viernes
7 y 9
7 y 9
En su informa anual, que detalla la situación de derechos humanos en 159 países, la organización inglesa arremete, no solo contra violaciones en los cinco continentes, sino que se detiene en el papel que han desempeñado líderes, incluso de potencias mundiales, para que hoy se haya fortalecido un discurso de odio en el que el “uso cínico” alcanzó niveles globales nunca vistos desde 1930.
El primero al que se refiere es al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. De acuerdo con Amnistía Internacional, con su “retórica del odio”, el magnate ha dado la espalda a refugiados y migrantes.
Trump, cuya campaña para lograr la presidencia en noviembre pasado, que califican de “discriminatoria, misógina y xenófoba”, dejó ver una tendencia mundial mucho más divisiva de hacer política.
“Las decisiones que está tomando, ya sea la construcción de un muro en la frontera con México o la aceleración de las expulsión de inmigrantes ilegales, van a tener repercusiones sobre millones de personas”, alertó durante una rueda de prensa Geneviève Garrigos, responsable de la región Américas de AI, cuyo informe además hace hincapié en otros líderes polémicos.
De acuerdo con la organización, el presidente filipino, Rodrigo Duterte; el turco, Recep Tayyip Erdogan, y el primer ministro húngaro, Viktor Orban, “tienen una agenda tóxica que persigue, convierte en chivos expiatorios y deshumaniza a grupos enteros de personas”.
Por su parte, el secretario general de AI, Salil Shetty, hizo énfasis en el peligro de que el actuar y decisiones de estos personajes tengan un efecto dominó y den marcha atrás en los compromisos con los derechos humanos de otros países, que ya van en retroceso. Aquí algunos de los principales:
En A. Latina siguen las violaciones
Aunque Amnistía Internacional tiene en cuenta el progreso de los discursos sobre democracia y valora el hecho de que en Colombia terminara el último conflicto armado del continente, la región, según su reporte, sigue siendo una de las más violentas y desiguales del mundo.
“La situación de crisis de los derechos humanos en la región se vio acelerada por una tendencia al aumento de los obstáculos y las restricciones a la justicia y a las libertades fundamentales. Las oleadas de represión se tornaron cada vez más visibles y violentas; con frecuencia, los Estados hicieron un uso indebido de los sistemas judiciales y de los aparatos de seguridad para responder a la disidencia y al creciente descontento de la ciudadanía, y aplastarlos de modo implacable”, anota el documento.
Mintras tanto, continúa el informe, reinaban la discriminación, la inseguridad, la pobreza y los daños al medio ambiente.
AI alerta además sobre la situación de los refugiados centroamericanos que huyen de la violencia “implacable” en sus países. “Estas personas fueron víctimas de expulsiones desde México y Estados Unidos, a pesar de los abrumadores indicios de que muchos regresaban a situaciones de peligro mortal”, señaló AI.
Además, sobre Brasil, AI criticó las políticas de seguridad pública puestas en marcha por el gobierno conservador de Michel Temer, que el año pasado reemplazó a la izquierdista Dilma Rousseff, destituida por el Congreso.
“Actualmente, la política de seguridad pública está volcada en la guerra contra las drogas, con un encarcelamiento desproporcionado, que resulta en miles de muertos todos los años”, denunció por su parte Renata Neider, asesora de AI en Brasil, en rueda de prensa en Rio de Janeiro.
La represión de la disidencia es otro de los temas abordados en el informe.
África, entre la violencia y la resistencia
La subida del autoritarismo y de los conflictos dispararon la violencia y los abusos de los derechos humanos en el Cuerno de África, los Grandes Lagos y la zona oriental del continente, según reza el informe, donde se cita la masacre de más de 800 manifestantes contra el Gobierno en Etiopía, la muerte de decenas de opositores en la República Democrática del Congo (RDC) o las miles de víctimas provocadas por la guerra civil en Sudán del Sur.
La decisión de Kenia de cerrar el campo de refugiados de Dadaab y repatriar a más de un cuarto de millón de refugiados, mayoritariamente somalíes, el uso de fuerzas de seguridad en Burundí para torturar y secuestrar a quienes desafiaron la Constitución, los asesinatos sistemáticos en Eritrea y el uso de armas químicas contra civiles en Sudán, fueron ampliamente criticados por AI.
La organización destaca además un despertar de la protesta en ese continente. “En 2016 barrieron el continente protestas masivas, movimientos y movilizaciones que a menudo se articularon y organizaron a través de las redes sociales”, anota en su informe. Y es que durante 2016, defensoras de los derechos humanos se alzaron de forma insistente contra la represión con campañas como #oromoprotests (Protestas de Oromo) y #amaharaprotests (Protestas de Amahara) en Etiopía, #EnforcedDisappearancesKE (Desapariciones forzadas Kenia) en Kenia, #ThisFlag (Esta bandera) en Zimbabue y #FeesMustFall (Fuera tasas) en Sudáfrica.
No obstante, la represión de protestas pacíficas se incrementó. “Se reprimió brutalmente la disidencia, como puso de manifiesto la constante generalizada de ataques contra manifestaciones pacíficas y contra el derecho a la libertad de expresión. Se siguió persiguiendo y agrediendo a defensores y defensoras de los derechos humanos, periodistas y opositores políticos”, describe el documento.