viernes
7 y 9
7 y 9
El padre Gustavo Gutiérrez conoció a Óscar Arnulfo Romero en 1972. Dos años antes el papa Pablo VI ya había nombrado a monseñor Romero obispo auxiliar de San Salvador. Para entonces Gutiérrez difundía desde Lima su llamada teología de la liberación, mientras que Romero seguía en su país la misma doctrina centrada en la “opción preferencial por los pobres”.
El 24 de marzo de 1980, en vísperas de la guerra civil que asoló El Salvador durante 12 años, un disparo en el pecho acabó con la vida de monseñor Romero mientras celebraba misa. La Comisión de la Verdad de las Naciones Unidas determinó que Roberto d’Aubuisson, mayor del ejército salvadoreño y fundador de los escuadrones de la muerte, fue el responsable del asesinato. Pero la muerte de Romero quedó aparcada en un cajón tanto para las autoridades civiles como para el Vaticano.
“En un reunión posterior celebrada en Buenos Aires por los ejércitos del continente se firmó un documento con una crítica muy fuerte y nombres personales de los seguidores de la teología de la liberación, a los que se les acusaba de oponerse a la fe occidental y cristiana”, asegura desde Roma el padre Gutiérrez. “Nos acusaban de marxistas, tuvimos muchos enemigos desde la sociedad civil”, añade.
Mientras, en la Iglesia romana se abrió un debate que según Gutiérrez generó “una crítica muy fuerte”. El Vaticano apartó a muchos de estos sacerdotes latinoamericanos de sus curias y se desvinculó de la corriente ligada a la teología de la liberación. Tuvieron que pasar diez años después de su muerte para que la Iglesia comenzara a reparar la figura de Romero.
El arzobispo italiano Vincenzo Paglia se hizo cargo en 1990 de la causa para la canonización del prelado salvadoreño y siete años después Juan Pablo II aceptó seguir adelante con el proceso. Sin embargo, su reconocimiento quedó paralizado tanto con el pontífice polaco como con Benedicto XVI, hasta que menos dos años después de que Jorge María Bergoglio llegara al trono de San Pedro, éste firmara el decreto por el que Romero será beatificado este sábado.
“Los renglones torcidos de la Iglesia han provocado que sea el primer papa latinoamericano el que beatifique a monseñor Romero”, sentenció Paglia, el postulador de la causa, poco después de esta decisión. Según Gustavo Gutiérrez este viraje abre una nueva etapa con el Vaticano, “mucho más preocupado ahora con el tema del pobre y la justicia”. Y además, insiste, abre la puerta al reconocimiento de “otros muchos asesinatos de sacerdotes que se produjeron por un auténtico compromiso con su pueblo”.
El empeño del papa Francisco se percibe incluso porque marca un precedente en la forma. El consultor de la Congregación de la Causa de los Santos, Guido Mazzota, explica que en este caso se ha reconocido que Romero fue asesinado ‘in odium fide’ (por odio a la fe). De esta forma, prosigue Mazzota, “se valora su figura como mártir”, sin necesidad de aportar la realización de un milagro, como ocurre en la mayoría de los casos.
“La causa de Romero ha sido una de las más largas, pero al final la verdad triunfa”, celebra Rogelio Milla, ministro consejero de la embajada de El Salvador ante la Santa Sede. Tras la gran ceremonia que se espera este fin de semana en su país, la diplomacia salvadoreña prepara para la semana que viene una misa en honor a Romero, que será oficiada en Roma por el cardenal Marc Oullet, nombrado por el Vaticano presidente de la Comisión Pontificia para América