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Hablar de enfermedades en el cine no es un asunto nuevo, pues desde sus inicios este tipo de historias han tenido una alta carga dramática que las hace atractivas.
Para el crítico de cine Samuel Castro, la enfermedad es un punto de giro definitivo para cualquier guionista. “Tienes a un personaje que se entera de que está enfermo, a partir de ese momento el drama aparece por sí solo, la enfermedad transforma la película en otra cosa, en una lucha por la supervivencia o revela el proceso de degradación, el deterioro físico del personaje. La enfermedad en sí misma es un recurso narrativo que los guionistas utilizan y ellos verán si es su herramienta principal o alterna”.
Autismo, cáncer, alcoholismo, depresión, son algunas de las enfermedades de las que se tiene registro en el cine.
Sin embargo, es la primera vez que dos actores ganan el Óscar, en la misma ceremonia, por interpretar personajes con enfermedades neurodegenerativas: Julianne Moore en Siempre Alice por darle vida a una paciente con alzhéimer y Eddie Redmayne en La teoría del todo por su interpretación del científico Stephen Hawking afectado por Esclerosis Lateral Amiotrófica, ELA.
En esta última, historias como El orgullo de los Yankees (1942), Derecho a morir (1987), Tres hermanas en búsqueda de una cura (2004) e Indestructible (2007), ya habían visibilizado la enfermedad. Por su parte, Iris (2001), Lejos de ella (2006) y La caja de pandora (2008) son algunas de las historias que ya habían hablado de alzhéimer.
Después de que Moore y Redmayne recibieran los galardones a Mejor Actriz y Mejor Actor, se demuestra una vez más, que la Academia premia la actuación de personas aquejados por una enfermedad.
Para Paula Andrea Chaparro Rojas, crítica de cine, que esto ocurra responde a una necesidad de inclusión. “Es tratar de resaltar que la gente enferma también tiene historia detrás de su vida, que las narraciones de superación son dignas de contar y definitivamente es una herramienta para que determinados actores puedan brillar con más intensidad, para mí válida. Interpretar a una persona con una limitación física o visual es lograr que el actor se prepare más, que conozca más de esos temas y muchas veces se convierten en voceros sociales y casi políticos de la misma enfermedad de la que estuvieron detrás. Creo que es un asunto de inclusión y de herramientas para los actores y las películas de tener más recordación”, explica Paula.
Aquí las opiniones parecen estar divididas. Generar conciencia y educar acerca de ciertas enfermedades podría ser uno de los argumentos por las que crear historias en torno a estos temas valdría la pena y tendrían más sentido. Sin embargo, según los expertos hablar de enfermedades en el cine es tan valioso como contar una buena historia, teniendo en cuenta que hay unas más ‘cinematográficas’ que otras, como el cáncer de seno o la leucemia.
“Si la película tiene un alcance global creo que sí puede generar conciencia. En Un milagro para Lorenzo, la enfermedad era la historia, y más que por ella es importante porque es una historia que vale la pena contar”, explica Samuel. Este filme narra el drama familiar, basado en hechos reales, de la historia de Augusto y Michaela Odone, dos padres que se enteran por su médico que su hijo Lorenzo tiene una enfermedad que le está causando daño cerebral progresivo y que acabará con él en poco tiempo: la adrenoleucodistrofia (ALD).
En el caso de Philadelphia (1993), esta película podría decirse que tiene una carga educativa, “porque la trama es muy inteligente”, agrega Samuel.
En ella, Denzel Washington tenía todos los prejuicios que la gente tiene con el Sida y aprendía de la película, “entonces no solo fue importante en su momento sino que aunque ese no sea el objetivo del cine, esa es una película que puedo poner en un auditorio y preguntarles qué aprendieron, porque ahí está cómo se sufre el Sida, cómo sufre la familia. Es una historia que no pierde vigencia. Todo depende de la construcción narrativa de la película”, explica Samuel.
Para Paula, la reflexión depende de lo cerca que esté la audiencia a la enfermedad. Si es un problema lejano, probablemente, el asunto no despierte mucho interés. “Vivimos en una sociedad donde solo nos interesan nuestras cosas. En determinado momento nos va a importar ayudar a la gente, estudiar el autismo, el retraso mental, pero un interés basado en esa experiencia artística no creo que haya. Tal vez, en la gente altruista sí despierte algún interés, pero si no lo toca no va a ser interesante”.
Así como el alzhéimer, el Sida, el autismo, la demencia senil y otras enfermedades se han visibilizado en el cine ¿qué sigue ahora? “El cine no tiene cómo ser tan inmediato pero seguramente la lucha contra el ébola se contará dentro de 10 años, así como la lucha contra el Sida se cuenta hoy 20 años después”, concluye Samuel .