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Y el De Dion Bouton volvió a Medellín

El primer auto que llegó a Colombia fue el francés De Dion Bouton. Hoy, 118 años después, el Museo del Transporte Fundación lo trajo de regreso al país.

  • El fabricante francés de automóviles De Dion-Bouton operó entre 1883 y 1932.
    El fabricante francés de automóviles De Dion-Bouton operó entre 1883 y 1932.
  • Este vehículo representó a Colombia en el Concours d’Elegance Regent Street Motor Show y consiguió el Spectors Special Award entre más de 100 participantes.
    Este vehículo representó a Colombia en el Concours d’Elegance Regent Street Motor Show y consiguió el Spectors Special Award entre más de 100 participantes.
  • El auto fue traído al país gracias al patrocinio de la aerolínea Avianca que fue la encargada de su transporte desde Londres hasta Rionegro.
    El auto fue traído al país gracias al patrocinio de la aerolínea Avianca que fue la encargada de su transporte desde Londres hasta Rionegro.
  • Y el De Dion Bouton volvió a Medellín
06 de febrero de 2017
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El pasado está de regreso

Por: Arturo Vayda*

*Presidente de la Junta Directiva del Museo del Transporte Fundación

En el Museo del Transporte Fundación estamos trabajando día a día en pro de la recuperación del patrimonio histórico relativo a la movilidad. Esta tarea comenzó hace 22 años con el Desfile de Autos Clásicos y Antiguos de la Feria de las Flores de Medellín, el cual hemos organizado siempre en compañía de nuestro gran aliado, el periódico El Colombiano y con el apoyo de muchos patrocinadores que han permitido que hoy esta sea la caravana de autos antiguos más grande de América Latina; además, con sus excedentes económicos, se ha beneficiado a más de 20 entidades sin ánimo de lucro con más de 3.000 millones de pesos. Hoy en día además del desfile, también organizamos: el Concours d’Elegance Colombia que es el concurso de autos de prestigio más importante del país. El Museo Itinerante Retromotor, las Tertulias semanales Retromotor.

En estos últimos años hemos estado concentrados en la búsqueda y recuperación de las piezas más representativas de la historia de la movilidad del país y con orgullo podemos decir que al día de hoy tenemos dos de las piezas más importantes relativas a la historia de la movilidad en Colombia. La primera es el único antiguo vagón del Tranvía Municipal de Medellín sobreviviente, el cual se adquirió en el año 2012, se restauró, y se ha venido utilizando en alianza con entes estatales para realizar campañas de sensibilización concernientes a la movilidad de la ciudad de Medellín. La segunda pieza es, sin lugar a dudas, la más importante del automovilismo nacional, la cual se persiguió por muchos años y finalmente se encontró en Julio de 2016 en Hamburgo, Alemania: se trata de un automóvil de la marca De Dion Bouton del año 1900, de origen francés, y exactamente igual al primer carro que rodó en el país, exactamente en el año de 1899 en la ciudad de Medellín, precisamente en un día del mes de octubre de ese año, cuando estalló nuestra Guerra de los Mil Días.

Y es este automóvil el que nos convocó y nos animó a realizar la Cena de Pioneros, que se llevará a cabo el próximo 9 de febrero en el Museo El Castillo de la ciudad de Medellín, con el fin de obtener los fondos que nos permitan cubrir los altos gastos de nacionalización del vehículo. Será una cena de ensueño en la cual presentaremos por primera vez el carro al público, creando un ambiente rodeado de autos de las primeras tres décadas del siglo XX, y que, rodeados de los bellos jardines y fuentes de El Castillo, nos permitirá hacer un recorrido por una historia llena de recuerdos.

Y el De Dion Bouton volvió a Medellín

Carlos C. Amador: perfil de un civilizador

Por: Juan Luis Mejía Arango*

*Rector de la Universidad Eafit

En la fotografía tomada en el estudio de Benjamín de la Calle, en 1914, aparece de pie, apoyada la mano derecha en una mesa, la mirada perdida en el ángulo izquierdo del estudio. Tenía por entonces 79 años, lucía anillos en ambos dedos meñiques, sacoleva con margarita en el ojal, sombrero de copa, leontina doble adherida del segundo botón del chaleco, bastón de varita de bambú con mango egipcio. Arrogante, casi desafiante en la pose ante el fotógrafo. Era Carlos Coriolano Amador, apodado “el burro de oro”, que se disputaba con Pepe Sierra el título de ser el hombre más rico del país.

Pero eran dos mentalidades diferentes, dos maneras de concebir y vivir las riquezas: mientras don Pepe adquiría fincas y haciendas (con H y sin H), Amador contrataba arquitectos europeos para construir sus fastuosos palacios en la calle Palacé y en la avenida La Playa; Sierra era austero, tacaño y frugal, mientras que Coriolano era un dandi ostentoso y vanidoso. El primero basaba su riqueza en la tierra y en la captura de las rentas estatales y el segundo utilizaba su fortuna minera para impulsar el proyecto civilizatorio. En síntesis, Amador era un afrancesado, un “exquisito” como lo denominarían en Brasil. Sierra encarnaba el mundo agrario sustentado en la propiedad de la tierra y Amador representaba el tránsito a la vida urbana. Tal vez el único rasgo en común era la pasión por los pleitos. Como diría mucho después un famoso político colombiano “tenían al mundo como contraparte”.

El proyecto civilizatorio tenía como ideal el progreso, cuyos símbolos estaban representados en la urbe y su corolario, la urbanidad; en la máquina a vapor, en la industria, el cinematógrafo y el fonógrafo; en los clubes sociales y la práctica de los sports. En la mesa y la culinaria, el cambio de costumbres lo testimonió José María Vergara y Vergara en su divertida crónica Las tres tazas: del chocolate santafereño al té y luego al café y sus rituales.

Don Carlos Coriolano encarnaba el ideal del progreso y fue el gran impulsor de casi todas las iniciativas tendientes a impulsarlo en nuestro medio. Luego de cada uno de sus nueve viajes a Europa se regocijaba descrestando a sus paisanos con los últimos adelantos de la tecnología. Se cuenta que cuando introdujo el fonógrafo, el expresidente Carlos E. Restrepo buscaba debajo de la mesa a los enanitos que debían estar escondidos interpretando aquella música. Regaló también el cinematógrafo para el recién inaugurado Teatro Bolívar. Pero el summum de todos aquellos adelantos lo constituyó la llegada del primer automóvil.

Se trataba de un De Dion Bouton de color rojo que venía adicionado con un joven chauffeur francés y siete bidones de gasolina. La ilusión de Don Carlos Coriolano era partir de la posada de Yarumito y recorrer todo el carretero del norte para hacer su entrada triunfal a Medellín encaramado en semejante artilugio. Pero a pesar de los esfuerzos no fue posible que el coche arrancara. Parece que por fin, el 19 de octubre de 1899, el Dion Bouton partió con estruendo del palacio de la calle Palacé, recorrió algunas cuadras, pero al llegar al frente del Banco Alemán Antioqueño, se negó a seguir andando. El cronista Lisandro Ochoa cuenta que “empujado por unos granujas regresó al Palacio”. Aun así, el pueblo entusiasmado aclamó al impulsor del progreso.

Lo paradójico de la historia es que a las pocas horas de presenciar aquella exhibición del último adelanto de la humanidad, a la ciudad llegaba la noticia de que había un alzamiento militar en Santander. Había estallado la Guerra de los Mil Días. Es la metáfora del sino que acompaña al país a lo largo de su historia: civilización o barbarie. O, para decirlo en términos actuales, desarrollo o conflicto.

En su divertido libro Crónicas e historia bancaria en Antioquia, don Enrique Echavarría escribe: “Hay que abonarle al señor Amador su deseo constante de introducir en esta tierra los adelantos de la civilización. Ojalá el autico aquel se hubiera guardado y luciera hoy como una joya antigua en nuestro museo”. Hoy, gracias al empeño de los promotores del Museo del Transporte Fundación, un modelo similar al autico regresa a Medellín para recordarnos a aquellos seres intrépidos que soñaban con el progreso.

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