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El narcotráfico es un delito muy grave en China. Tanto, que quienes son sorprendidos portando más de 1.000 gramos de drogas fuertes enfrentan penas de cadena perpetua o incluso de muerte.
Con los sucesos recientes en torno a la antioqueña Juliana López, detenida en la ciudad de Guangzhou (Cantón) con un computador portátil que contenía oculta pasta de coca, medios y ciudadanía colombiana se preguntan ¿por qué las penas en China frente al tráfico de drogas resultan tan estrictas?
EL COLOMBIANO indagó con expertos y en estudios, para dar respuesta al interrogante. Parte del asunto tiene raíces en la historia del gigante asiático y así lo expresó Enrique Posada, director del Instituto Confucio de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.
“La experiencia no solo de China, sino de todo el Sudeste Asiático frente al narcotráfico, es un problema histórico de mucha gravedad. Basta decir que los chinos sufrieron las Guerras del Opio (1839 - 1842, y 1856 - 1860), tras las cuales el gigante perdió Hong Kong, tuvo que pagar indemnizaciones y aceptar términos de intercambio comercial profundamente desiguales. Esto sin mencionar que gran parte de su población, sobretodo en el sur, se vio abocada a la drogadicción”, explicó.
“En Colombia solemos creer que el asunto del narcotráfico aparece a gran escala solo en Latinoamérica, pero es anterior y esta experiencia traumática del pueblo chino —muy aferrado a su historia y tradiciones—, explica la fuerte legislación que hay actualmente, y que castiga de con penas duras el tráfico de drogas. Y no solo allí, basta decir que también en países del Sudeste Asiático como Malasia, Tailandia e Indonesia, entre otros”, agregó.
El Partido Comunista Chino es casi hermético a la hora de informar sobre sus prisiones, algo que ha generado todo tipo de críticas de parte de organismos multilaterales y Ong defensoras de los derechos humanos.
Según el informe “Un callejón al infierno”, de Human Rights Watch, existen indicios de que el régimen mantiene una red de “cárceles negras” o clandestinas, en las que incomunica hasta varios meses a gran número de personas sometidas a tratos denigrantes.
Se trataría, de ser ciertas estas informaciones, de disidentes políticos o “pobladores de áreas rurales que acuden a las urbes para presentar quejas por atropellos de las autoridades”.
En cualquier caso, es imposible conocer la magnitud del fenómeno del maltrato en cárceles, y de la existencia de las clandestinas, sin mayores datos sobre el asunto y viendo el férreo hermetismo del Estado chino frente a sus prisiones.
Condenados injustamente o no, 123 colombianos están encarcelados en China, 111 de ellos por narcotráfico. 14 connacionales, incluso, han sido sentenciados a pena de muerte. En los últimos días, y tras el caso de Juliana López, medios de comunicación han especulado con la posibilidad de que la Cancillería negocie su repatriación.
El Congreso de la República hizo esta petición al Gobierno para que la diplomacia interceda por dichos colombianos. Esto respondiendo a cartas que enviaron a familiares y a las que tuvo acceso el Legislativo.
“Cada día me arrepiento. No se imagina la tortura, nos tratan peor que a basura, peor que a animales, estoy igual que un secuestrado”, reza una de ellas, enviada por el bogotano Luis Ramírez a su hermano y publicada en abril por Semana.
Sobre la repatriación, Posada considera que se trata de un diálogo estancado y casi imposible “porque China está en otra órbita del derecho internacional y apenas empieza a contemplar los convenios globales. El gigante asiático antes desconocía estas dinámicas jurídicas. Hay que comprender que es un contexto completamente distinto, pero incluso allá llega la ambición del narcotráfico”.