el nombre de su abuela, la mujer que según Eléider lo inspiró para tener motivos en la vida, es la que más cuestiona a su padre: “le digo que cuándo va a volver, que si ya peleó por qué no regresa pues a casa, que cuánto tiene que seguir peleando”.

Jessica, quien contrajo matrimonio con Eléider hace 4 años, la calma diciéndole que pronto el hombre que les da alegrías regresará, tal vez en 15 días, cuando Turbo salga a las calles a darle la bienvenida y quizá Ricard, y muchos más, junten de nuevo copas para brindar al lado del joven que se dejó guiar para convertirse en ejemplo de superación n

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