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La esposa de uno de los 44 tripulantes del submarino argentino desaparecido hace ocho días, Jessica Gopar, dijo ayer, tras conocerse que hubo una explosión cerca del último lugar desde donde se comunicó el sumergible, que aunque aguardaban noticias con “esperanza”, los marineros “no van a volver”.
Agregó: “No nos quedó santo por rezar ni a nadie por pedir. No sé si hay un destino marcado para cada uno. Hay gente que no cree en eso, no volvieron y no van a volver nunca más”, remarcó Gopar, esposa del cabo principal Fernando Gabriel Santilli.
Al igual que el resto de familias de los otros tripulantes, Gopar estaba en la Base Naval de Mar del Plata, adonde el domingo debería haber llegado el submarino tras un largo viaje (ver infografía).
La Armada comunicó ayer que se registró un “evento anómalo singular corto, violento y no nuclear consistente con una explosión”.
Sin embargo, autoridades pidieron “prudencia” y no se aventuraron a opinar cuál puede ser el estado de los tripulantes “hasta no tener certezas u otros indicios”, ya que se seguirá con la búsqueda.
El canciller de Argentina, Jorge Faurie, reconoció la “angustia” que se está viviendo. “Nuestro embajador en Austria, Rafael Grossi, dio cuenta de esa información proveniente de la Organización del Tratado de Prohibición Total de Pruebas Nucleares (CTBTO, integrada en el sistema de la ONU)”, relató sobre ese organismo con sede en Viena.
En el operativo de rescate, uno de los países que participó fue Rusia, que este jueves envió un buque militar para ayudar a encontrar el submarino. “Rusia ofreció ayuda para las operaciones de búsqueda”, precisó el Kremlin en un comunicado al día siguiente de que el presidente ruso, Vladimir Putin, asegurara por teléfono su “respaldo” a su similar argentino, Mauricio Macri.
Las labores de búsqueda, en las que participan ya Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Brasil y Chile, movilizan a más de 4.000 personas en una zona de cerca de medio millón de km2, similar a la superficie de la Península Ibérica.