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Para Luiz Inácio Lula da Silva, la acusación de la fiscalía brasileña de haber orquestado una enorme red de sobornos alrededor de la paraestatal Petrobrás, tiene una intención meramente política y busca evitar que el exmandatario se postule por tercera vez a la presidencia.
Así lo expresó en una rueda de prensa de más de una hora que tenía como objetivo, incluso con llanto, sentar su defensa y demostrar el apoyo de cientos de seguidores del Partido de los Trabajadores.
“Si ellos logran demostrar que yo era corrupto, yo mismo me entregaré y seré un prisionero”, declaró Lula, en respuesta a las atribuciones de lavado de dinero y corrupción que le dan fiscales federales.
Según la investigación de este ente, Lula se benefició de las renovaciones de un apartamento a la orilla de la playa en la ciudad costera de Guaruja, en el estado de Sao Paulo, avaluadas en 750.000 dólares y realizadas por la constructora OAS, una de las empresas implicadas en la red de sobornos de Petrobrás, que pagó la escandalosa suma de más de 2.000 millones de dólares
Los fiscales también creen que Lula resultó beneficiado de que OAS pagara la renta de una bodega para guardar regalos que el líder recibió durante su mandato.
A lo anterior se suma que, según Bruno Brandao, representante de Transparencia Internacional en Brasil, “hay una sensación de que algo nuevo está pasando. Ahora los valores están más altos, hay más gente involucrada en casos de corrupción y ya sentimos que es un problema sistemático, es decir, que hay percepción casi absoluta de impunidad”.
Nuevas leyes que mejoraron la capacidad de procuradores y jueces para procesar casos de corrupción en Brasil también ayudaron. “Hay una generación de jóvenes con capacidad técnica para entender esos casos completos, que están en unidades especiales en cooperación directa con policía federal y auditoria fiscal”, destaca el experto en transparencia, y agrega que la movilización social que llevó a millones a las calles fue crucial, al menos, para convertir el tema de la corrupción en la principal preocupación de los brasileños.
Aunque Brandao considera que con estas investigaciones se empiezan a generar algunas dudas sobre la persistencia de la impunidad, no significa que haya un cambio. “Este es un punto fuera de la curva. La realidad de la justicia brasileña y latinoamericana es un desastre. Tendremos que modificar muchas leyes, cultura y actitud”, añade el experto, para quien la respuesta de Lula a sus acusaciones es “una estrategia para politizar su defensa, para hacer cortinas de humo, crear la sensación de que es un perseguido político, cuando no es verdad”.
Y es que de acuerdo con el líder de Transparencia Brasil, hay evidencias de crímenes importantes que están lejos de quedarse solo en un obstáculo para las elecciones del 2018, aspiración que califica de reprochable.
De ser así, Lula tiene posibilidades de ascender como candidato para llevar las riendas de Brasil, resalta Arantes. No obstante, según Carlos Arévalo, internacionalista de la Universidad de La Sabana, varios factores llevarían a pensar lo contrario.
Por un lado, se está dando un cambio en el panorama político regional, y la derecha asumió cierto liderato en América Latina desde que Mauricio Macri asumió la presidencia de Argentina.
Para Arévalo, aunque la crisis de Brasil no fue necesariamente causada por tener un gobierno de corte socialista, éste sí fracasó en la lucha contra la desigualdad, lo que para él es el principal problema de ese país.
Además, los escándalos de corrupción, que cada vez demuestran la existencia de intereses, contrarios al mandato de ejercer la función pública, “es negativo y acaba con cualquier gobierno”, resalta. El resultado, concluye, es que Brasil perdió liderazgo en la región y busca un líder que no se vislumbra.