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El pasado 14 de marzo Daniel Felipe Escobar, un estudiante de séptimo semestre de Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia, soltó una gallina frente a Maíz, una instalación del artista Carlos Uribe, parte de una exposición en el Museo de Arte Moderno de Medellín. La gallina saltó sobre la obra, comió un poco y permaneció sobre ella hasta que empleados del museo lograron retirarla.
El estudiante, según su propia versión, pidió autorización para tomar fotografías en la exposición. Ingreso con un trípode, una cámara y una pequeña casa de madera. En la solicitud que hizo al museo, no mencionó que llevaría una gallina y menos que pensaba liberarla sobre la obra.
La activación, como la llama Daniel, fue grabada en video y publicada en internet. Más tarde el estudiante explicó que su interés consistía en cuestionar los criterios que permiten que una obra sea considerada arte.
Carlos Uribe, decano de la Facultad de Artes de la Fundación Universitaria Bellas Artes y autor de Maíz, habló con El Colombiano sobre ese caso. Dijo que no lo considera una falta de respeto y que, por el contrario, la gallina complementa su obra. "No sé si él lo haya previsto así, o sólo haya sido una coincidencia forzada, pero la relación entre maíz, montaña y gallina está tatuada en nuestra identidad", dijo Uribe.
Sin embargo, dijo sentirse defraudado porque en una entrevista sobre el tema, Daniel aseguró que le envió una carta a su oficina y no obtuvo respuesta.
"A mi oficina llegó un sobre extemporáneamente a la situación dada en el museo, con un una cuartilla donde no se dirigía específicamente a mi nombre ni manifestaba la realización de un planteamiento artístico o académico previo a la acción. Este es el punto en que verdaderamente me siento defraudado, ya que diez días antes de la entrega del sobre (4 de abril) me había encontrado personalmente con Daniel en la Facultad de Artes de la U. de A. y hablamos como colegas, le conozco de tiempo atrás e incluso charlamos de que aún estaba yo interesado en algunas obras de su producción, debido a que en el pasado le he comprado series de obras, y su respuesta fue solapada al no encarar lo que realmente debía comunicarme", explicó el artista.
Estas son otras consideraciones de Carlos Uribe sobre el episodio de la gallina y la reflexión que desató.
¿Qué es Paisaje producido?
Paisaje Producido fue una exposición individual constituida por dos piezas, Maíz y Torre, realizada en la sala de arte de Suramericana de Seguros en 1994, hace ya 20 años. Ambas estuvieron en el Museo de Arte Moderno de Medellín entre noviembre del año pasado y marzo de este año en la exposición Coordenadas: historias de la Instalación en Antioquia, erróneamente con el título de Paisaje Producido, por lo cual es importante aclarar que son dos piezas autónomas: Torre, una instalación escultórica construida con 2.500 bloques de panela y Maíz instalación construida con tres toneladas de granos de maíz. Esta última obra de mi autoría es la que está relacionada con la intervención de Daniel Escobar un estudiante de arte de la Universidad de Antioquia quién llevó una gallina al museo días antes del cierre de la exposición.
¿El episodio de la gallina fue una falta de respeto con su obra?
En ningún momento es una falta de respeto, es un gesto artístico completamente válido. Es una forma de interpretación conceptual y fáctica ejercida por numerosos artistas, incluido yo –pongo como ejemplo la intervención que hice en 1999 de la obra Horizontes del maestro Francisco Antonio Cano-, es una estrategia común a los intereses revisionistas de la práctica artística contemporánea a partir del giro conceptual abierto por el pensamiento posmoderno.
Usted es profesor e investigador, ¿cómo calificaría lo que hizo Daniel Felipe Escobar con su obra y la gallina?
Como lo señalé anteriormente, es un gesto legítimo y en ningún momento tiene por qué entenderse como algo por fuera de las tácticas del arte, específicamente del arte contemporáneo. Yo no soy un calificador (verdugo) de su acción, ni menos una víctima, cómo se ha podido malinterpretar. Mi obra Maíz es una potenciadora del discurso visual planteado por el estudiante y un peldaño, sin duda, para su carrera artística. Es afortunado que las nuevas generaciones valoren y revisen permanentemente el trabajo de sus colegas y en el caso de Maíz, uno de los hitos del arte contemporáneo producido en Colombia. Entiendo que él en la universidad donde está matriculado tiene sus propios evaluadores y seguramente ellos valorarán o le harán ver las falencias de ésta que fue una propuesta académica.
¿Cree que se debe pedir permiso para una acción de este tipo?
En el caso mío, como autor de la obra, no tiene por qué pedir permiso. Maíz es un producto cultural, ya es de la sociedad, no mía, es un bien de intercambio social. Hace parte del utillaje cultural universal, al igual que una pintura de Débora Arango, una escultura de Botero, una performance de Marina Abramovich o un fresco de Miguel Ángel. He sabido que de parte de funcionarios del museo hubo malestar por el comportamiento ético del estudiante, ya que éste en un principio sí pidió permiso a la institución para tomar unas fotografías, pero ocultó su intención principal de llevar un animal que podía poner en riesgo la obra. O podía haber sido claramente explícito en su intencionalidad, para lo cual muchas veces un funcionario con mente abierta puede permitir cierto tipo de acciones que no atenten o demeriten lo exhibido. Con esto no estoy diciendo que cualquiera pueda entrar a su amaño y transgredir lo establecido, por ello digo que tal vez, si se es claro en una intensión artística, tanto la academia como la institución museo o la galería misma pueden apoyar este tipo de iniciativas.
En estos casos se habla de una línea delgada entre la intervención y el ataque
Este tipo de tácticas transgresoras que conocemos de artistas contemporáneos reconocidos como Maurizio Catelán, Hans Haacke, Banksy o Ai Weiwei por mencionar sólo algunos, corre el peligro de convertirse en una puerta abierta para todo tipo de especulaciones o intervenciones, ojalá la mayoría de ellas críticas o jocosas y confrontantes como la acontecida con Maíz, y no llegar al punto cero de que se atente irreversiblemente sobre la corporeidad o perdurabilidad de estas como parte del patrimonio cultural universal. Lo otro sería una suerte de fanatismo enfermizo. Se impondría la irracionalidad sobre la inteligencia.
Cómo arte contestario y de intervención, lo que hizo Daniel Escobar contrasta con su interés por la identidad regional en la instalación ¿Esas dos miradas deben ir por caminos opuestos?
Para nada. No sé si él lo haya previsto así, o sólo haya sido una coincidencia forzada, pero la relación entre maíz, montaña y gallina está tatuada en nuestra identidad regional y creo que andarán juntas por el mismo camino y por largo tiempo. Paradójicamente, la reacción que ha venido teniendo esa acción en las redes sociales demuestra que incluso las nuevas generaciones que son de condición particularmente urbana han sido más sorprendidos que los adultos que hemos tenido mayor relación histórica con lo rural, de lo cual se puede inferir que la nuestra es una sociedad montañera por excelencia, así las tecnologías y las redes globales permitan la apertura al mundo. El tipo de reacciones, positivas o negativas, demuestran que no hemos alcanzado a nivelarnos a la altura de una esfera pública crítica, sino que la nuestra sigue siendo una esfera de parroquia.
¿Piensa entonces que la gallina complementa la obra?
Sí, es evidente, ya lo señalé anteriormente. Si no, no tendríamos a todo el mundo cacareando.
No es la primera vez que alguien interviene una obra suya, pasó antes con New Horizons en el Colombo Americano y en el Museo de Antioquia, la obra en la que Pablo Escobar aparece con un gesto similar al que se ve en Horizontes de Cano, ¿son episodios comparables?
La intervención, la cita, la analogía, la parodia como tácticas artísticas son legítimas y propenden por un arte libre e insubordinado. Como señala el teórico y curador francés Nicolas Bourrieaud, la reutilización de las imágenes, objetos y discursos precedentes es un acto de creación consecuente con el pensamiento del mundo contemporáneo asociado a las redes y a la cibergrafía y, más que la producción de obras como se dio en la modernidad, lo que se estila es un ejercicio de postproducción.
La diferencia con el gesto de Daniel frente a Maíz y lo acontecido con New Horizons, es que el primero potencia la obra mientras que con lo segundo se niega la obra. Me explico: tanto en la invitación que me hizo el Colombo Americano para realizar un mural público con New Horizons en una de sus sedes, como con la misma obra exhibida recientemente en la exposición Antioquias, se da es una negación. Con la primera existió un acto de censura de esa institución al borrar el mural para la contemplación ciudadana y, con la segunda, hubo una acción atentatoria frente a la obra de un estudiante de arte exacerbado por un profesor retrógrado e intransigente.
¿Qué sensación le produce la cantidad de comentarios que desató la publicación sobre el episodio de la gallina?
Estoy sorprendido como lo deben estar todos y cada uno de los interesados en el campo artístico sobre el unanimismo mediático que este suceso ha desatado, incluido el mismo Daniel, que imagino no previó su osadía al montar al Facebook el video de la gallina. Pienso que la publicación en un medio tan influyente como El Colombiano es lo que realmente le ha servido de combustible para darse a conocer a públicos menos ortodoxos de los presupuestados en un comienzo por el estudiante. Sin duda, la intención de Daniel de buscar una figuración en los medios masivos infiere la necesidad gratuita de parte del estudiante de un protagonismo que está por fuera de la actitud de los artistas actuales y difiere frente a la indiferencia del periodismo cultural ante las acciones del arte contemporáneo en esta ciudad.
¿La obra de Carlos Uribe gana o pierde con este episodio?
Tanto la acción de Daniel Escobar gana, como gana la obra de Carlos Uribe, pero fundamentalmente gana el arte contemporáneo y gana el campo de las artes y la cultura, ya que la difusión exponencial que ha tenido el suceso ha puesto a hablar a todos, tanto a teóricos como al ciudadano (cibernauta) común sobre arte o identidad, o maíz o gallina... Qué museo o galería, colección o artista no desearía que una de sus obras tuviese la difusión que ha tenido la mía. Pienso que, como en la vida común, tanto en la política, como en la economía o en la cultura, es más importante que hablen bien o hablen mal, pero que hablen.