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A escaso día del arranque del Rally Dakar-2016, los inscritos ya harán fuerza por los últimos arreglos del momento. Entre luces, abrazos, regalos, fue la dura despedida de los deportistas hacia la carrera más larga, dura y peligrosa del mundo.
Para colmo de males, el Dakar pasa la largada mañana 3 de enero, unos días atrás en el calendario de principio de año, con tal que las familias pasen año nuevo en el calor de sus hogares y con la promesa que estarán de regreso en 20 días, si es que el promedio de fallecidos en competencia se los permite.
Ya el patrocinio que no se recogió, pasó a las cuentas del debe; el repuesto que no llegó pasó a la lista de bendiciones de las cosas que no pueden salir mal; las horas eternas de entrenamiento llegaron a su fin; y a la prensa y al país que representas no queda más que decir que ahora sí estás listo. ¡Como si uno lo estuviera!, uno nunca está listo para correr un Dakar, pero este hay que enfrentarlo como se está al igual que la guerra.
Si bien hoy no hago parte de la extensa lista de corredores inscritos de este año, estaré pendiente de aquella carrera que me quita la respiración, por la que me preparé tantos años y la que me enseñó el valor por el agua, el autocontrol, la buena y la mala suerte, y me dejó claro que no hay forma segura de correr el Dakar.
“El Dakar no es una carrera ... es la carrera”, palabras del director del Dakar Etienne Lavigne, quien tuve la fortuna de escucharlas en vivo mientras cerraba su charla de buena suerte a quienes estuvimos en el 2015.
Para esta época hasta yo estoy nervioso, si bien recuerdo los mejores momentos de las pruebas pasadas.
El 2013, luego de lograr mi sueño de estar ahí, alcancé un punto en la historia tras terminar toda la prueba y ser el primer colombiano en la meta del Dakar.
No conforme regresé para la competencia de 2014, con mejor equipo, mejor moto y en una condición física excelente para que luego de hacer mis mejores etapas, jamás vistas, el motor decidió no correr más. Sacó la mano cuando menos lo esperaba.
Aunque yo no lo creía, el frío del desierto, las altas temperaturas y las prolongadas montadas; las manos, los ojos, la espalda y el ego a punto de estallar, no fueron lo suficientemente profundos en la memoria como para desear volver.
No es fácil estar sobre una moto 16 horas seguidas y recorrer promedios de entre 500 y 800 kilómetros diarios, de sol a sol, entre arena densa, dunas, piedras, cascajo. Y soportar caídas y deshidrataciones. Es muy duro realmente.
Sin embargo, 2015 sería una nueva oportunidad de cumplir. Una vez a más 500 kilómetros de la meta cualquier día de enero, sin agua, sangre por la nariz, por culpa de calor, me harían gritar de nuevo y preguntarme, tirado a la vera del camino: qué estaba haciendo ahí.
Para este último intento la suerte no estuvo de mi lado. El radiador decidió escupir como una niña chiquita, y luego de tratar de recuperar las horas perdidas de carrera, una fuerte caída me llevarían en primera clase a conocer una faceta nueva del Rally Dakar: la parte médica. Y terminar en un hospital.
Sigo aquí cosechando los sueños de alguna futura participación. Por lo pronto, la de 2016 la seguiré a la distancia.
Para cerrar no me queda más remedio que desear la mayor de las suertes a los colombianos con los que compartí el desierto como si este se fuera a acabar.
A Chilo Sarmiento, a Juan Manuel Linares, a Cristian Cajicá, a quienes tuve la fortuna de llamar a despedirme, y a Nicolás Robledo, solo me resta decirles: duro, pero por la sombrita, ¡suerte y buen rumbo!.
*Motociclista antioqueño que suma tres participaciones en el Rally Dakar