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La conmovedora carta de una periodista brasileña a Colombia

  • Homenaje al Chapecoense en el estadio Atanasio Girardot. FOTO Carlos Alberto Velásquez
    Homenaje al Chapecoense en el estadio Atanasio Girardot. FOTO Carlos Alberto Velásquez
02 de diciembre de 2016
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El accidente del avión del Chapecoense, en el que murieron 71 personas, movió las fibras de la humanidad, y no solo en Brasil -de donde es originario el club deportivo- o en Colombia -donde ocurró la tragedia-, sino en todo el mundo.

Miles de mensajes de apoyo al equipo de fútbol y al pueblo brasileño inundaron toda esta semana las redes sociales, y los homenajes a las víctimas se tomaron las calles y los medios de comunicación.

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Pero tal vez una de las ceremonias más conmovedoras fue la de este miércoles en el Atanasio Girardot, a la misma hora en que se debía estar jugando la final de la Copa Sudamericana entre el Chapecoense y el Atlético Nacional de Medellín.

Por lo menos 30 mil personas pintaron el estadio de blanco, lo llenaron de flores, luces, tambores y cánticos. En Medellín, el Chapecoense encontró a un ciudad conmovida por la tragedia, y los brasileños lo agradecieron.

Ariane Ferreira, periodista deportiva de Brasil, envió una carta a Colombia para agradecer la solidaridad de su gente:

“Hola. Tú no me conoces, pero no pasa nada. Escribo esta carta abierta dedicada a todo un país, aquel que me ha dedicado tanto amor.

Empiezo por contar esta historia para que me comprendas. El miércoles 30 de noviembre 2016 llegué frente a la televisión con un montón de dolores de cabeza. Pasé los últimos dos días entre períodos de llanto y lamentos profundos.

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La televisión paga en Brasil. Estábamos en nuestro horario normal, en el que algunos canales daban la final de la Copa de Brasil y otros la final de la Copa Sudamericana. En FoxSports, uno de los canales dedicados a la Copa Sudamericana, un duelo con la pantalla en negro y 90 minutos de silencio. Por otro lado, SporTV, el otro canal para transmitir el partido entre Chapecoense y Atlético Nacional de Medellín, dedicó espacio para un homenaje ‘simple’ a todos los que perdimos en un trágico accidente aéreo.

Soy Ariane Ferreira, periodista brasileña, dedico mi vida al fútbol desde hace 11 años, pero sigo ese deporte desde que tengo uso de razón.

El lunes me dormí temprano y fui despertada por mi madre en martes. Después de un minuto de conversación con ella me dice, como si pensara que me había dormido tarde y que ya lo sabía: “El avión del Chapecoense cayó, ¿viste que varios periodistas estaban allí?”. Fue instantáneo, me puse a llorar desconsolada. No soy una persona que llora con mucha facilidad, pero la opresión en el pecho era enorme. Soy periodista, yo podría haber estado allí... yo conocía a varios de los jugadores y miembros del cuerpo técnico.

Corrí a ver la televisión, encontré al alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, hablando de los sobrevivientes de accidentes, pero sabía que lo peor había sucedido.

El resto, lo que pasó, fue nuestro dolor. Cada minuto más fuerte. Danilo estaba vivo, después muerto y por fin al cielo. Informaciones correctas, otras no. Mucho dolor.

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Lloré, lloré todo el tiempo. Lloré con todos los honores en todo el mundo para nuestros héroes. Les comenté a los amigos de Sphera Sports: “Voy a tratar de escribir algo para ustedes”. No pude. Fue muy difícil... muy, muy duro. De igual modo, en la mañana del martes tomé el Twitter de @BrasilSphera para actualizar, como siempre, noticias del fútbol brasileño, pero en ese momento para hablar sobre el accidente. Confieso que me confundí con las palabras, utilicé palabras en italiano, portugués y español. Mi tristeza me causó confusión. Perdón, si eres uno de nuestros 9.000 seguidores.

Cuando se habla de Brasil, Colombia y fútbol se viene rápido lo que pasó a Zúñiga en el Mundial de Brasil tras hacer una falta en Neymar y después ser amenazado por las redes sociales. Pero mi generación jamás se olvidará de la selección colombiana de la década de los 90 con Maturana al frente y con ídolos como Valderrama, Higuita, Freddy Rincón y otros en primera línea.

Pero no es solo fútbol. En este mundo en que vivimos, todos sabemos que el fútbol trasciende del 11 contra 11 correteando por el césped. No es un deporte al uso, donde solo importen los resultados, datos, estrategias, tácticas, dinero o la fama. El fútbol es mucho más que la modernidad que hace fortunas con él. El fútbol une y hermana y se ha vuelto a demostrar una vez más.

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Una vez, creo que fue Carlos Alberto Torres, ‘el Capitán’ recientemente fallecido, que me dijo: “El fútbol es sueño. Todo lo que es el fútbol, es sueño”.

Bien, en la noche del miércoles, en Medellín, iba a tener lugar el partido más relevante en la historia de nuestro Chapecoense... no se llegó a disputar. El destino no lo quiso. Su rival, el Atlético Nacional, decidió rendirle homenaje a nuestros héroes. La idea era simple: “Vístete de blanco, lleva una vela y un teléfono”. El resultado fueron 40.000 personas dentro del estadio Atanasio Girardot de Medellín. Dicen que alrededor de 100.000 en las calles cercanas.

A través de su ciudad, conocida y estigmatizada mundialmente por la violencia de los carteles del narcotráfico, Medellín y Colombia muestran el tamaño de su corazón al mundo. No solo para nosotros los brasileños.

Todavía estoy sin palabras para definir todo lo que vi y oí a través de mi televisor desde su hermosa ciudad. Cualquier línea que alguien escriba sobre esto, sin embargo, se perderá.

El Atanasio Girardot se convirtió en el escenario de una de las manifestaciones más bellas, sinceras y auténticas de amor que la humanidad haya sido testigo en años.

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Es en los momentos de gran dolor que se une a todos en el mundo. Momentos en los que hay poca diferencia entre nosotros y, recientemente, el mundo ha sido escenario de horrores como los ataques en París, las muertes en el Mediterráneo, los desastres naturales en Haití, los ataques en Alepo y muchos otros.

Las corrientes en situaciones como las que cité son alimentadas por el sentimiento del amor, la compasión y la solidaridad. Sin embargo, lo que ustedes han hecho fue dar a estas palabras y sentimientos de un significado mucho mayor, mucho mejor y más bonito.

Nunca olvidaré los gritos de “Eeeh, vamo, vamo, Chape! Vamo, vamo, eeeh Chape!

Tras ser testigo de tantas cosas malas que acontecen en el mundo e incluso en nuestro Brasil, como las graves cuestiones de corrupción, finalmente vuelvo a recuperar la fe en las personas.

Por todo ello, GRACIAS COLOMBIA”.

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