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Indignación en todo el mundo ebulle, pero no conduce al cambio

Protestas en Rumania, EE. UU. y México marcan hito en participación, pero no logran trascender a lo electoral.

  • Medio millón de rumanos salieron a las calles para exigir que se revocara un decreto que despenalizaba ciertas conductas de corrupción. Banderas de EE. UU. y México también aparecieron FOTO afp
    Medio millón de rumanos salieron a las calles para exigir que se revocara un decreto que despenalizaba ciertas conductas de corrupción. Banderas de EE. UU. y México también aparecieron FOTO afp
10 de febrero de 2017
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Medio millón de rumanos lograron que en menos de una semana el Gobierno revocara un decreto que despenalizaba algunos delitos de corrupción, y ahora, con pancartas y arengas, exigen la dimisión de los socialdemócratas. Al mismo tiempo, en Argentina, cientos de mujeres dejaron sus senos al aire en pleno Obelisco de Buenos Aires para protestar, en lo que llamaron “tetazo”, contra los operativos policiales contra mujeres que dejan sus pechos al descubierto en playas locales.

En Estados Unidos, masivas protestas en las grandes capitales, en aeropuertos y en universidades, las más grandes desde Vietnam, dejan claro el rechazo de una porción de los americanos a las últimas decisiones del presidente Donald Trump. Entretanto, el próximo domingo, en México, 77 organizaciones civiles convocan a una gran marcha “en defensa de la dignidad, la unidad y la soberanía” frente a las afrentas del magnate hacia su país.

La indignación ebulle en las calles, y los analistas se dividen entre las razones y la efectividad de las voces para promover verdaderos cambios. Juan Ricardo Aparicio, antropólogo experto en estudios culturales, afirma que los últimos meses, desde la victoria del Brexit en Reino Unido hasta el presente, están dejando al mundo en una fase de incertidumbre sobre el funcionamiento económico, la noción de las fronteras y hasta la identidad.

“Las contradicciones propias del libre mercado generan un efecto paradójico y crearon una emergencia de los nacionalismos, que conlleva a la defensa del trabajo nacional, de la tradición, de muchas ideas, valores y afectos”, detalla el experto, para quien también ha influido el crecimiento de la insatisfacción de la clase media y de su búsqueda de más espacios de incidencia política efectivos.

Así las cosas, para Aparicio, mientras de un lado se fortalecen los movimientos de derecha, hay otros que no están dispuestos a que se pasen los derechos adquiridos, y entonces afloran numerosas protestas de feministas, ambientalistas y defensores de las libertades.

A los “indignados”, como los llama, la incertidumbre los golpea ahora como en pocos momentos de la historia. En eso concuerda Hernán Olano, director del programa de Historia y Humanidades de la Universidad de La Sabana, para quien los últimos meses, con escándalos de corrupción y de abuso del poder como el de Odebrecht, se incomodó aún más a la masa indignada.

“El problema es que la corrupción está globalizada, va resquebrajando el sistema, tanto en lo público como en lo privado, pero hay una lucha contracorriente que ha motivado la indignación general”, apunta Olano, no sin advertir que “desafortunadamente” la sociedad civil se moviliza, pero no siempre logra encausar sus peticiones a decisiones.

¿Funcionan las protestas?

Si bien Enrique Serrano, analista internacional de la Universidad del Rosario, valora lo sucedido esta semana en Rumania, es enfático en que eso no quiere decir que los grupos de presión tengan un reconocimiento mayor todavía. “En este momento sí se nota mucho, porque sale en periódicos, llama la atención, parece como si pasara la gran cosa en ese país, pero en la mayoría de casos no implica más que disputas materiales entre grupos de presión y gremios y sectores”, reflexiona.

El experto hace notar que una mayor visibilidad de los movimientos sociales, como sucede también en Estados Unidos, México y Argentina, no significa necesariamente que tengan una relevancia efectiva. “Estos movimientos están condenados al fracaso, para alcanzar relevancia efectiva tienen que pasar por cambios electorales”, advierte, y pone como ejemplo a los gobiernos derrocados por la llamada Primavera Árabe en Medio Oriente, que al fin y al cabo no produjeron nuevas democracias, sino una sensación de caos que los volvió a llevar al autoritarismo.

Sobre las protestas que tienen lugar en Estados Unidos, Mark Weisbrot, codirector del Centro para la Investigación Económica y Política, comenta que aunque no cabe duda del impacto que han tenido en los medios y la ciudadanía, tienen que materializarse en “poder real”.

La forma, sugiere, es influir en las próximas elecciones de Congreso, que tendrán lugar en noviembre de 2018, y ese es justamente el propósito de las movilizaciones actuales: “los próximos comicios serán muy diferentes. Veremos que más gente irá a votar y que de estas marchas saldrán nuevos líderes que irán a ocupar un escaño en el Congreso y que harán más difícil que los republicanos dominen casi todos los poderes”.

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