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Cory, un policía de la ciudad de Winder, en Georgia (Estados Unidos, recuerda que su clóset estaba lleno de pantalones cortos, eran sus favoritos cuando no llevaba el uniforme. También colgaba ridículos trajes que compraba para entretener a los invitados a sus fiestas. A una de esas estrafalarias pintas la llamó el “demonio de neón”. Cory guardaba algo más en su armario, la ropa de su papá, que había fallecido, lo hacía para sentirlo cerca. Se resistía a la idea de dejarlo ir y de paso llenó uno de sus armarios con prendas que jamás saldrían de ahí.
Hasta que le dio vueltas al asunto e hizo un acto de desapego. La donó y a cambio recibió una colcha hecha con cada una de las camisas de su padre. Reutilizar las prendas de él fue beneficioso para su corazón, también para su espacio personal, ya menos atiborrado de cosas.
Vivir con lo que realmente se necesita son enseñanzas del budismo que se podrían poner en práctica para evitar el consumo excesivo de ropa o su acumulación, sobre todo si no se usa. Un estudio de Simplicity Institute, centro educativo y de investigaciones en Estados Unidos, halló que un 87% de la gente que tiene menos cosas dice ser más feliz que cuando poseía más.
Según el psicólogo Esteban Camargo, las causas que motivan a los compradores son diversas, y las hay desde sorprender a otros o sentirse “bien vestido” hasta las más profundas que se han hallado en compradores compulsivos: intentan compensar alguna deficiencia personal.
Carlos Reyes, escritor de temas de desarrollo personal, cuenta que “el apego es una dictadura autoimpuesta, un gobierno que te obliga a ser feliz solo en función de tus posesiones, relaciones o recuerdos”. Su recomendación es reflexionar sobre los bienes materiales, pensar que son temporales y no se puede poner la felicidad en ellos.
Tomar conciencia
Si necesita una motivación más fuerte para no caer en el fast fashion (moda rápida) que lo lleva a acumular, ayudar al medio ambiente puede ser la precisa. La ropa contamina, en Europa se desechan seis millones de toneladas de productos textiles al año y solo un 25% son reutilizados, según cuenta el diario El País. Además, agrega que para hacer una camiseta se gastan entre 2.000 y 2.900 litros de agua.
Un paso para ir del fast fashion al slow fashion (moda lenta) es organizar la ropa que tiene guardada. Es clave identificar las prendas que hace mucho no usa y hallar una manera de darles una segunda oportunidad: si ya no le quedan, ajústelas; si ya no le gustan, refórmelas para que sean atractivas. Y si decide descartarlas, que no sea en la caneca. Dónelas, regálelas o véndalas.
La industria cambia
Los esfuerzos también se empiezan a hacer del lado de las compañías. Leonisa, por ejemplo, presentó hace poco prendas de baño hechas con redes de pesca que se recuperaron del mar. El propósito, según su directora de mercadeo swimwear, Natalia Builes, es generar procesos que sean más amigables con el medio ambiente.
Otras empresas han tenido iniciativas similares, en 2014 Nike produjo camisetas para el Mundial Brasil 2014 con PET reciclado y Adidas lanzó una línea de tenis cuyas suelas están impresas en 3D con plásticos reciclados del océano.
La conciencia debe ser de lado y lado, por esa razón, si el clóset está lleno, desvístalo y encuéntrele un uso útil a lo que no se pone.