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El Rafael Nadal que triunfó en Nueva York, en el 2013, tenía menos arrugas en la cara y todavía no era víctima de las múltiples lesiones que lo aquejaron entre 2015 e inicios de 2017.
Cuatro años después, con más cicatrices y menos pelo, demuestra que su espíritu de combatividad se mantiene intacto y que, para derrumbarlo de su nuevo reinado -se sostiene como el número uno del ranquin ATP-, se necesitarán muchas agallas.
Ayer, el sudafricano Kevin Anderson, que sorprendía con su primera final en un Grand Slam, lo retó en la definición del US Open. No obstante, vio cómo la bestia de Manacor (España) lo derrumbó con un marcador de 6-3, 6-3 y 6-4.
Con eso, el español se sigue acercando al registro del suizo Roger Federer (19): conquistó su grande número 16 (también tiene un Australian Open, 10 Roland Garros y dos Wimbledon) y su tercer cita estadounidenses.
Este certamen se suma al Garros obtenido en julio, cerrando así con dos de los cuatro más importantes trofeos en el tenis. Además, es el cuarto año de su carrera en el que se hace a dos citas de este talante, como mínimo, durante una temporada (2008, 2010, 2013 y 2017).
Rafa, que es un ejemplo de superación en el mundo del deporte, sostiene un increíble porcentaje de efectividad en este tipo de definiciones: ganó 16 de 23 posibles, con un porcentaje del 69,5.
“Estoy teniendo un año increíble, de ensueño, y este torneo en Nueva York ha sido parte de él”, finalizó el ibérico, número uno del mundo.