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Después de 35 años en los que Irlanda mantuvo su octava enmienda, que iguala el derecho a la vida de las madres con el de los fetos, este fin de semana se votó un referendo en el que ganó el sí a la legalización de la interrupción del embarazo. Con ello, se dio al parlamento un año para que dicte las leyes que regularán en qué casos se podrá terminar la maternidad de forma voluntaria.
Conocida la derrota en las urnas, un 66,4% para el Sí frente a un 33,6% para el No, la portavoz del movimiento que promovía el No, Katie Ascough, calificó de “demasiado extrema” la reforma y agregó que esta decisión causará la muerte “de inocentes”.
Eugene Murphy, del partido opositor mayoritario en el parlamento Fianna Fáil, que también hizo campaña por el No, consideró que el cambio “va demasiado lejos”, sin embargo, se declaró respetuoso de la decisión democrática.
Quienes se oponían al cambio en las leyes de ese país, agrupados en la campaña Love Both, criticaron que esta iniciativa pondría esta práctica al nivel de un servicio médico cualquiera, de oferta y demanda.
En contraste, el jefe de gobierno Leo Varadkar, quien lideró el Sí, agradeció el apoyo mayoritario. Desde el gobierno justificaron que con o sin legislación, las mujeres irlandesas están recurriendo a todo tipo de intervenciones para detener su maternidad.
Según cifras oficiales, cerca de 3.500 irlandesas viajan al extranjero a hacerlo cada año y otras 2.000 más adquieren ilegalmente píldoras abortivas en Internet, arriesgando su salud y rompiendo la ley.
Varadkar propondrá al legislativo que la interrupción del embarazo sea legal y libre para las primeras 12 semanas de gestación. Después de ese tiempo y hasta las 24 semanas, las mujeres podrían terminar con su periodo de gestación si su vida o la del feto peligran. Esta propuesta cae como un balde de agua fría en las instituciones católicas, que solían ostentar un enorme poder en la sociedad irlandesa (que se define en un 78% como católica), en vísperas de la visita del Papa Francisco al país en agosto. Un golpe especialmente duro recordando que desde 1979 no visitaba un Sumo Pontífice este país.
En momentos en los que los movimientos conservadores de derecha viven un resurgimiento en casi toda Europa, sumado a las posturas restrictivas de Donald Trump en Estados Unidos, Irlanda lidera la contracorriente, de la mano de su primer ministro Varadkar, inmigrante y homosexual. El tema de la interrupción voluntaria del embarazo se considera la segunda derrota del sector conservador en ese país, pues en 2015 otro referendo polémico legalizó el matrimonio igualitario.
Para el internacionalista Mauricio Jaramillo Jassir, “en ese tipo de votaciones tiene que ver mucho el voto joven y por eso países súper conservadores pueden cambiar en cualquier momento”.
Consideró que para Irlanda viene a corto y mediano plazos la llegada de jóvenes de otros países de Europa con mayores restricciones, para aprovechar la despenalización, así como se hace en otros países con la eutanasia. Aseguró que no se trató de un revés general para la Iglesia Católica, pues aunque pierde fuerza en países como Irlanda, en otros como Polonia resurge su influencia política.