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Donald Trump desempolva el nacionalismo

El nuevo presidente de Estados Unidos se inaugura en el poder con un discurso en el que los norteamericanos vuelven a ser el centro de todo.

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Donald Trump desempolva el nacionalismo
21 de enero de 2017
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En apenas 1.433 palabras, Donald J. Trump deconstruyó la globalización, desempolvó el nacionalismo, se fue contra el establecimiento de Washington y aseguró con ímpetu que desde ayer, fecha que ya decretó como el Día Nacional del Patriotismo, en cada decisión sobre comercio, impuestos, inmigración y asuntos extranjeros “va a ser primero Estados Unidos, primero Estados Unidos”.

El discurso inaugural más corto en la historia reciente de los presidentes de ese país, despertó la euforia de quienes pedían un cambio profundo en la política, pero entre los más tradicionales y en que quienes se aferraron al tono de Barack Obama reinó el desconcierto.

“Nacionalista, divisorio, con la pretensión de mostrarse él mismo como el único que puede solucionar los problemas”, así calificó las palabras del mandatario Sebastián Bitar, internacionalista de la Universidad de Los Andes.

“Por más que mencionó la unión, fue agresivo, pintó una imagen bastante pesimista y redefinió al país en el mundo, insistiendo en que ya no le cuidará fronteras a nadie”, continuó Patricio Navia, politólogo y docente de la Universidad de Nueva York (NYU).

Sobre esas impresiones y su tono, que rechazaron en redes sociales los más fervientes demócratas, Enrique Serrano, analista de la Universidad del Rosario, dice que eran predecibles, por lo sucedido durante la campaña, e incluso “natural”.

“Aunque todos los presidentes han usado el tono nacionalista, incluso Obama de forma más moderada, porque es vital para generar una respuesta emotiva en el norteamericano promedio, es probable que la reacción por el discurso de Trump se justifique porque la política en Occidente se está europeizando”, apunta Serrano.

Según su análisis, esa corriente se globalizó y contagió a este lado del mundo. “Es un pensamiento que se cree justificado, feminista, ecologista, animalista. Proviene de países escandinavos y de Europa central. Para sus seguidores, Trump está equivocado y quienes lo siguen son irracionales”, explica.

Con esas ideas primando y con el hecho de que las sociedades ya no están acostumbradas a las viejas tribunas nacionalistas es que a las mayorías, al menos en medios y redes sociales, sintieron anacronismos en el discurso del presidente, que de acuerdo con Serrano, por su edad (70 años), sigue obsesionado con el concepto de nación al estilo de los años 80, cuando los valores de patria se defendían con todavía más fuerza.

Lo viable y lo imposible

Ahora bien, para Serrano, la mayor parte de lo que dijo ayer Trump durante su posesión no lo podrá ejecutar en cuatro años bajo las presiones de demócratas y de la comunidad internacional.

La idea la comparte Harley Shaiken, autoridad en globalización y profesor en la Universidad de California.

Según dice, mucho de lo que expresó el mandatario no solo está en contra de los valores de los norteamericanos, sino que difícilmente podrá generar cambios profundos, que irrumpan las tradiciones del país, con instituciones fuertes que lo controlarán.

Shaiken pone como ejemplo dos modificaciones. El primero, la reestructuración del programa de salud propuesto por Obama, el Obamacare. “Puede cambiarlo, tiene el Congreso a su favor para hacerlo, el problema es que no tiene un plan para reemplazarlo y 21 millones de personas se quedarán sin atención, lo que generaría un caos incontrolable para un novato en la política como él”, detalla.

Lo otro es la “inglobalización”, como llama el experto a la idea de Trump de volver a mirar a Estados Unidos desde adentro. Para él, de nuevo Trump carece de un plan claro para abastecer al país, dependiente de tratados comerciales, y para evitar que los precios suban a niveles que la opinión pública ni los demócratas tolerarán.

Navia coincide en eso, y de hecho prevé que la “inglobalización” no funcionará ni a mediano ni a largo plazo. De un lado, “porque es difícil ceder a las reglas de la globalización, que ya están implantadas en lo más hondo de la sociedad”. De otro, porque habrá otros países que quieran y puedan llenar el espacio de Estados Unidos, como China, y Trump y los demás empresarios norteamericanos no lo tolerarán. Por último, porque ese país tiene la sociedad de consumo más grande del mundo y nadie estará dispuesto a pagar más por los productos.

No obstante, advierte Serrano, si Trump logra provocar un relanzamiento de la economía encaminado a la recuperación, no solo es muy probable que lo logre pese al ruido político de sus enemigos, sino que significará un éxito con resultados visibles en 2018.

Sin duda, lo anterior fortalecería al presidente, una figura política poderosamente polarizadora, que desde ya está sufriendo bajos índices de aprobación. De acuerdo con una encuesta reciente de Gallup, el 51 % de los estadounidenses desaprobó su transición.

Su contradicción

Aunque Trump fue consistente en su discurso con sus anhelos proteccionistas y de “América para los americanos”, en algo se vislumbró contradicción.

El presidente fue enfático en que “eliminaremos el terrorismo organizado de la faz de la tierra”, lo que de acuerdo con Sergio Moya, experto en Medio Oriente de la Universidad Nacional de Costa Rica, desentona con su idea de que el país quede ensimismado.

“Si quiere salir a destruir al Estado Islámico, lo tiene que hacer dando la pelea en el mundo. Tendrá que aliarse y gastar dinero, mucho dinero, en defensa y en colaboración con otros países”, anota el analista, y apunta que en seguridad, que reclaman sus votantes, a EE. UU. le será imposible cerrarse a sus vecinos y las demás potencias.

De todas formas, si esa nación se retrae, no solo Rusia y China se fortalecerán, sino que habrá gran incertidumbre sobre el futuro del acuerdo nuclear con Irán, el cierre de cientos de misiones diplomáticas de EE. UU. en todo el mundo, fracturas en las agendas de derechos humanos y medio ambiente y desinterés por América Latina.

Sobre esta última región, Stanley Malinowitz, de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, considera que México podría ser el más afectado, ya que en el corto o mediano plazo es factible que se concreten las deportaciones masivas de inmigrantes ilegales, y la llegada masiva de compatriotas a ese país significaría una presión enorme para su sistema laboral.

No obstante, prevé apoyo a Nicolás Maduro en Venezuela y a ”Paz Colombia”, y en cuanto a Cuba, Trump tendría que ceder ante la enorme presión empresarial, que busca llegar a la isla para desarrollar sus negocios. Porque si bien no pertenece al establishment político, sí lo es del económico, donde podrían estar sus mayores presiones.

El discurso inaugural de Donald Trump promete cambios para ese país, sobre todo en lo económico, para aterriza en las dificultades que tendrá el líder para gobernar.

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