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Ante la intransigencia que marcó durante seis meses a los líderes de las distintas bancadas en el Congreso de los Diputados de España —incapaces de pactar gobierno—, la ciudadanía fue clara en su decisión de ayer en las urnas.
Las fuerzas siguen en posiciones similares a las que lograron en las pasadas elecciones del 20 de diciembre, y alguien tendrá que ceder para que el país europeo pueda por fin formar gobierno.
El único perjudicado del 26 de junio fue el nuevo partido centroderechista Ciudadanos, tal como vaticinaron encuestas, con 32 escaños obtenidos frente a los 40 que tuvo el 20-D. Por lo demás, el Partido Popular (PP), triunfó con 137 frente a 123 de los pasados comicios; el Partido Socialista Obrero Español (Psoe) mermó pero mantuvo su lugar a pesar de los pésimos pronósticos de los sondeos, con 85 frente a 90; y Podemos no logró consolidarse como segunda fuerza, pero sí avanzó con 71 puestos frente a los 69 de 2015.
Por lo tanto, se mantiene un parlamento fraccionado, con cuatro fuerzas principales, pero ninguna con mayoría suficiente para gobernar, por lo que serán imprescindibles los pactos políticos. Pero a diferencia de las elecciones de diciembre, los candidatos se comprometieron a no permitir que se convoque terceros comicios. Esto es, deben pactar a como dé lugar.
El grave inconveniente para lograr esto es que la política española está desde hace meses polarizada, con los partidos tradicionales reacios a aceptar la irrupción de Podemos —al que califican de “populista” y “radical”— y con Ciudadanos, nueva formación de centroderecha, sosteniendo su negativa a pactar con el PP para un nuevo gobierno presidido por Mariano Rajoy, a quien señala de “corrupto”.
Esa situación marcó la falta de acuerdos, en especial entre Psoe y Podemos, grupos que pudieron tener una fácil vía al gobierno teniendo en cuenta a las formaciones minoritarias, de corte independentista, en comunidades clave para la economía del país, y muy pobladas, como País Vasco y Cataluña.
Según Pedro Sánchez, líder de los socialistas, esa posibilidad se frustró porque Pablo Iglesias nunca estuvo dispuesto a ceder.
“Cuando fui a ver al jefe del Estado (rey Felipe VI), momento en el que Pablo Iglesias pidió la vicepresidencia, mi madre me llamó y me dijo ‘mira Pedro, este hombre no quiere pactar contigo’. No es una cuestión de voluntad, yo quise encontrarme con Iglesias, le tendí la mano, pero él me echó el reproche de la cal viva —el hecho de que sea aconsejado por el expresidente Felipe González, a quien Iglesias considera manchado por la corrupción—”.
“Ahora estamos viendo al Iglesias de antes de las campañas electorales, y después de las elecciones volveremos a ver a una persona intransigente”, agregó.
Para Iglesias, en cambio, el asunto se debe a que Sánchez ha trazado dos líneas rojas que Podemos no puede aceptar: que no se celebre un referendo sobre la independencia de Cataluña, tal como propone la formación izquierdista, y que él no sea vicepresidente, algo que considera fundamental.
“De momento no se nos ha planteado ninguna propuesta mejor. La nuestra es el referéndum. Vamos a defenderlo y no renunciamos a él. Estamos dispuestos a hablar de todo. Hablar sin líneas rojas y escuchar otro tipo de propuestas”, dijo a La Vanguardia.