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Huida de Ortega y Ferrer a Colombia: ¿roce bilateral?

La fiscal venezolana y su esposo, chavista disidente, se fueron de Venezuela cuando la presión del régimen se ensañó con ellos y su protesta a la Constituyente. Su llegada a
Bogotá agita el clima regional.

  • La fiscal de Venezuela, Luisa Ortega, y su esposo, el diputado disidente Germán Ferrer, están desde el viernes en Colombia, a donde llegaron en un vuelo proveniente de Aruba. FOTO reuters
    La fiscal de Venezuela, Luisa Ortega, y su esposo, el diputado disidente Germán Ferrer, están desde el viernes en Colombia, a donde llegaron en un vuelo proveniente de Aruba. FOTO reuters
  • Huida de Ortega y Ferrer a Colombia: ¿roce bilateral?
20 de agosto de 2017
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¿Qué será de Luisa Ortega y Germán Ferrer en Colombia? Su travesía comenzó la madrugada del viernes. Como fugitivos, la fiscal general de Venezuela y el diputado disidente llegaron por tierra al norteño estado de Falcón, donde se sabe que tenían amigos y familiares. Ya en la península de Paraguaná continuaron en lancha hasta la isla de Aruba, a unos 30 kilómetros. Tomaron un vuelo privado y aterrizaron en el aeropuerto internacional El Dorado a las 3:30 de la tarde.

Huyeron de un régimen en el que un día creyeron. Ortega llegó a decir en una entrevista con la BBC que Hugo Chávez era “el humanista más grande del mundo”, mientras Ferrer hizo parte de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (el brazo armado del comunismo venezolano de los 60) y en los 90 se aferró al proyecto del fallecido líder.

Pero el Gobierno en el que depositaron su fervor fue el mismo que los arrinconó. El secuestro por tres días de una de las hijas de Ferrer e hijastra de Ortega, en febrero pasado, fue un primer síntoma de la inconformidad. Dos meses después, la decisión del Tribunal Supremo de Justicia de desconocer los poderes del Parlamento y la posterior iniciativa de Nicolás Maduro de llamar a una Asamblea Nacional Constituyente sin consultar a los venezolanos los fortaleció como enemigos de Maduro, al punto de tener que huir a Colombia.

Aunque la Comisión de Asuntos de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes pidió que el Gobierno colombiano les dé medidas de seguridad especial, su situación todavía es incierta.

En teoría, la pareja tiene tres meses para pedir refugio en Colombia, pero según Juan Carlos Restrepo, consejero presidencial de Seguridad, todavía no han manifestado voluntad de hacerlo, y el silencio de ellos y de la Cancillería no dan claridad.

Crece el pesimismo

Por lo pronto, en Venezuela la noticia acrecentó la inquietud. Carlos Romero, politólogo y analista internacional venezolano, siente que la partida de Ortega y su esposo dejó una enorme expectativa por el futuro que le depara al país. “Desde el viernes hay un bajón en la creencia de que es posible salir pronto de esta crisis por la vía democrática”, expresa, y añade que su país ya tocó los límites de la hiperinflación (cuando se salen de control la pérdida del valor de la moneda y el aumento de los precios), mientras el ambiente está cada vez más enrarecido con mercados vacíos, falta de médicos, de servicios y de transporte en las calles. “Vivimos en una especie de toque de queda”.

La disidencia chavista también siente el impacto. Según cuenta Olly Millán, ministra de Economía Popular en tiempos de Chávez y hoy desencantada del Gobierno que heredó Maduro, Ortega y Ferrer se convirtieron en factores incómodos y, por lo tanto, en objetivos que había que eliminar institucionalmente. “Era obvio que una vez se instalara la Asamblea Nacional Constituyente, la estrategia era erradicarlos en la política”, dice, y advierte que fueron más lejos con violaciones a sus derechos y los obligaron a dejar el país.

“En varias oportunidades Luisa Ortega nos dijo que sentía amenazada su integridad física y ya le habían advertido que iba a ir presa. Ella no tenía ningún tipo de defensa, no sentía garantías, y tuvo que salir del país”, cuenta la exministra que, consciente de que el Gobierno será cada vez más autoritario, se quedará en Venezuela para construir una oposición de izquierda democrática.

Sentían el peligro

Las razones para la huida de la pareja fueron claras. Ortega se declaró en persecución desde el pasado 31 de marzo, cuando renunció al chavismo con su frase de que en Venezuela “había una ruptura del orden constitucional”.

Ese día, el Tribunal Supremo de Justicia desconoció los poderes del Parlamento, y más tarde apareció el pedido de una Asamblea Nacional Constituyente sin consultar a los venezolanos.

Desde entonces, los Ortega Ferrer se proclamaron disidentes y el régimen se ensañó con ellos. El diputado Pedro Carreño, oficialista, dijo que la jurista sufría de “insania mental”, y hasta pidió una junta médica al Tribunal Supremo de Venezuela para evaluar qué tipo de locura padecía. Diosdado Cabello, hoy constituyente, pidió “perdón” por la decisión suya de nombrarla fiscal hasta el 2021 y calificó a la funcionaria de “indigna”. El Gobierno omitió una medida de protección de la Corte Interamericana de Derechos Humanos para ella y, en cambio, congeló sus cuentas y las de su familia, le prohibió salir del país y la destituyó de su cargo.

La acusación contra su marido de participar en una extorsión y el allanamiento a su residencia el miércoles pasado colmaron la paciencia. A eso se sumó, el viernes, el vínculo explícito que planteó Ortega entre los sobornos de la firma Odebrecht en Venezuela y el presidente Maduro.

“Se habla de que ella tiene en su custodia unos papeles que comprometerían al gobierno. Quizá sintió que estaban muy cerca de llevarla a prisión y no le quedaba más remedio que irse para garantizar su seguridad y la de su familia”, cuenta Carlos Romero.

Hace apenas dos semanas, en una entrevista que Ferrer le dio a EL COLOMBIANO, el diputado y esposo de la fiscal decía que “aquí (Venezuela) lo que está presente es el atropello, la descalificación y el riesgo de ser detenido, de que te aprendan, y hasta de que te puedan desaparecer, porque a eso vamos, a un período sombrío, de extrema vejación de las libertades”.

Si bien afirmó que no se les había pasado por la cabeza salir del país, su opinión sobre la administración de Maduro era severa: “Su gobierno es ahora indefinido, porque la Constituyente, avalada por la fuerza, no establece límites de tiempo y no podrá resolver los problemas fundamentales del país”, y añadió que temía que su país terminara como Polonia después de la Segunda Guerra Mundial: destruida y sin capacidad de enmendarse.

Colombia: tradición de asilo

¿Pero por qué Ortega y su esposo eligieron a Colombia como destino para su huida? Según Romero, simplemente fue la urgencia de salir del país con el mecanismo más fácil: Ferrer tiene familiares y conocidos en el estado Falcón, de donde la pareja salió hacia Aruba, y eso les habría permitido eludir controles.

De hecho, cuenta, horas antes de que Migración Colombia confirmara que los disidentes habían aterrizado en el país, el rumor de que habían tomado los llanos como camino se había expandido en los círculos políticos y académicos de Caracas. “Quizás lo hicieron para distraer, y les funcionó”.

Para Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio Venezuela de la Universidad del Rosario, la decisión pudo darse porque Colombia siempre ha tenido una tradición de acoger a actores políticos señalados por regímenes no democráticos en América Latina. Fue el caso del expresidente peruano Alan García, quien denunció persecución por parte del Gobierno de Alberto Fujimori, y solicitó refugio en Colombia en 1992. Pedro Carmona Estanga, el empresario que el 12 de abril de 2002 y durante 28 horas se tomó la presidencia de Venezuela (en ese entonces en manos del fallecido Hugo Chávez), también pidió asilo político a Colombia.

Este último, aunque prefiere mantener la prudencia sobre la crisis política en su país de origen, le dijo a EL COLOMBIANO que había podido confirmar que Ortega se encontraba en Colombia, pero que desconocía si iba a solicitar una visa de permanencia o un refugio.

En caso de ser así, Carmona enfatizó en las ventajas que, al menos él, halló en este país para refugiarse de la persecución de Chávez. La primera, es que el asilo político es una “institución” en Colombia. Luego, que aquí había trabajado como diplomático, académico y líder gremial, y tenía relaciones que le permitían continuar ejerciendo. De hecho, se especializó en docencia universitaria en la Universidad Sergio Arboleda, donde en la actualidad es director de la maestría en Administración de Negocios.

“Ya estoy arraigado, catequizado aquí. No hay que mirar para atrás, sino vivir”, expresó, y agregó que vio favorable la reacción de Colombia a ser sensible a la crisis humanitaria que atraviesa su país.

¿Roce bilateral?

Para el expresidente colombiano Andrés Pastrana, la presencia de Ortega en Colombia es importante, sobre todo porque “ella tiene toda la información del cartel de los Soles”, como se conoce a presuntos grupos dentro de las fuerzas de seguridad de Venezuela que estarían traficando con cocaína, y de sus vínculos en Colombia con las Farc y el Eln.

“Ella llega del chavismo, y se dice que era muy cercana a Diosdado Cabello, que según los americanos es jefe del cartel de los Soles”, agrega, y enfatiza en que si la fiscal solicita asilo, el presidente Juan Manuel Santos “debe dárselo”, aunque eso signifique que salgan a la luz pública temas sensibles relacionados con los diálogos de paz entre el Gobierno y las Farc.

Sobre el efecto que pueda tener la llegada de la fiscal y su esposo en la relación de los dos países, Pastrana considera que “la ruptura de Colombia y Venezuela no debe ser por ella”, sino en general por la ruptura del orden. “Con la Asamblea Constituyente asumiendo las funciones del Parlamento, se llevaron por delante el último resquicio de democracia que le quedaba a Venezuela”, comenta el expresidente, y sugiere que el mundo debe seguir cerrando todas las puertas a los actos dictatoriales del gobierno de Maduro.

De acuerdo con Romero, la llegada de Ortega a Bogotá y el artículo publicado por Santos la semana pasada en Project Syndicate, y en el que dice que “no se puede permitir que una nueva dictadura se perpetúe en medio de América Latina”, agudizan las contradicciones entre Colombia y Venezuela, “cuyas relaciones están viviendo el peor momento desde 2010”.

De hecho, ya no ve la posibilidad de que Colombia ayude a restablecer el orden en Venezuela, “a no ser que sea por una vía no diplomática”, porque ambos viven un enfrentamiento político “directo y abierto”.

Algo distinto cree Rodríguez, para quien aunque parece evidente que la respuesta de Maduro será “desobligante”, Colombia, al tiempo que es muy probable que le dé asilo a Ortega, también seguirá tratando de facilitar procesos que acerquen al gobierno de Caracas y a la oposición. La llegada del Papa Francisco a Colombia, por ejemplo, podría servir para un giro pacificador.

1.213
presos políticos ha habido en Venezuela desde enero de 2014 hasta la actualidad.
327
civiles han sido juzgados en tribunales militares en cuatro meses de protestas.
133
personas fallecieron por protestas en Venezuela entre el 1 de abril y el 31 de julio.
900
heridos ha habido en promedio en Venezuela cada mes por las protestas.

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