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¿Muere el sueño americano con Donald Trump?

Las limitaciones para ingresar a EE. UU. podrían convertir a Canadá y Suramérica como nuevos destinos.

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¿Muere el sueño americano con Donald Trump?
26 de febrero de 2017
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El sueño americano, esa noción malgastada por el cine y los ensayos, de que cualquier persona en América, sea cual sea su origen, puede tener éxito, seguridad financiera, comodidad y ocio si trabaja duro, parece haber quedado en entredicho con Donald Trump al mando de Estados Unidos.

“Él quiere retirar por completo esa imagen de que EE. UU. es la patria prometida”, infiere Fernando Neira, experto en migraciones del Centro de Investigación en América Latina de la Universidad Autónoma de México (Unam), argumentando que el veto a migrantes y refugiados de siete países de mayoría musulmana, la construcción de un muro en la frontera con México y el anuncio de que contratará a 15.000 agentes para acelerar las deportaciones, rompe la esperanza de muchos de hallar prosperidad en el norte.

“Con el 11 de septiembre ya el migrante se volvió sujeto peligroso, entró en la tónica de ser posible terrorista, y ante esa zozobra, el norteamericano promedio y los políticos vieron en la migración un peligro. Sin embargo, ahora Trump cierra todavía más la posibilidad de ingreso a Estados Unidos, consolida la persecución a quienes no nacieron en ese país y destruye de forma paulatina la idea de paraíso americano”, agrega Neira.

Para él, es cada vez más claro que en el EE. UU. del magnate, aunque no se rechaza del todo que los migrantes son una fuerza necesaria, dejan de concebirse como personas y entran a ser mano de obra temporal, que debe regresar a sus países de origen. Y si los hispanos, africanos y asiáticos no se pueden quedar, “entonces el sueño americano ya no está”.

Si bien para Jack Glaser, profesor de la Escuela Goldman para la Política Pública, el concepto ha cambiado en las últimas décadas, y ahora tiene más que ver más con la adquisición de una riqueza superior, Trump lo debilita.

Con esa nueva comprensión (la de acumulación de ganancias), el mandatario expande la idea de sueño “en la medida en que su envidiable riqueza es envidiada”. No obstante, al tratarse de un tesoro heredado, por el que no trabajó como lo pudo haber hecho su padre, el líder, como nuevo referente de ese país, desgasta el término.

A lo anterior se suma que el mandatario omite en todos sus discursos que, desde el punto de vista económico, hay un fuerte argumento para afirmar que EE. UU. es altamente dependiente de los migrantes.

“Hay muchos puestos de trabajo en el país que los no migrantes no están dispuestos a asumir, tal vez porque no saben cómo hacerlo como ricos, desde la versión moderna del sueño americano”, sugiere.

Una ilusión que pervive

“El sueño americano va a sobrevivir a la presidencia de Trump”, pronostica en cambio Dan Restrepo, quien fue asistente especial del presidente Barack Obama.

Si bien reconoce que los próximos cuatro años no van a ser los mejores para los migrantes instalados en este país, o que buscan llegar, no cree que las políticas del magnate tengan un gran efecto a largo plazo que cambie las dinámicas que han oxigenado el concepto de sueño americano.

La razón, continúa, es que las dinámicas migratorias no son por lo general muy voluntarias, sino que resultan de decisiones que se toman por necesidades profundas en los países de origen.

“Eso no va a cambiar. Además, tenemos que ver cuando empiecen los efectos negativos de las decisiones de Trump, cuando toquen por ejemplo la economía estadounidense. Eso le va a generar cierto desgaste político a él”, sostiene, y agrega que no hay que mirar muy lejos para entender el motor que significan los migrantes.

“Somos un país de migrantes y lo seguiremos siendo. Hasta la familia de Trump está llena de migrantes. Su madre, varias de sus esposas e incluso la primera dama”, destaca Restrepo, y recuerda que las olas grandes de movimiento de personas siempre han generado tensiones en Estados Unidos. “Lo de Trump entonces es retórica, un discurso político que se ha mantenido”, concluye.

Teniendo en cuenta que para Evelyn Nakano, directora del Centro para la Raza y el Género de la Universidad de California, la idea de sueño americano es diversa, resulta de múltiples orígenes, “de varias generaciones distintas que han combinado la dedicación y el trabajo duro en distintas eras para alcanzar un nivel de riqueza económica”, los migrantes en EE. UU., cada vez menos, tienen convicciones uniformes.

En esa medida, continúa, hasta la noción de americanos ha alcanzado nuevas categorías y, por ello, no hay certeza de si el concepto más tradicional de “sueño americano” morirá con Trump. “Depende de cómo cada ciudadano se sienta respecto a las nuevas políticas. Si eres migrante, la reacción podría ser volverte un americano con una idea de ciudadanía que no es segura”, anota.

Nuevos destinos

Prever, a un mes de iniciado el gobierno de Trump, si quienes están detrás del sueño americano cambiarán de destino, es prematuro. Así lo dice Francesca Fontanini, vocera para América Latina de la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur).

“Es demasiado temprano para ver los efectos de las órdenes ejecutivas. Estamos monitoreando todas las fronteras, y hasta ahora no hemos registrado una mayor ola de personas que esté llegando a México”, especifica la funcionaria.

No obstante, teniendo en cuenta que desde enero de 2015 el número de solicitudes de asilo a México aumentó 9 % cada mes, y que Acnur pronostica que en 2017 van a recibir 20.000, Fontanini está convencida de que ese país deberá prepararse para no ser solo lugar de tránsito, sino de recepción.

“Hay que mejorar su integración al país, que si van a México, tengan trabajo, servicios básicos y condiciones. Hay que reforzar las capacidades de los órganos de seguridad en la frontera, para que evalúen mejor las solicitudes de asilo”, pide ella, y explica que si las deportaciones van a aumentar en Estados Unidos, como pretende el presidente, México tendrá que estar listo para recibir a quienes vuelven y a quienes, de seguro, quieran intentar perseguir el sueño de nuevo.

Además del mismo México como nuevo destino, sobre todo para migrantes centroamericanos y cubanos que quieren cruzar la frontera, para Glaser hay muchos países donde existe una esperanza generalizada e incluso la expectativa de que el trabajo duro conducirá al éxito, como define el “american dream” .

Sin embargo, uno de los mayores desafíos es que hay barreras estructurales a la acumulación de capital que hacen que sea mucho más difícil para los miembros de algunos grupos, como minorías o nacidos en familias de bajos ingresos.

Entre esos países se destaca Canadá, que aunque restringe su cuota de migrantes aceptados cada año a 240.000 o 250.000, les ofrece programas de trabajo temporal, calificado y semicalificado. “Es indudable que necesitan mano de obra, y eso se volverá atractivo para quienes no puedan llegar a Estados Unidos, a sabiendas de que para desarrollar su sueño habrá más controles”, especifica Neira.

Para él, aunque los indocumentados seguirán yendo a Estados Unidos, pese a las nuevas reglas de Trump, también es claro que buscarán destinos alternos. Dentro de ellos, continúa, es interesante ver que no solo se perfilan los clásicos Europa o Australia, sino la misma región latinoamericana. “La migración sur-sur se disparó en la última década. Es posible que se vea un proceso de inserción en Chile, Argentina y Brasil”, sostiene.

Asia también se constituye como pilar de migración. Las recientes alianzas entre México, Corea del Sur y Japón generan procesos de incorporación de estudiantes y académicos que, de acuerdo con el experto, van a alimentar nuevos flujos.

Y es que aunque no existirá un nuevo sueño americano, o al menos no con las particularidades del original, Neira está convencido de que “el que migra seguirá haciéndolo, viajará a otros lugares o a los mismos, aunque las condiciones sean más adversas y desiguales. Esa parte de la cultura nadie la podrá borrar”.

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