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Como siempre eclipsados en la prensa internacional frente al carácter mediático de los ataques en Occidente, los salvajes atentados contra la población civil en países como Afganistán e Irak —escenarios directos de la guerra contra el terror—, no dejan de evidenciar la magnitud del fenómeno que enfrenta el mundo actualmente.
El fin de semana, ambos países vivieron matanzas en sus capitales tras ataques suicidas, todos reivindicados por el Estado Islámico.
En Afganistán, los habitantes de Kabul fueron sorprendidos por la violencia indiscriminada que ejerció el yihadismo contra una pacífica marcha de la etnia hazara, que pertenece a la secta chiíta.
El hecho dejó 83 muertos y más de 230 heridos, la mayoría de ellos ciudadanos que protestaban contra el gobierno de Ashraf Ghani Ahmadzai. El mandatario aseguró tras el hecho que “protestar es el derecho de cada ciudadano y el gobierno pone todos sus esfuerzos en brindar seguridad, pero los terroristas llevaron a cabo las explosiones”.
En Irak, Bagdad vivió horas de horror ayer cuando una bomba explotó en una plaza del sector Al Kazemiya, de mayoría chií. 21 personas murieron y 35 resultaron heridas por el hecho.
Para el imam Julián Zapata, estos ataques muestran que mientras el mundo solo se fija en las consecuencias del problema terrorista en Occidente, su cotidianidad y verdaderas causas aún no son abordadas en Medio Oriente:
“El tema está fuera de control porque nunca hubo interés en enfrentar las verdaderas raíces: el adoctrinamiento y financiación que tiene el salafismo en esa región”.