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Hace 80 años, la cordura fracasó en España

Esta semana, los españoles recuerdan el inicio de un conflicto que dejó cismas en su sociedad y les enseñó a tolerar la diferencia.

  • FOTO MUSEO REINA SOFIA
    FOTO MUSEO REINA SOFIA
Hace 80 años, la cordura fracasó en España
22 de julio de 2016
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Ochenta años después de su estallido, muchas de las heridas dejadas por la Guerra Civil Española siguen abiertas. Tal como los pueblos fantasma que nunca fueron reconstruidos, y que permanecieron como un monumento implacable a la tragedia de un pueblo. Tres años antes de que la barbarie se tomara a Europa por la lucha entre ideologías, España ya era marcada a sangre y fuego por esas fuerzas mundiales, aunque las causas de ese conflicto hayan surgido desde las entrañas de la sociedad nacional.

De un lado, para los vencedores se trató de una cruzada contra una revolución atea que pretendía destruir sus valores más preciados. Para los vencidos, un combate en defensa de una República que liberó al pueblo de quienes lo oprimían.

Desde fuera, con todo el mundo observando lo que ocurría en España, se vio la Guerra Civil como el primer conflicto entre democracia —o comunismo, según como se viera— y fascismo. Por esto tal vez se trató de la contienda interna más internacional del Siglo XX.

Esta semana se cumplieron ocho décadas de iniciada esa lucha, y los españoles aún debaten, entre las cicatrices que observan en la vida política del país, cuáles fueron las causas de ese “fracaso del entendimiento”, y cómo no repetir los errores que llevaron a un escenario de odio y muerte.

Persecución

Desde la proclamación de la Segunda República Española, el 14 de abril de 1931, derecha e izquierda iniciaron un camino plagado de errores que llevaron al colapso de ese sueño que, al menos en un principio, ilusionó por igual a campesinos y ciudadanos del país.

“No era una época de la que se pueda hablar de buenos y malos. Pero todo empezó cuando la izquierda republicana, ante los intentos de la derecha de boicotear las primeras elecciones (1931), trató de sacar provecho de la mayoría que tenía en las Cortes, e hizo una Constitución que estaba por encima de las posibilidades del país”, aseguró David Solar, historiador, periodista y exdirector de la revista La Aventura de la Historia.

“Hoy día, si revisamos la Constitución del 31, nos parecería no obstante supremamente conservadora, pero en esa época se veía muy moderna y tenía muchos riesgos. Se hacía para un país no obstante muy atrasado, con una población poco alfabetizada, y una sociedad predominantemente rural”, agregó.

Además, uno de los puntos que especialmente inició un ambiente de enfrentamiento fue el de la religión. Los republicanos de izquierda buscaban un Estado laico, en el que el poder histórico de la Iglesia se viera reducido. Este aspecto dividió y enfrentó a la España tradicional con la que buscaba, desde el poder, impulsar una modernización.

“El laicismo oficial del Estado republicano y la enseñanza libre hicieron que la Iglesia y los sectores cercanos a ella se pusieran en contra de la República”, afirmó.

Así comienza un enfrentamiento entre oficialismo y clero que devendría poco tiempo después, en sus casos más cruentos, en quema de iglesias, persecución y asesinato de creyentes, y la semilla puesta para que el conflicto escalara.

Discordia y asesinatos

Tal como relató a EL COLOMBIANO Alberto Velásquez, excónsul general de Colombia en Madrid, hubo un desgaste de años antes de que esas tensiones estallaran, pero distintos hechos en concreto aceleraron el camino rumbo a la guerra entre españoles.

“En el 33 volvió la derecha al poder, y gobernó hasta el 36. A inicios de ese año asume otro gobierno de izquierda con el Frente Popular —una coalición—, y desde entonces distintos acontecimientos desgastaron a la sociedad española. Se iniciaron atentados de parte y parte, violencia callejera, y asesinatos como el de José Calvo Sotelo, un líder conservador”, explicó.

El que fuera ministro de Hacienda durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1930), se exilió durante los primeros años de la Segunda República, pero volvió al país en 1934, tras una amnistía, y fue electo diputado. Desde ahí, y especialmente durante el turbulento 1936, Sotelo protagonizó debates en las Cortes en los que pidió al gobierno que restableciera el orden público, a su juicio totalmente destruido, reclamando que en caso contrario tal tarea fuera asumida por el Ejército.

Estas intervenciones lo volvieron muy popular entre sectores conservadores, hecho que, tras su asesinato (13 de julio de 1936), significó un profundo impacto sobre la clase media española y polarizó más el ambiente político previo al golpe.

“Eso aceleró el alzamiento militar, con el general Francisco Franco a la cabeza, y después de la Guerra Civil vino la dictadura que todo el mundo conoce”, añadió Velásquez.

Los militares, por su parte, ya venían inconformes con la República desde años anteriores al asesinato de Calvo Sotelo, y tenían sus propios motivos para llevar a cabo la sublevación, por la forma desafiante en la que los gobiernos de entonces adelantaron la reforma del Ejército.

“Había que hacer esa reforma, era obligatoria hacerla, pero quizás pudo haberse hecho de una forma menos conflictiva y buscando que el Ejército no se pusiera por eso en contra de la República”, consideró por su parte Solar.

“Además se debe mencionar que la reforma agraria tocó naturalmente los intereses de las clases más adineradas, más poderosas, y las que tenían más tierras. Si bien es cierto que a la derecha terrateniente le fastidió esta reforma, no es menos cierto que tampoco le agradó mucho a los más desfavorecidos, a los agricultores que no tenían tierras. Porque esta fue muy tímida, fastidió a unos, pero no dio mucho a los otros”, agregó.

Por último, otro gran malestar que influyó, en el paso del país desde la inestabilidad al conflicto, fue el tema de las autonomías —como Cataluña o País Vasco—, que sembraron dudas en los militares, por el riesgo de una fragmentación de todas las regiones y de una España federal.

Lecciones y futuro

Ochenta años después del enfrentamiento entre hijos de una misma nación, historiadores, politólogos y expertos llaman a aprender las lecciones de lo ocurrido.

“La incivil guerra española, para desgracia nuestra, tiene su germen en la incapacidad para resolver estos problemas que nos enfrentaron unos a otros, en el fracaso del entendimiento. El bando sublevado (dictadura militar) contra la democracia republicana; al fin una absurda lucha de intereses sociales y políticos”, dijo a EL COLOMBIANO Víctor Corcoba Herrero, columnista y escritor radicado en Andalucía.

“Lo peor que le puede pasar a una nación, como sucedió en España, es la falta de respeto entre su ciudadanía, la falta de convivencia democrática, pues los rivales se convirtieron en enemigos, y todo resultó un caos. La enseñanza que debiéramos sacar de este incivil comportamiento es aprender a convivir entre diversos”, reflexionó.

Para Velásquez, por su parte, la lección que deja la Guerra Civil de España es la de no caer en radicalismos ni permitir que las sociedades entren en polarización.

“La inestabilidad de cinco años se dio por la polarización de las fuerzas, el apasionamiento de las mismas. Todos los protagonistas contribuyeron a construir no una España democrática, sino una España de revanchismos”, argumentó.

Hoy día, ante el surgimiento de nuevos partidos —Podemos y Ciudadanos—, y un creciente cisma entre sectores jóvenes y tradicionales, todas las voces esperan que la democracia española sea lo suficientemente madura para no permitir que un escenario como el vivido hace ocho décadas vuelva a producirse.

La situación política no es la mejor, y aún se ven las cicatrices dejadas por esos enfrentamientos pasados. Pero la apuesta de los españoles es seguir trabajando por un futuro pluralista, por consolidar la convivencia recuperada.

850
mil hombres tenía el Ejército Popular, que defendió a la Segunda República.
1500
aviones tenía la aviación del bando sublevado, gracias a la ayuda de Alemania.
Infográfico

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