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Lo que hasta ayer era una posibilidad hoy es una certeza. China, el segundo país más importante del mundo en materia ecónomica según el Fondo Monetario Internacional, le dio vía libre a su presidente, Xi Jinping, para perpetuarse en el poder. Con esto, él se consolida como el rostro de otra era de hegemonía en el gigante asiático al estilo de Mao Tse-Tung o Deng Xiaoping.
Ayer, en el pleno de la Asamblea Nacional Popular (ANP), el órgano legislativo chino, fueron aprobadas casi por unanimidad 21 enmiendas constitucionales, entre las que se encontraba la de eliminar el límite de dos mandatos consecutivos para el presidente y vicepresidente del país. Y “casi por unanimidad” es un decir: la votación fue de 2.958 votos a favor, hubo dos votos en contra, tres abstenciones y un voto nulo.
Esta desigual votación demuestra la conformidad del Partido Comunista por la visión de país del actual mandatario, y la supresión de esta norma evidencia una clara intención del presidente por fortalecer el régimen monopartidista del sistema chino.
Adicionalmente, este nuevo respiro le permitirá al presidente consolidar un proyecto político que, domésticamente hablando, se ha enfocado en acortar las desigualdades económicas y sociales dentro del país.
“El proyecto político de Xi ha buscado, en el escenario doméstico, llevar la prosperidad que se ve en la franja costera china hacia el interior del país. La zona rural y el campesinado chino aun no ha sentido esa prosperidad”, le dijo a EL COLOMBIANO el internacionalista, Diego Cediel.
Quitarle los limites a los periodos presidenciales es una acción que debe ser leída, ante todo, como la concentración absoluta del poder en una sola persona que ya tiene bajo su dominio el aparato con el que China toma las decisiones.
Y es que a sus 64 años, Xi Jinping ya controla al único partido político del país, el Partido Comunista (Pcch); es presidente de la Comisión Militar Central (CMC), controla varios organismos de trabajo, y en dos días sumará media década como presidente del país.
No obstante, de acuerdo con el profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, Mauricio Jaramillo, desde 1949 ningún líder chino ha podido perpetuarse de manera indefinida en el partido y no cree que este vaya a ser el caso.
“A Xi le han dado el estatus de Mao en términos espirituales, simbólicos y de prestigio, pero por la evolución de la revolución de los años 70, yo veo muy difícil que alguien se pueda mantener en el partido indefinidamente sin alternancias”, dijo.