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El candidato oficialista Lenín Moreno encabezaba, al cierre de esta edición, las elecciones presidenciales de Ecuador, según los primeros resultados oficiales, aunque aún no había certeza sobre si obtendría los votos suficientes para evitar una segunda vuelta ante el exbanquero Guillermo Lasso.
Moreno, reconocido por su cercanía con Rafael Correa e inevitablemente vinculado por el electorado con los escándalos de corrupción de ese Gobierno, lograba un 38,6 % de la preferencia, mientras el opositor Lasso, un 28,9 %, según cifras del Consejo Nacional Electoral al 72,3 % de actas escrutadas.
Si ninguno de los candidatos logra la mayoría absoluta de los votos válidos, debe obtener, al menos, el 40 % con una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre su rival más cercano, para evitar ir a una segunda vuelta el 2 de abril.
En el escenario de abril, ambos candidatos tienen elementos difíciles que complicarán definir una tendencia. Mientras Lasso es una figura que genera cierta resistencia en el electorado ecuatoriano, por ser un banquero que proviene del sector privado y una persona a quien se le asocia con la crisis del sector bancario en ese país, Moreno carece del carisma de su mentor, Correa, a quien muchos ciudadanos responsabilizan de la crisis económica ecuatoriana y de un contexto de corrupción.
Para Felipe Zarama, coordinador operativo del Observatorio de Política y Estrategia en América Latina de la Universidad del Rosario, si bien la corrupción se hace menos tolerable en un contexto de crisis económica, y algunos votantes pueden sentir que es culpa de Correa, en el país vecino ese no ha sido el principal discurso de campaña, por lo que no necesariamente protagonizará la segunda vuelta.
Más bien, continúa Zarama, habrá que ver las alianzas políticas que resulten y cómo se endosarán los votos, teniendo en cuenta que cada candidato tiene las dificultades antes descritas.
Al respecto, Giovanni Areiza, politólogo y docente de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia, considera que aunque el pronóstico siempre le dio la victoria a la izquierda, los escándalos de Petroecuador, de los paraísos fiscales revelados por los Panamá Papers y, recientemente, de Odebrecht, pusieron el concepto de corrupción dentro de la política e influyeron en el electorado.
Por su parte, añade Areiza, Lasso, que encarna la figura de la ruptura del continuismo, tampoco se la pondrá fácil al oficialismo en la segunda vuelta. De hecho, cree que la alianza a la que el banquero llamó con otros dos aspirantes (la candidata del Partido Social Cristiano, Cynthia Viteri, y el aspirante del Acuerdo Nacional por el Cambio, Paco Moncayo) podría configurar un sector sólido de la derecha.
Aunque para Zarama no es claro un giro hacia la derecha en la región, sino más bien un cambio en el clima político (sobre todo en Brasil, Argentina y Venezuela), con una inmensa heterogeneidad entre los movimientos, habrá que ver qué sucede con las elecciones en Ecuador para hacer un mejor pronóstico.
Marta Ardila, jefe del Observatorio Latinoamericano y del Caribe de la Universidad Externado, va por la misma línea, pero sí identifica un inminente debilitamiento de la izquierda en América Latina. “Aunque Brasil tiene un modelo de desarrollo muy pragmático y la izquierda no ha muerto, sí atraviesa una crisis muy profunda, una pérdida de credibilidad”, asegura la experta, y advierte que si bien Brasil y Argentina, referentes para la izquierda de la región, cambiaron el modelo, mientras exista la desigualdad, la izquierda se va a disputar el poder.