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“Juro solemnemente que cumpliré fielmente con el cargo de presidente y que, con mi mejor capacidad, preservaré, defenderé y protegeré la Constitución. Para ello, ayúdame Dios”, pronunciará esta mañana el presidente número 45 de Estados Unidos, Donald Trump, sobre dos Biblias: la que le dio su madre cuando terminó la primaria, y la del mítico Abraham Lincoln.
Las 21 salvas de cañón, la banda de los Marines interpretando “The Star-Spangled Banner”, el rojo, blanco y azul, serán los mismos que para Barack Obama, George Bush, Bill Clinton y sus antecesores. Lo que esa nación, y el mundo, esperan con particular inquietud será el discurso inaugural.
James Lindsay, director de Investigación del Consejo de Política Exterior (CFR), escribió en el blog de este centro de estudios norteamericano que, como la mayoría de presidentes, Trump no lo escribirá solo, sino que convocó a su ayudante y asesor Stephen Miller, que redactó casi todos los pronunciamientos del magnate el año pasado, incluso aquellas polémicas palabras con las que aceptó su candidatura durante la convención nacional republicana, y en la que reveló una visión “inquietantemente oscura de América”.
No obstante, esta vez, intuye Lindsay, el mandatario procurará unir a los estadounidenses, pese a que asumirá el cargo con las calificaciones de favorabilidad más bajas de cualquier presidente estadounidense reciente: el 40 %, según una encuesta del Washington Post.
Para Christopher Sabatini, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Columbia, es difícil imaginar a un Trump en la fachada del Capitolio, diciendo algo “atinado y coherente”, pero al menos espera que esta vez no ahonde en una América en crisis, que fue la que cautivó a su electorado, sino que llame al optimismo.
En ese sentido, el experto prevé que si bien Trump apelará a este valor, con miras a subir su popularidad, seguirá subrayando las razones por las que fue elegido, con su tono apremiante y anunciando cambios rápidos, lo que resultará atractivo para aquellos más impacientes con los burócratas de Washington.
Para Cristian Rojas, internacionalista de la Universidad de La Sabana, el tono es y deberá seguir siendo optimista, y de hecho duda que ponga el retrovisor y se dedique a atacar al gobierno anterior. “Eso era algo que servía mucho durante la campaña, pero no es el momento para eso, es la hora de ser más conciliador”, apunta.
Aunque pareciera que eso es imposible para Trump, su discurso del 9 de noviembre, cuando fue contundente la victoria frente a Hillary Clinton, muchos quedaron asombrados por las palabras de gratitud a la contrincante e intuyeron que algo de eso podía proyectarse a la presidencia. Rojas es uno de ellos. Para él, el tono de su inauguración en la Casa Blanca será ese, sencillamente porque la agresividad no corresponde de ninguna forma a un evento que podrían mirar 40 millones de personas.
El contenido de sus palabras es el otro gran interrogante de la posesión de Trump. El presidente ha insistido en que se concentrará en la política interna, y hasta le ha insinuado a Rusia que se encargue de los asuntos relacionados con Siria. No obstante, para Ricardo Abello, internacionalista de la Universidad del Rosario, el líder y magnate no le puede dar la espalda hoy al tema de la economía global, tendrá que dar señas sobre cuáles serán los parámetros de la relación con el otro gigante, China, y suavizar el lenguaje hacia Europa y México.
“Quiéralo o no, hoy todos los estados tienen vínculos con Estados Unidos, buenos o malos, de manera que lo que diga tendrá que llevarlo a no quedar en un estado más gravoso que el actual”, apunta Abello, y añade que en el discurso será crucial que haya coherencia, sobre todo para no afectar economías de estados terceros.
Ahora bien, de acuerdo con Rojas, no es claro si en su primer día como presidente, el magnate, que renunció a la gerencia de todos sus negocios mientras se encuentra en la Presidencia, deje claro asuntos “destemplados y raros”, como si México pagará un muro o si Estados Unidos se volverá un incrédulo del cambio climático.
Lo que seguramente entrará en el discurso, continúa, son los desafíos para un país más seguro, las fórmulas para la recuperación de la economía y una reducción en las ofensas a Europa. “Debe ser un discurso que deje a los norteamericanos y al resto del mundo tranquilos”, concluye.
Si la zozobra persiste, al igual que los extremos e insultos, Sabatini duda que Trump logre concluir su periodo. “La voluntad de los republicanos tiene límites. Porque está claro, y lo digo con temor, que ellos han hecho un pacto. Solo aguantarán las tonterías de Trump si él les sirve como vehículo para levantar sus prioridades: elevar el Estado, cortar el presupuesto, poner jueces en la Suprema Corte y reinventar las políticas sociales”, revela el académico.