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La película para el fin del mundo próximo es "Melancolía" , del danés Lars von Trier . Sin ruido, como corresponde a obra de arte, ha inquietado corazones y estremecido conciencias. A primera vista son dos cintas en una, pues sus dos partes evidentes con dificultad se conectan. Pero basta pensar, al final del espectáculo, para hallar el vínculo.
Más aún, en ese vínculo está el secreto de su eficacia. Quien ha visto los cortos publicitarios y conoce el afiche correspondiente, supone que es un drama nórdico sobre matrimonio y su ceremonia. Puede cruzar por su mente otra intensa cinta escandinava titulada "Celebración", en la que se derrumba una dinastía exactamente en el momento de su mayor solemnidad. "Melancolía" va más allá. Parte también de la disección del mal contemporáneo, para profundizar en sus causas y mostrar el destino aciago de una civilización que malogró el soporte físico y síquico en que navega por el espacio.
El título del filme es decisivo. Melancolía es la dolencia en que desemboca la tragedia individual y colectiva del presente. Melancolía es el nombre del cuerpo celeste que impactará sobre la Tierra para dar remate definitivo a la sin salida universal.
Como sucede en varias obras maestras de la literatura universal, "El Quijote", "El extranjero", aquí la protagonista es la más hundida en el ostracismo y simultáneamente la única persona lúcida, que sabe cosas, y quien al final hace frente a la circunstancia infausta con serenidad pues ha recobrado enteramente la razón.
Es esta mujer, mitad víctima mitad visionaria, la que aporta el único rayo de luz por donde se fuga el nihilismo de la historia. En medio de la catástrofe que sobreviene, un niño cierra los ojos, toma la mano de la protagonista que lo ha guiado e imagina salvación en el seno de una cueva mágica precariamente construida contra el apocalipsis.
La película vuela en pedazos, como desde hace rato estalla la sociedad opresiva donde sucede, pero del planeta Tierra vuela una fantasía inocente hacia la estrella Antares de la constelación Escorpión. La melancolía ha cumplido su misión arrasadora. Al tiempo el arte asume su cometido de redención.