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Arabia Saudí, Egipto,
Baréin y Emiratos Árabes Unidos, los países que desde hace tres semanas tienen bloqueado a su vecino Catar por tierra, mar y aire, hicieron una nueva propuesta que no fue bien recibida en Doha.
Las exigencias para restablecer la relación, estropeadas por denuncias sin comprobar de que Catar financia el terrorismo, incluyen admitir su apoyo a grupos como Al Qeda, cortar relaciones diplomáticas con Irán, cerrar el canal catarí Al Jazeera, detener la cooperación militar con Turquía y cerrar inmediatamente la base militar que ese país tiene en Catar.
Según dijo a la agencia Efe Mohammed Al Kuwari, embajador catarí en España, su país “no aceptará ninguna injerencia extranjera en su política interior”, aunque están dispuestos a dialogar acerca de sus relaciones con los países del golfo. Entretanto, la cadena Al Jazeera asegura que los pedidos “son un intento de silenciar la libertad de expresión en la región y de suprimir el derecho a la información”.
Philip Gordon, investigador experto en Medio Oriente en el Consejo de Relaciones Exteriores (CFR), dijo durante un conversatorio en este centro de investigación de Washington que cree poco probable una respuesta ágil de Catar. “Ellos tienen enormes recursos financieros y no se van a inclinar ante los saudíes. Están decididos a permanecer independientes y a mantener sus vínculos con algunos de los grupos por los que los denuncia. Todavía pueden aguantar así por un tiempo”, opinó.
Y es que ceder a Arabia le implicará a Catar grandes costos políticos y económicos, pero resistirse, concluye Gordon, los acercará más a Turquía, Irán y a grupos extremistas, “y entonces tenemos un problema geopolítico sectario aún mayor en Medio Oriente que el que teníamos antes de empezar el bloqueo”.
Sobre esto último, Pamela Urrutia, también experta en Medio Oriente, pero en la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad de Barcelona, infiere que el conflicto actual supone una escalada significativa de viejas tensiones (ver Paréntesis), teniendo en cuenta las medidas adoptadas, el contexto regional y las posibles derivas de la crisis. E incluso, para ella, es muy posible que la demostración de fuerza por parte de Arabia Saudita esté alentada por la visita de Donald Trump hace un mes y por su respaldo a las narrativas saudíes sobre las dinámicas de conflicto en la región y la percepción de una amenaza de Irán.