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En un aula oscura hay un tablero verde, de esos para escribir con tiza blanca. Se ven lámparas de petróleo, escritorios de madera y tres grandes ventanales por los que entran tímidos los rayos del sol. En un espacio así estudió Albert Einstein. Tal vez cambió algún detalle, pero verlo reconstruido da una idea del ambiente en que se formó la mente del científico más popular del siglo XX.
Hay hechos históricos concretos, irrebatibles, como el nombre de las universidades en las que estudió. Los investigaron los libretistas de la serie Genius de Nat Geo para narrar en 10 capítulos la vida del padre de la Teoría de la Relatividad.
Son bioseries, nombre que se le ha dado a los programas biográficos inspirados en personalidades como The Crown (sobre la Reina Isabel II), Los Tudor (gobernaron Inglaterra desde 1485 hasta 1603) o American Crime Story (aborda crímenes y juicios mediáticos). Para qué inventar hazañas de seres ficticios, si se tiene la vida y obra de estos de carne y hueso.
También las novelas se contagiaron de la tendencia. Se recuerdan títulos populares en el país como La ronca de oro (sobre la cantante Helenita Vargas); El Joe, la leyenda (del músico barranquillero) y Hasta que te conocí (del mexicano Juan Gabriel).
Para Diego Montoya, jefe del departamento de Comunicación Social de Eafit, es un tema de identificación, “se humaniza a los ídolos. El público los cree distintos, pero al ver por todo lo que tuvieron que pasar se genera un acercamiento”.
Lo mismo piensa César Augusto Betancur, “Pucheros”, libretista de Las hermanitas Calle y La Selección, quien define estas como historias de superación en la que influye el tono del escritor, “yo pude haber hecho de Las hermanitas Calle algo dramático, pero se decidió que fuera más amable”.
Hay hechos históricos que no se pueden ni deben cambiar. Dice Betancur que en La Selección no se podía inventar marcadores, pero sí un diálogo fuera de la cancha porque “la historia tiene que ser atractiva”. Él tiene la costumbre de reunirse con los personajes reales y conversar para nutrir el dramatizado.
Juana Uribe, libretista de Tarde lo conocí, explicó que para narrar la vida de la cantante vallenata Patricia Teherán se realizó una investigación “con los datos que había y con gente que la conoció para construir un universo de ficción”.
La serie que se estrena mañana en FX, la del diseñador Gianni Versace, por ejemplo, está basada en un libro de no ficción de Maureen Orth sobre el crimen del modisto y que ha sido discutido durante 20 años.
Pero no todos están de acuerdo con darle tintes de fantasía a las biografías. La familia del diseñador desautorizó la serie, ante lo que el director Ryan Murphy respondió: “tiene elementos dramáticos, pero basados en un hecho que sucedió”.
Peter Morgan, el escritor de The Crown, le contó a la revista The Atlantic que trabajó con seis investigadores quienes accedieron a “información desconocida para el público” pero que también usó licencias dramáticas. Para Morgan el hecho de que su serie sea parte histórica y parte imaginación gratifica la curiosidad de la audiencia.
Montoya precisa que el público hace ese pacto y no separa lo real de lo imaginario para así relacionarse más con los personajes: “Era común escuchar a una mamá hablando de la niñez tan dura de Juan Gabriel, eso es lo bonito de todo esto”.
Para el libretista Betancur, estos formatos tienen la licencia para moverse entre esas dos aguas, ese es su encanto