viernes
7 y 9
7 y 9
Cubrir el conflicto árabe-israelí durante más de 30 años, es la experiencia de la que no se cansa de aprender Jana Beris (Montevideo, 1961), quien ha sido los ojos y la voz en Medio Oriente de medios como BBC, La Nación (Argentina), El Tiempo (Colombia), El Mercurio (Chile), y El Universal (México), entre muchos otros medios.
Para Beris, el amor por una tierra que quiere ver en paz —la misma que estuvo cerca de alcanzarse con Rabin y Arafat en el año 1995—, es lo que le permite persistir en la labor de informar sobre los dolorosos acontecimientos que marcan a Israel y Palestina desde hace décadas.
EL COLOMBIANO pudo dialogar con Beris en Jerusalén, sobre asuntos que marcan la realidad de un reportero en dicha región.
¿Desde hace cuánto está en Israel?
“Desde que vine a la Universidad Hebrea de Jerusalén a estudiar, hace 36 años”.
¿Y cómo era el Uruguay de entonces, el que dejó atrás?
“El de la dictadura militar. Cuando uno no estudiaba en un liceo público, porque yo estudiaba en uno privado, no podía percatarse entonces completamente de lo que pasaba en el país. Los que estaban en uno público sentían más en la vida diaria lo que era situación. Pero también yo llegué a sentir lo que era esa época. Profesores que se cuidaban de lo que hablaban. Y más por la profesión de mi papá José Jerozolimski, que en paz descanse, quien era periodista. Una vez, llegaron los militares a la casa, y solo estaba la empleada.
Mi papá, haciendo honor a su educación autodidacta y su cultura impresionante, tenía una vasta biblioteca, multifacética, que esos soldaditos —que quizá no habían leído mucho—, encontraron con libros de Lenin, Marx, y otros autores políticos de izquierda, pero entre obras de todos los demás espectros políticos, y le preguntaron a la chica:
- ‘¿Por qué tiene esos libros?’
Y ella, muy astuta, les dijo:
- ‘Porque el señor es periodista y tiene que estar enterado de todo’.
Se callaron la boca y se fueron. Mi papá tenía que enviar, como otros directores de diarios, todos los ejemplares al Departamento de Inteligencia, que vigilaba y censuraba a los periodistas. Yo me acuerdo de todo eso, y vivía ese ambiente de limitaciones, de no vivir en una democracia. Pero me imagino que lo hubiera sentido más si hubiera hecho parte de la educación pública”.
Por tanto se ve que todavía quiere mucho a su país
“Vine hace casi 36 años, pero sigo viviendo intensamente al Uruguay. Sigue siendo fuerte el sentimiento que tengo por mi país. Me siento muy ligada a él, y mi familia también, tanto que mi hijo menor tiene una bandera enorme del Uruguay en su cuarto”.
¿Cuál ha sido el momento más difícil en su carrera como reportera?
“Es difícil cubrir asuntos de conflicto, por supuesto, temas que duelen. Pero considero que siendo periodista hago parte de la ciudadanía, y en ese sentido el asesinato de Isaac Rabin (4 de noviembre de 1995) fue uno de los peores hechos que cubrí como profesional y viví como ciudadana. Yo sentí que se caía el cielo.
Yo podía entender algunas críticas de la derecha al proceso de paz, que creían que estaba dando pasos peligrosos. Era legítimo pensar que se equivocaba en algunas cosas, pero no era legítimo matarlo. Todo cambió entonces, eso se podía percibir en la calle, hasta en el cuidado que tenía la gente al manejar. Nadie creía que pudiera pasar algo así, y que se hubiera llegado hasta tal punto.
Fue una sensación de duelo absoluto y nunca pensé que fuera a llorar tanto por la muerte de alguien que no fuera un familiar. Yo lo conocí y lo había entrevistado en más de una ocasión. No era una persona que inspir0.ara simpatía especial, era más bien tosco. Dicen que porque era muy tímido, pero eso no lo sé. En todo caso, él daba esperanzas y simbolizaba mucho para el futuro”.
¿Qué otros asuntos son difíciles en su trabajo diario?
“Ver las víctimas inocentes. Hace poco el mundo entero e Israel también, se conmocionaron por el ataque en la aldea palestina de Duma en el que murieron tres miembros de la familia Dawabshe, entre ellos un bebé. Israel lo condenó en los términos más enérgicos. Y me duele que del lado palestino no haya habido en los últimos meses ni una sola condena a los atentados contra la población israelí. Recuerdo los años en los que uno se levantaba y se preguntaba ‘¿dónde será la explosión hoy?’. Y yo llegaba a cubrir y veía los cuerpos descuartizados. Inclusive fui testigo de un atentado suicida. Estaba a 20 metros del bus que estalló. Subí a sacar heridos y lo que vi fue dantesco”.
¿Qué tanta presión ha tenido al trabajar en la región?
“En Israel se trabaja con mucha libertad. Años atrás, al aplicar para el carné de prensa, había que comprometerse a respetar los lineamientos de la censura en el sentido de no publicar datos operativos que pueden dañar la seguridad nacional. No es algo político.
Ahora ni eso aparece en los requisitos. En la práctica yo jamás tuve problemas. Recuerdo por ejemplo cuando la Segunda Guerra del Líbano (2006), se pedía a los periodistas que no dijeran dónde cayó exactamente un misil disparado por Hezbolah ya que eso podía ayudarlos a mejorar la puntería. Pero eso pasa más por una cuestión de responsabilidad que por una imposición formal”.
¿Ha sentido riesgos desde el lado palestino?
“Sí, pero no cómo se cree. En dos situaciones pensé que corría riesgos. La primera por cuestiones técnicas, más que de violencia, cuando llegó Arafat a Cisjordania en el marco del tratado ‘Gaza y Jericó primero’ de 1993/1994. Era tal el aluvión de gente que pensé que me iban a aplastar en una estampida.
Pero años después, tuve la oportunidad de entrevistar al jeque Ahmed Yassin, el jefe máximo de Hamas, que estaba en silla de ruedas. Logré con mis contactos palestinos que el grupo aprobara dicha entrevista. Estaba en Gaza, en un carro rodeado de sus asesores, iba en el lado izquierdo. Y el carro parqueó en un muro, frente a la casa de él. Se oían helicópteros israelíes de fondo. En ese momento creí que nos iban a bombardear y que estaba frita. ¿Hago la entrevista o no? Finalmente decidieron cancelarla en frente de su casa. Posteriormente, Israel lograría su objetivo de matarlo”.
¿Por dónde cree que pasa una solución a la compleja situación de Medio Oriente?
“Los problemas en la región son tan grandes, que el conflicto árabe-israelí es una pequeña parte. No tengo ninguna duda de que el principal motivo de inestabilidad en la zona proviene de los propios regímenes de las naciones árabes. Eso no quita que se tenga que solucionar el tema palestino. Creo que se debe empezar por negociar directamente con Israel, en vez de acudir a la comunidad internacional para que lo presione. Yo espero que haya un Estado palestino soberano, pero la única forma de lograrlo será mediante negociaciones entre las partes”.