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El ansiado duelo que se esperaba y que no llegó en el pasado Tour de Francia entre el británico Chris Froome (Sky) y el colombiano Nairo Quintana (Movistar) puede tener lugar en la Vuelta a España.
La llegada al Alto de La Camperona, en la octava etapa de la Vuelta, ha dejado entrever que el duelo que todos querían ver por las carreteras francesas el pasado mes de julio es posible que se produzca en la carrera española.
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Chris Froome y Nairo Quintana llegaron a la salida de Mont Sant Michel como los dos hombres llamados a hacerse con el maillot amarillo final en París.
Los antecedentes vividos en la edición de la prueba francesa en 2015 entre ambos ciclistas invitaban a una más que posible repetición este año.
No fue así. Nairo Quintana, que había estado entregado a la preparación sin apenas competir, no dio en ningún momento la sensación de estar en condiciones de poner en aprietos a su rival, como lo había hecho en el pasado.
La Grande Boucle terminó por convertirse en un monólogo de los hombres que dirige David Brailsford. Un dominio aplastante de toda la formación negra y celeste sobre la carretera sin que ninguno de sus adversarios fuese capaz de poner en entredicho ninguna de sus pedaleadas.
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Las dudas que despertó Nairo Quintana fueron muchas, tantas que incluso dejó colarse en el segundo cajón del podio al francés Romain Bardet (AG2R La Mondiale), dando por buena la tercera posición. Lejos, muy lejos, del que era su objetivo inicial: el jersey amarillo.
El ciclista de Boyacá había aterrizado en Francia apuntando a que llegaba en su “mejor forma posible” y terminó achacando su mal rendimiento final a algunos problemas físicos de tipo alérgico.
Su permanente ubicación a rueda de Froome y su guardia pretoriana terminó por convertirse en objeto de chanza y caricaturas en las diferentes redes sociales.
Mes y medio después, uno y otro llegaron a la salida de la Vuelta en Arnoia tratando de ceder la presión al otro pero ambos con la misma ambición, hacerse con un maillot rojo.
Quintana anunció que en la Vuelta quería “quitarse el mal sabor de boca del Tour”, pero a la vez se quitaba presión de encima apuntando que un podio también podría valerle aunque “ganar sería mejor”.
Por su parte, el británico de origen keniano llegaba con los deberes hechos y aprobados con “cum laude” después de firmar su tercer triunfo en los Campos Elíseos de París, pero también con la clara intención de sacarse la espina en una carrera que por diferentes razones se le resiste, a pesar de haber demostrado sobre el asfalto estar en condiciones de poder pelear por el triunfo final.
La Vuelta no pudo empezar con mayor igualdad. En la contrarreloj por equipos las huestes del británico y del colombiano firmaron el mismo tiempo, únicamente las milésimas de segundo decantaron la balanza a favor de los primeros.
A partir de ahí, hasta esta octava etapa, la igualdad ha sido la tónica sin apenas ceder tiempo con el otro. En el Mirador de Ézaro, el británico le sacó unos segundos, en el Alto de La Camperona, ha sido el colombiano el que los ha conseguido sobre su rival.
A la Vuelta todavía le quedan por disputar hasta siete finales en alto, además de las etapas consideradas de alta montaña y una contrarreloj de 37 kilómetros en la antepenúltima jornada. Mucho terreno y muchos kilómetros por delante para dos hombres que ahora están separados por tan solo 27 segundos.
Las espadas siguen en todo lo alto entre dos hombres que tenían una cita pendiente, a la que también están deseando unirse otros aspirantes.