viernes
7 y 9
7 y 9
Hay gran variedad de sabores, de colores, como de gustos; algo así va el dicho. Nuestros paladares son distintos y sienten sabores de diferentes formas. Lo que es muy picante o salado para alguien es suave o simple para otro.
Nuestros gustos gastronómicos son influenciados por muchos factores donde se puede incluir sabores de nuestra infancia, tradición, cultura y costumbres familiares. Si bien la región y el país donde uno crece tiene mucho que ver, las experiencias de vida y lugares visitados también moldean nuestros gustos y nos permiten adquirir nuevos.
En el mundo de los restaurantes, los diferentes gustos son variables y complicados de manejar por parte del equipo de trabajo, sea desde la cocina o el servicio, porque es imposible satisfacer las inclinaciones de todos. Es difícil en particular cuando el comensal, lastimosamente, no tiene claridad sobre la distinción entre gusto y error. Un risotto que llega frío a la mesa es un error del restaurante; que ese plato que lleva queso azul no sea de su agrado por el sabor fuerte es una cuestión de gustos. En un negocio como el de preparación de comidas, donde muchas cosas pueden pasar, es probable que haya falencias, en parte porque hay individuos cocinando y atendiendo y existe el error humano. El reto se presenta en situaciones cuando el desagrado no es responsabilidad del establecimiento, cuando no había forma de procurar que no pasará, porque depende de gusto.
Son situaciones que los restauranteros confrontan todos los días: ¿cómo se maneja una situación cuando no había error por parte del restaurante si no que sencillamente el cliente no le gustó? ¿Cómo lo remediamos cuando no pudimos llenar sus expectativas y gustos? Cada sitio tendrá sus filosofías, políticas y manejos pero en principio no es justo dar cortesías con base en gustos porque no es tangible, no es fijo, no es blanco y negro; hay tantos gustos en el mundo como colores. Y cuando se trata de un error de parte del restaurante en lugares con un buen servicio al cliente, se corrigen o se compensan de alguna forma apropiada.
No es correcto ni acertado hablar de una comida, de una preparación, de una carta, y mucho menos de un chef o un restaurante, basando los comentarios en gustos propios. “A mí no me gustó la comida” es opinión válida, pero decir que tal sitio no es bueno o que no le fue bien y no se recomienda por el gusto no favorece el dinamismo y variedad del mundo gastronómico. Técnica, ejecución, términos de cocción y presentación son factores tangibles y son asuntos culinarios que suelen ser susceptibles a error; el paladar personal de cada uno de nosotros no puede ser un factor en juzgar o condenar un plato, un concepto gastronómico o un establecimiento.