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Tal como había prometido durante todo el 2016, incluso llegando al extremo del negacionismo —en contra del consenso de la comunidad científica mundial—, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, empezó a destruir el legado dejado por Barack Obama para que el principal emisor global de gases de efecto invernadero empezara a luchar contra el cambio climático.
En una orden ejecutiva prácticamente anula cualquier intento de resolver la situación que amenaza al planeta entero, y despoja de responsabilidad a la potencia.
Una pieza clave del decreto que firmó Trump ayer en la sede de la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) en Washington, es que elimina el requisito de que las agencias del gobierno consideren el impacto para el cambio climático en su toma de decisiones.
Pero no es solo eso. El presidente ataca el corazón del compromiso estadounidense con el planeta, plasmado en la Conferencia de las Partes de París (COP21): el Plan de Energía Limpia impulsado por Obama, en el que traza una serie de directrices y estrategias para llegar a la meta de 32 % de reducción de emisiones a 2030.
Como con otros asuntos polémicos, Trump se dedicó a celebrar y recalcar el carácter histórico de su decisión, en el breve discurso que pronunció antes de suscribir la orden.
“Tal vez ninguna normativa amenaza más a nuestros mineros, obreros y compañías de la energía que este ataque contra la industria estadounidense. Estamos poniendo fin al robo contra la prosperidad, y reconstruyendo a nuestro amado país”, dijo.
“Se trata del gran inicio de una nueva era en la energía estadounidense y en la creación de empleo. La orden que firmaré hoy eliminará la intrusión federal, restaurará la libertad económica, y le permitirá a nuestras empresas y trabajadores competir, prosperar y triunfar a un nivel no visto en más de ocho años”, agregó.
“De eso se trata todo, de recuperar nuestros trabajos, recuperar nuestros sueños, y hacer a Estados Unidos adinerado de nuevo. La guerra al carbón ha terminado. Cumpliré mi promesa para poner a los mineros de nuevo a trabajar en carbón limpio, muy limpio. Tendremos aire limpio, pero tantas regulaciones son innecesarias”, concluyó.
Reunidos en la sede de la EPA, ente que en años recientes dio duros golpes a los intereses de esas mismas personas, los magnates de la industria del carbón y otras que se benefician de ella, tal como representantes de los mineros y trabajadores, aplaudieron al unísono las palabras de Trump.
Pero ¿es igual en las instituciones, entre los políticos, las ONG, los activistas? ¿Qué piensa, en suma, la sociedad estadounidense de esto? ¿y por qué Trump parece avanzar con facilidad en su cruzada contra una normativa ambiental más estricta?
En diálogo con EL COLOMBIANO, expertos opinaron sobre el tema. Emilio Viano, politólogo y docente de la American University (Washington D.C), consideró que “la mayoría de los republicanos tiende a pensar que el cambio climático no es necesariamente el efecto de acciones humanas sino algo normal. Utilizan ese argumento para oponerse a medidas que protegen el medio ambiente y para apoyar los intereses de la industria pesada y minera”.
“En el fondo, su objetivo radica en ampliar la base industrial del país pero al menor costo posible —con la más alta ganancia, por ende— sin esas restricciones”, explicó.
El 12 de diciembre de 2015, a pesar del escepticismo de científicos y activistas, los líderes mundiales llegaron a un pacto sin precedentes, que trazó una sumatoria de aportes nacionales en reducción de emisiones para lograr un aumento de la temperatura menor a 1,5 grados para 2030.
Lo más complicado de ese pacto “histórico” —tal como fue calificado—, fue lograr compromisos de los principales contaminadores: Estados Unidos y China. La solidaridad del entonces mandatario de la potencia norteamericana, Barack Obama, logró esperanzar a todos al final de la COP21.
¿Pero qué implicaciones tendrá la decisión de Trump para el acuerdo de París y, por ende, para la lucha contra el cambio climático? Para Daniel Pabón, doctor en Meteorología y docente de la Universidad Nacional, afirmó que “se trata de un hecho muy grave para el mundo, en la medida en que se trata de uno de los países que más emite gases de efecto invernadero. Su compromiso además no era solo dentro de su territorio, sino que había pactado apoyar a las otras naciones para el cumplimiento de sus metas”.
“A pesar de numerosas dificultades, con Obama se había logrado avanzar en distintos asuntos, pero ahora el cambio de rumbo en EE. UU. implica que la meta pactada en París será complicada de cumplir para los demás”, auguró.