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Puede que con regularidad no haga parte de los planes turísticos por las diferencias culturales con Occidente, su sistema político (una mezcla de socialismo con capitalismo) y las ocho horas de diferencia con Colombia, pero cuando uno está en Bielorrusia hay que decir tranquilamente: este país es un buen vividero y tiene su cuento.
Eso lo garantizó Olia Skrabet, guía del Museo de La Fortaleza de Brest, uno de los lugares obligados a visitar cuando usted tenga el privilegio de viajar a uno de los estados más adelantados de las antiguas repúblicas de la Unión Soviética que tiene como capital a Minks y cuenta con cerca de 10 millones de habitantes.
Los extensos cultivos de remolacha blanca para producir azúcar, la producción de trenes, la constante inversión en infraestructura deportiva, grandes avenidas en las principales ciudades, la protección social y una tranquilidad exagerada son algunos de los atractivos de la otrora Rusia blanca como la llamaban por el árbol nativo con el que producen las velas.
No se extrañe cuando algún bielorruso le confiese que “acá no conocemos noticias de Colombia, es más, pocos saben que existe ese país”, como lo confesó Alexandre, un taxista que además de su idioma nativo habla inglés y alemán.
Y es que esa cercanía con las grandes potencias europeas les ha facilitado la educación a los habitantes del país que gobierna hace 21 años Aleksandr Lukashenko, quien con el respaldo de Rusia se propuso atraer la inversión extranjera para promover el desarrollo, generar empleo y apostarle a la proyección de una comunidad en la que la hospitalidad y educación de su gente son de admirar.
Natascha, una de las traductoras que tuvo la Selección de Colombia cuando ganó el Mundial de fútbol de salón en abril pasado, resaltó la facilidad “con la que los jóvenes hablan varios idiomas en Bielorrusia gracias a que se puede llegar fácilmente a Polonia, Alemania, Rusia y Ucrania”.
Las garantías que ofrece el Gobierno en educación, la constante inversión social, ya que al desempleado mínimo lo ponen a limpiar las calles y los jardines, y la organización de grandes eventos deportivos (en hockey sobre el hielo, balonmano, baloncesto, microfútbol y gimnasia) ha sido determinante para que se empiece a conocer esta nación, que si bien parte de una economía agrícola, también produce a gran escala tractores, productos energéticos, chocolates y vodka.
Felice Massaro, gerente de Stadler, la compañía suiza fabricante de trenes de pasajeros y carga, contó que “montamos planta acá, porque el Gobierno nos ofrece garantías, hay buena mano de obra, la geografía plana permite facilidades, los impuestos son bajos y al estar en Europa Oriental y cerca a Asia podemos llegarle a muchos mercados”.
Bielorrusia tiene su cuento, porque además es “casi imposible encontrar una noticia negativa, ya que la gente vive en armonía, estudia mucho y piensa siempre en proyectarse”, destacó Dennisk, el director del canal de televisión de Brest, ciudad que limita con Polonia y que atrae con la historia que guarda en La Fortaleza (una de sus maravillas turísticas al igual que el Castillo de Mir, el Bosque de Bialowieza, el Museo Estatal en Minks y las múltiples iglesias ortodoxas), porque allí se firmó el fin de la Primera Guerra Mundial y por ahí entró la Segunda Guerra Mundial a la antigua Unión Soviética .