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Esculturas y grandes construcciones de hielo adornadas con luces de colores maravillan a los visitantes que acuden a Harbin, en el noreste de China, y abarrotan sus calles pese a unas temperaturas de hasta 25 grados bajo cero.
Esta ciudad recibe cada invierno a más de un millón de turistas atraídos por las colosales estatuas de agua congelada y nieve con forma de templos, pagodas, palacios o budas del Festival anual de Hielo y Nieve.
La cita, que celebra su trigésima tercera edición este año, se concentra en tres grandes áreas como el parque Zhaolin, donde los niños aprenden a esculpir el hielo de la mano de estudiantes de arte de la ciudad. Algunos con más pericia que otros, pero finalmente todos contemplan sus obras que permanecerán a la vista de los turistas hasta que los primeros calores primaverales las derritan.
Al final de la calle Zhongyang, una avenida peatonal de inspiración rusa, se halla el río Songhua, cuyas aguas congeladas pueden atravesar a pie los turistas, aunque también pueden llegar a la otra orilla en carros de caballos, pequeños trineos tirados por huskies siberianos o incluso en buggies.
En la margen norte del Songhua se sitúa la Isla del Sol, que alberga uno de los principales recintos del Festival, dedicado a esculturas de nieve de diversos temas. Entre numerosas referencias al Año del Gallo, que arranca el próximo 28 de enero, destacan las representaciones religiosas y los temas invernales.
Las tradiciones locales se entremezclan con el folclor internacional en algunas de las creaciones, como la que representa un Papá Noel en un trineo tirado por dragones chinos.
Pero si algo tienen en común todas estas obras de arte es el colosal tamaño, como demuestra la figura central de la exposición, titulada Canción de amor, que requirió 30.000 metros cúbicos de nieve y con unas dimensiones de 103 metros de ancho por 31 de alto.
Los pocos occidentales que se atreven ir a Harbin muestran su satisfacción por haber emprendido la aventura. “Es maravilloso”, explica David, un turista estadounidense que asegura que “nunca había visto nada igual”.
Al caer la noche, la mayoría de los turistas cambian el paisaje de las esculturas de nieve por las luces de neón del Mundo de Hielo, que sorprende con estructuras de hasta 42 metros construidas con agua congelada.
Este espacio de 800.000 metros cuadrados alberga asimismo las esculturas de hielo que participan en competiciones del más alto nivel, con destacada intervención de equipos chinos, rusos y mongoles, destacados por su brillante ejecución.
Las coloridas estructuras se recortan contra el cielo nocturno y crean un mundo de fantasía, en el que tan solo algún resbalón en el suelo congelado puede hacer desaparecer la magia del ambiente y las caras de asombro de los turistas que luchan contra el frío extremo.
La organización del evento tiene en cuenta lo difícil que puede ser para visitantes soportar temperaturas tan bajas y ha dispuesto distintas estancias, como cafeterías, restaurantes o incluso una pista de curling y un desfile de moda.
“No lo entiendo”, dice Li, camarera de uno de los restaurantes, al añadir: “Es muy bonito, pero hace muchísimo frío”.