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ENTRE MADURO Y SANTOS

07 de diciembre de 2014
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María Corina Machado fue imputada por cargos de “conspiración” para asesinar a Maduro. Seguramente será encarcelada y sufrirá los tratos crueles e inhumanos que los chavistas reservan para los dirigentes de la oposición. No otra cosa auguran los casos de Leopoldo López, Daniel Ceballos y Vicencio Scarano, a merced de sus guardianes en la prisión militar de Ramo Verde. No la salvará de prisión que las acusaciones sean descabelladas y que no haya prueba ninguna de tal conspiración. La justicia en Venezuela no es sino un brazo persecutor del sistema totalitario del “socialismo del siglo XXI”.

Porque para que haya democracia no basta con que se celebren elecciones. Para que sean democráticas, las elecciones requieren de varias condiciones: que sean competitivas, con dos o más candidatos y partidos y con propuestas diferentes. Elecciones de partido o candidato único no son democráticas. Como no lo son tampoco aquellas en que se favorece arbitrariamente a uno, dejando a los otros en tal desventaja que no sea posible una competición justa. Eso es lo que ocurre en Venezuela, donde el candidato chavista ocupa todos los espacios de los medios de comunicación y ruedan a chorros los recursos públicos al servicio de sus candidatos. Guardadas las distancias, lo mismo ocurrió en las pasadas elecciones en Colombia. Los medios de comunicación, con pocas excepciones, privilegiaron a Santos y a sus candidatos y se olvidaron de la oposición y sus propuestas, se engolosinaron con la multimillonaria publicidad oficial y fueron múltiples las presiones sobre los alcaldes y gobernadores, a quienes se les aduló con más recursos de la administración central y con abrirles la puerta a su reelección si apoyaban al Presidente. ¿Cómo se explica que aun no haya debate sobre los 1.2 billones que gastó el Gobierno en el año previo a elecciones en publicidad y eventos?

Y cómo no se han investigado las cifras de la campaña de Santos, que se voló y por mucho los topes legales? Quizás acaso porque la autoridad electoral estaba conformada solo por representantes de los partidos gubernamentales. En Venezuela la desconfianza con quienes están a cargo de las elecciones es total porque no son independientes ni autónomos y toman decisiones para favorecer al Gobierno. Guardadas las distancias, ¿no fue acaso lo que pasó en las elecciones pasadas? El Consejo Electoral bloqueó a Marta Lucía Ramírez y perjudicó arbitrariamente al Centro Democrático impidiendo que los electores pudieran identificarlo con Uribe.

Para que haya democracia se requiere de autonomía de las diferentes ramas del poder público y de que haya un sistema de frenos y contrapesos. En Venezuela todo el sistema judicial opera como un mecanismo de protección del chavismo y como un martillo demoledor contra la oposición. Por estos lares, guardadas las distancias, Santos ha hecho esfuerzos denodados por copar la Rama Judicial, aun sin éxito, y por congraciarse con sus miembros. Por eso no ha impulsado una verdadera reforma judicial, la más urgente e indispensable. Y un sector fundamental de la sociedad cree que la Fiscalía fue usada en las elecciones contra Zuluaga y que los jueces toman decisiones draconianas contra los exfuncionarios uribistas y miran para otro lado cuando se trata de amigos del Gobierno o de dirigentes de la izquierda radical.

En Venezuela, los empresarios que no trabajan con el Gobierno o que apoyan a la oposición están condenados a fracasar. Acá, guardadas las distancias, les advierten para que se abstengan de financiar a la oposición y los embajadores llaman a las multinacionales para que no contraten a críticos del Gobierno.

Y si allá se acallan los medios, les quitan frecuencias y licencias y se despiden a columnistas y periodistas, guardadas las distancias acá el Gobierno consigue salir de Ana Mercedes Gómez, de Pacho Santos, de Hassan Nassar. Y alinean a punta de publicidad y de renovación de licencias tanto a los noticieros “independientes” como a los grandes medios.

Sí, Venezuela no es Colombia ni Santos es Maduro. Pero guardadas las distancias, Santos, que posa de liberal, tiene rasgos semejantes.

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