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Argumentando que Estados Unidos se está quedando obsoleto en su capacidad nuclear, el presidente Donald Trump dejó claras sus intenciones de desarrollar el arsenal para que ese país “esté en lo más alto”.
Así lo sostuvo ayer durante una entrevista con la agencia de noticias Reuters, a la que le dijo: “soy el primero al que le gustaría ver que nadie tiene armas nucleares, pero nunca nos vamos a quedar retrasados respecto a ningún país, incluso si es un país amigo; nunca vamos a quedarnos atrás en la energía nuclear”.
Aunque sus afirmaciones hacen pensar en una nueva carrera armamentística, similar a la de la Guerra Fría, en la que Estados Unidos y la Unión Soviética causaron una tensión, compitiendo por quién era más fuerte en su arsenal nuclear, los expertos piden cautela.
Óscar Palma, director del Observatorio de Drogas y Armas de la Universidad del Rosario, interpreta las palabras del mandatario como una “confirmación” de algo que ya había mencionado Trump en campaña, y es que considera que el país necesita expandir y ampliar su capacidad, sin especificar cómo.
No obstante, aclara, lo dicho por el presidente podría conducir a una auténtica tensión solo si detallara si el incremento será en número de cabezas nucleares (armas) o en calidad de estas.
En el primer escenario, el de la cantidad, Palma explica que, aunque pueda asumirse como un mensaje fuerte, no necesariamente lleve a alterar la balanza estratégica y a replantear las posiciones de Rusia y China en el tema. “El hecho de que haya un número mayor de armas no cambia la dinámica. Durante la Guerra Fría, Estados Unidos tenía 1.000 o 2.000 más que la Unión Soviética, y esta solo respondió 20 años después con más”, detalla.
Si se trata de mejorar las calidades, otro es el efecto. De acuerdo con el experto, se abre la posibilidad de diseñar armas nucleares que ya no acaben con ciudades enteras, como hizo en 1945 Estados Unidos con Hiroshima y Nagasaki (Japón), sino que destruyan estratégicamente determinados espacios, lo que podría incentivar el tipo de ataque y salirse de control.
En solo 9 países (las potencias nucleares) hay más de 14.000 armas, y muchas están listas para lanzarse en 15 minutos y destruir el mundo en media hora. Lo anterior, sumado al hecho de que las tensiones globales están en niveles que las sociedades no habían presenciado desde hace dos décadas, con la Guerra Fría, le preocupa a Ira Helfand, director de la Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear.
En esa medida, según dijo hace tres semanas en la Cumbre Mundial de Premios Nobel de Paz, en Bogotá, la ratificación por parte de países como Colombia de la Convención sobre Protección Física de los Materiales Nucleares (que se negociará este marzo) le comunica a las grandes potencias que paren con el terror y que se definan y se fortalezcan las leyes internacionales para decir que es ilegal la posesión de estas armas.