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En el momento en el que Miguel Bosé, en la Conferencia de Música Latina de Billboard 2017, a finales de abril, expresó su voz de descontento sobre la situación en Venezuela, suscitó aplausos entre los asistentes. Bosé detuvo su discurso para persistir en su idea: “La desidia de los estados y los gobiernos ante el problema de Venezuela es ya imperdonable”, dijo, para ampliar su posición y manifestar su furia contra “los gobernantes por traicionarnos, y con los ciudadanos por su pasividad”.
Como el artista español son muchos otros quienes abiertamente sientan posiciones políticas. Otros más con su activismo envían mensajes transversales a la dirigencia en sus respectivos países e incluso en el mundo. Tal es el caso de Leonardo DiCaprio y Emma Watson, quienes luchan por el medio ambiente y los derechos de las mujeres, respectivamente. Algunos prefieren no hablar, pero con su arte dicen más que con las palabras. Varios nunca se pronuncian.
Andrés Cepeda piensa que los artistas, como cualquier ciudadano, tienen el derecho tanto de manifestarse como de no hacerlo, “y el deber de manifestarse cuando es algo que realmente le importa”.
¿Tienen los artistas y deportistas, como actores públicos, una función política?
Más allá de la crisis mediática que provocó Nairo Quintana con sus las declaraciones sobre la dirigencia de la Federación Colombiana de Ciclismo y la opinión que, en privado, dio Mariana Pajón y que se filtró generando gran alboroto en el país, Juan Carlos Gómez, investigador y profesor de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de la Sabana piensa que son ellos quienes más conocen lo que pasa en su sector, en este caso el ciclismo.
“La mayoría están muy limitados para hablar del tema por las mismas organizaciones deportivas, pero si ellos no tienen esas limitantes, tienen todo el derecho a opinar”.
Al analizar la reacción que generó lo dicho por Nairo Quintana, el escritor Ricardo Silva Romero cree que en el país todavía hay mucha resistencia.
“Hay una mezcla de ‘usted dedíquese a lo suyo y cuidado con lo que dice’, y de los políticos que quieren ser dueños de su asunto como si su asunto no tuviera que ver con uno”. Él mismo como escritor ha sentido esa reacción cuando habla de política, “aparece alguien quien dice que no debo opinar sino escribir mis historias”.
Jorge Iván Bonilla Vélez, magíster en Comunicación y docente del Departamento de Comunicación Social de la Universidad Eafit, considera que los personajes públicos tienen todo el derecho a pronunciarse sobre asuntos que conocen, “en un país tan clasista y tan excluyente como Colombia, pareciera que esas voces se pudieran pronunciar de todo menos de política porque se piensa que es solo para intelectuales y analistas, ellos tienen todo el derecho, como ciudadanos que son, a pronunciarse”.
Paulo César Villar, representante de los deportistas ante el Comité Olímpico Colombiano añadió a la discusión el hecho de que cuando un deportista o un artista pide un cambio, aparte de la critica constructiva, debería proponer una solución, “o tener una sugerencia en la manera en que las cosas puedan ser mejores. Uno aparte de opinar sobre la gestión de alguien debería proponer”, pero añadió además que la oportunidad que tienen, por ejemplo los deportistas, de expresar sus ideas, garantiza que las personas en general puedan hacerlo.
Ahora bien, debe haber claridad en qué quieren decir, para que entren en debates innecesarios. Paola España, relacionista pública de artistas como Carlos Vives, Maluma, Chocquibtown y Adriana Lucía, sopesó el hecho de que los personajes públicos deben hablar, siempre y cuando tengan claras sus opiniones y las consecuencias de las mismas. “Si un personaje no tiene una posición política clara que pueda defender con argumentos reales, no debe salir a dar declaraciones. Si al contrario, su línea social y política es clara y tiene cómo defender lo que piensa, sencillamente que lo diga. Igual por ser personajes públicos estarán expuestos siempre. Por lo malo o lo bueno. Así opinen o no”.
Miguel Bosé en sus declaraciones precisó que el artista es ante todo ciudadano y es un deber exponer su opinión al ser referentes para el público, “no es ir diciendo cosas por decir, sí cuando tiene que ser muy puntual. El público, admirando a alguien de repente descubre una causa, para eso es importante el artista, pero el ciudadano que está detrás del personaje público, más”.
Andrés Cepeda es más selectivo y considera que tampoco hay que hablar de cada cosa. “A veces los artistas tenemos la tendencia de opinar demasiado y meternos en todo, y creo que eso no es tan bueno. Uno debe hacerlo solo en las situaciones que le tocan, le afectan y lo motivan”.
No todo pasa por las palabras. Los artistas pueden ser políticos en sí mismos sin salir a pronunciarse públicamente. Sin decir ni una letra, y la crítica puede ser fuerte y generar polémica o temas mediáticos.
El joven artista antioqueño Aníbal Vallejo precisó que en el mundo de la pintura, la escultura y el arte conceptual hay cientos de manifestaciones sobre política y que aunque no todos los artistas lo hacen bien, sí hay muchos como Doris Salcedo quienes logran su objetivo de una manera soberbia. “Es la artista que ha asumido el arte político de una manera muy profunda, muy seria. Basta recordar su obra Shibboleth en Londres (la grieta con la que se pronunciaba contra las diferencias y sobre los inmigrantes). No es fácil hablar de política a través del arte, es algo que debe tomarse de manera muy seria, no es tocar los temas de moda, es tener una postura. Otro buen ejemplo es Débora Arango”.
La más reciente obra de Salcedo fue un acto simbólico y colectivo por la paz, Sumando ausencias. Ella lo llamó acción de duelo para un momento crítico, y se construyó entre muchas personas que tejieron 7.000 metros de tela blanca en los que había escritos, con ceniza, 1.900 nombres de víctimas: secuestrados, desaparecidos, falsos positivos, asesinados. Fue después del no al plebiscito por la paz. El motivo era la tristeza de la artista por lo que pasa en este país. La intervención ocurrió en la Plaza Bolívar, de Bogotá. La artista no dijo nada más que la obra. Después no quedó nada más que el recuerdo.
El escritor Pablo Montoya piensa, desde su campo, que en la literatura, los escritores han originado cambios positivos sentando su posición política sobre determinados temas. Cita a Víctor Hugo y su férreo rechazo sobre la pena de muerte, “gracias a él y a otros intelectuales, en muchos países fue abolida”.
Él, como escritor, piensa que es muy valioso pronunciarse, bien sea con los libros, es decir con la obra, o con manifiestos como los que él mismo ha construido para criticar el tema ambiental en Medellín, “es importante hacerlo, muchas veces esto tiene un efecto muy favorable en la opinión pública”.
El director de cine José Luis Rugeles reflexiona sobre el hecho de que todos en su arte se manifiesten de la manera en que consideren apropiada. “Yo soy partidario de que cada cual se exprese como pueda, si hace un cuadro, si abre los micrófonos, como sea, que lo haga, pero hay gente en el arte a la que no le interesa y también es respetable, si no quieren opinar, no es para lapidarlos tampoco”. Para Silva Romero es impensable no opinar, pero no le parece cómodo exigirle a un personaje público que tome una postura política. Callar también es su derecho.
El profesor Gómez explica que se da el caso de quienes participan con sus opiniones en lo público, pero que actúan desde la perspectiva o influjo de intereses políticos que los manipulan. “En comunicación electoral está esta figura de personalidades pilotos, muy queridos por la gente y que son usados como señuelos por estrategas para generar opinión a favor de un candidato político. No es que no tengan derecho, lo tienen, si lo hacen a consciencia, lo que no está bien es que los estrategas manipulen a esos personajes queridos para inclinar balanzas. Que lo hacen lo hacen y ahí entramos a un cuestionamiento ético”.
Es un tema difícil porque estos personajes públicos, no políticos, son seguidos por muchas personas, y se convierten en influenciadores y eso es lo que buscan los estrategas políticos. “Esto responde a la tercera voz de un legitimador. Los políticos buscan esas alianzas para que el artista o deportista, por ejemplo, se convierta en un sponsor, algo así como un patrocinador”, asegura Carlos Andrés Arias, docente de la maestría en Comunicación Política de la Universidad Externado de Colombia.
En los últimos años esta estrategia ha fracasado. Cientos de actores y músicos en Estados Unidos se unieron a Hillary Clinton con el fin de derrotar a Donald Trump y no lo lograron. En otros casos son los mismos artistas o deportistas que dicen no ante las propuestas de los políticos, “la mayoría se niega por un tema comercial porque puede afectar su popularidad o audiencia, pero también porque tienen una ideología política diferente a quien les propone esta alianza”, concluye Arias.
Una inmersión en las profundidades del gobierno han tenido algunos artistas y deportistas, quienes se han lanzado directamente al ruedo político. “Se les dice outsiders y son personajes que no hacen parte de esta tradición y entran a la política para tratar, según ellos, de cambiar y mejorar las cosas. Futbolistas que han querido ser senadores, actores que se lanzan a gobernaciones. Ellos, aunque con muy buena intención, llegan a un campo tan desconocido que su papel se vuelve lánguido, porque no tienen idea del tema y les va muy mal. Hay excepciones, pero en general no les va bien”, dice el profesor Juan Carlos Gómez.
Silva Romero cree que un personaje público no tiene que volverse político para hacer política, “es como una tradición, la sociedad aclama a quien hace bien su trabajo y le pide que se lancen a la presidencia, por ejemplo. Vargas Llosa estuvo a punto de llegar a ser presidente de Perú. La gente necesita a alguien que salve la situación simplemente porque hace bien su trabajo”. Cree Silva que en estos casos y en especial en Colombia no existe el primer artista o deportista en política cuya función haya sido determinante.
No todo son hechos políticos. El activismo y el luchar por una causa social o ambiental también es importante, y algo que hacen los artistas: desde su poder popular defienden hechos con los que creen pueden lograr o cambiar algo, o se suman a labores sociales a través de fundaciones que lideran o apoyan con sus recursos.
René Pérez Joglar, conocido como Residente en la agrupación Calle 13, recibió el Nobel Summit Peace Award en Barcelona en 2015. Este se entrega a aquellas celebridades que son activistas y elevan conciencia en las problemáticas sociales. En su discurso afirmó que su labor es solo un grano de arena para que la paz pueda caminar tranquila por la calle, “esa lucha social en la que se arriesga todo con la idea de que existan más mensajeros, comunicadores y embajadores de la paz”.
Y aunque René es contestatario y combativo en la búsqueda de un mundo mejor y sus opiniones son frenteras, hay otros más mesurados que ponen su nombre y su fama en pro de alguna causa, como Shakira, Juanes, Maná, Lady Gaga, Bono de U2, Marc Anthony y Juan Luis Guerra.
En general los ciudadanos deben participar en política no solo a través del voto, “también en la deliberación pública y en expresar lo que se piensa y ahí se incluyen artistas, deportistas, periodistas, escritores, es en general un deber de los ciudadanos”, concluye Gómez.