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Lo acontecido en Georgia y Osetia del Sur aparece hoy, siete años después del conflicto, como algo casi lejano en la política exterior rusa, tras la entrada de la potencia en otras dos guerras —Ucrania (2014) y Siria (2015), en curso actualmente—. Pero se hace cada vez más claro que, desde la llegada del exKGB Vladimir Putin al Ejecutivo (2000), Rusia se ha vuelto tal vez el actor armado más asertivo a nivel mundial. ¿Por qué?
EL COLOMBIANO ha indagado desde hace más de un año en los motivos que impulsaron al presidente ruso a mantener a su país pendiente de situaciones conflictivas en las que pueda salir en defensa de sus intereses geopolíticos, sociales y económicos.
“Entendió la nación no solo como el territorio dentro de las fronteras rusas, sino más allá de ellas. Rusia es para él, por tanto, todos los lugares donde se habla ruso. Extiende los límites del país hasta donde el idioma o sus intereses económicos y políticos lo digan —Ucrania, Georgia, Moldavia, entre otros países—”, explicó con anterioridad a este diario Víctor de Currea-Lugo, columnista y experto en asuntos internacionales.
En 1999, Putin ya escalaba posiciones en el gobierno ruso, y se constituía como primer ministro (9 de agosto al 7 de mayo de 2000). Durante esa época fue el encargado de ordenar la ofensiva militar sobre Chechenia, con lo que iniciaba la Segunda Guerra Chechena (26 de agosto de 1999 - 16 de abril de 2009).
Al principio, el gobierno ruso calificaba su accionar en dicha región como una operación antiterrorista, pero numerosas ONG y otros gobiernos hablaban de una guerra civil en el Cáucaso Norte.
No obstante, después de asumir la Presidencia (26 de marzo de 2000), y de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 sobre E.U, Putin aprovechó la coyuntura mundial para recabar apoyos a su causa contra los insurgentes chechenos.
Así, al principio, Occidente había criticado duramente las violaciones de los derechos humanos en esa guerra, pero el incondicional apoyo ruso a la campaña antiterrorista lanzada por E.U tras el 11-S hizo que el país pudiera sortear dicho conflicto incluso con aval internacional.
Desde entonces, fue gradual el resurgimiento de Rusia como potencia mundial, y su poderío fue evidente desde 2008, con la guerra en Georgia.
Allí, separatistas prorrusos de las regiones de Osetia del Sur y Abjasia pidieron apoyo de la potencia ante ofensivas georgianas, por lo que el Kremlin —con Putin de primer ministro, tras el enroque con el presidente Dimitry Medvédev (2008 - 2012)— ordenó el despliegue militar en el pequeño país, triunfando en su meta de defender a las etnias rusas y sus disputados territorios.
El 26 de agosto de 2013, tras cinco días de la matanza de Ghoutta, en Siria, con armas químicas, E.U. anunció que el uso de arsenal químico por parte del gobierno de Bashar al Asad traspasaba la línea dispuesta por el presidente estadounidense, Barack Obama, para una invasión. Rusia advirtió en contra de la misma. Para Putin, una intervención sería “un acto de agresión”, palabras que disuadieron a E.U.
A finales de 2013 se desata en Ucrania la crisis del gobierno de Víktor Yanukóvich, cercano a Rusia y perteneciente a las etnias rusas del país. Tras su derrocamiento en febrero de 2014, la potencia entra a territorios ucranianos de mayoría rusa como Crimea, además de apoyar a los separatistas en Donetsk y Lugansk.
Para Mauricio Jaramillo, internacionalista y docente de la Universidad del Rosario, “además de que impidieron la ofensiva estadounidense en Siria, y de que toda solución en Ucrania los debe tener en cuenta, también han tenido condicionado el tema de la ampliación de la Otan. Son necesarios ahora para la solución de cualquier problema de seguridad internacional”.
Aún sin que E.U. entrara de lleno en el conflicto sirio, el régimen de Bashar al Asad se estaba viendo debilitado por un conflicto cada vez más complejo y una ciudadanía adversa. Así Rusia puso la lucha contra el terrorismo como argumento para intervenir ahora en defensa de su histórico aliado.
Desde Gaziantep, ciudad turca a 40 km de la frontera siria, el internacionalista Hasan Turk consideró que “Putin sigue mostrando que es tal vez el único que prefiere la vía bélica entre los mandatarios de las potencias mundiales. Tiene un enfoque pragmático para defender sus intereses. Sabe que Rusia, como poder militar, es un actor internacional ineludible. De allí el alarde de fuerza”.
“Pero la presencia rusa puede dar pie a una salida negociada en Siria con la oposición y potencias occidentales. No parece haber otra salida. Creo que finalmente Rusia no atacará de forma directa los intereses de Occidente y convendrá con E.U. no bombardear a opositores”, concluyó