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Un salario mínimo en Venezuela alcanza para 12 manzanas

  • Esto es lo único que hay en la despensa de Mirella Rivero y su familia, quienes viven en Caracas, Venezuela. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
    Esto es lo único que hay en la despensa de Mirella Rivero y su familia, quienes viven en Caracas, Venezuela. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
  • La familia Barreto Bolívar vive en Caracas, Venezuela. Esto es lo único que tienen en su despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
    La familia Barreto Bolívar vive en Caracas, Venezuela. Esto es lo único que tienen en su despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
  • Yunni Pérez, Carlos Acosta, Adrián González, Luis Oliveros, Luis Oliveros y Héctor Acosta viven en la misma casa en Caracas, Venezuela. Abajo, todos los productos que tienen en la despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
    Yunni Pérez, Carlos Acosta, Adrián González, Luis Oliveros, Luis Oliveros y Héctor Acosta viven en la misma casa en Caracas, Venezuela. Abajo, todos los productos que tienen en la despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
28 de abril de 2016
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Si los alimentos costaran en Colombia lo mismo que valen en Venezuela, un kilo de uvas no se conseguiría por menos de 100.000 pesos y una sola manzana roja valdría $50.000. “Por eso, comer estas frutas en Venezuela es solo para la gente rica. No vas a comprar uvas cuando te cuestan casi media quincena”, cuenta el venezolano Jorge Rodríguez*, que viajó a Medellín a visitar a sus padres y a comprar todo lo que en su país es escaso o demasiado caro.

Jorge es técnico superior en informática y trabaja como supervisor de bóveda en el Banco de Venezuela. Vive con su esposa, que es profesora, y con su hijo de seis años. Aunque ambos ganan más de un salario mínimo cada uno, lo que devengan entre los dos no alcanza para comprar ni un mercado completo.

“Yo gano 31.000 bolívares, contando los tickets de alimentación, y mi esposa 28.000. Pero un kilo de carne cuesta 2.000 bolívares, un pantalón vale 30.000 y unos tenis deportivos cuestan 50.000. Entonces, si te compras los tenis no comes, y si comes tres veces al día no pagas la luz”.

Si Jorge quisiera comprar el mismo mercado de hace cinco años, debería ganar al menos tres salarios como el que devenga en el Banco de Venezuela. Eso sin contar con otros gastos como ropa, recreación y útiles escolares. Además, tendría que contratar a alguien para que hiciera fila en los supermercados mientras él y su esposa trabajan.

En su afán por mejorar la economía doméstica, Jorge buscó otro empleo y ahora también vende cervezas a domicilio. O vendía, porque a partir de este viernes la Cervecería Polar cerrará por falta de materia prima. “Hasta la semana pasada, el único negocio medio rentable eran las licorerías”, asegura Jorge, quien tendrá que inventarse otra forma de ganar dinero extra.

Una de ellas es el cambio de divisas. Los venezolanos que tienen tarjetas de crédito de algún banco del Estado pueden solicitar un monto de hasta tres mil dólares para viajes en el exterior, dependiendo del país de destino. Para un viaje a Colombia de 15 días, por ejemplo, el Banco de Venezuela otorga un crédito de 700 dólares por persona, que se cambia como dólar flotante (en este momento está a 370 bolívares por dólar).

En Colombia, Jorge compra los productos que son mucho más baratos que en su país y lleva los dólares restantes de vuelta a Venezuela. Allá los convierte en bolívares pero con la tasa de cambio del dólar paralelo. En el mercado negro, por cada dólar le dan 1.100 bolívares. Con las ganancias del cambio de divisas -más lo que lleve de Colombia- Jorge puede completar el mercado y pagar las cuentas por lo menos durante tres o cuatro meses.

La familia Barreto Bolívar vive en Caracas, Venezuela. Esto es lo único que tienen en su despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
La familia Barreto Bolívar vive en Caracas, Venezuela. Esto es lo único que tienen en su despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS

Hasta los platos típicos sufren la escasez

Lo que más extraña Jorge del tiempo de la abundancia es poderse comer un pabellón criollo completo. El plato típico venezolano por excelencia lleva arroz, caraotas (fríjol negro), carne desmechada, tajadas de plátano maduro y huevo frito. Pero con los supermercados vacíos, las filas interminables y los precios por las nubes, hace meses que en su casa no se comen un pabellón criollo con los cinco ingredientes.

“Para acabar de ajustar, las caraotas cada vez son más difíciles de conseguir: un solo kilo del tradicional grano vale 1.500 bolívares, el 6 % del salario mínimo venezolano”. Es como si los antioqueños tuvieran que comprar cada kilo de fríjol cargamanto a 41.367 pesos.

Las otras perjudicadas son las arepas y las empanadas rellenas de queso blanco, carne molida y caraotas. Según Jorge, la harina de maíz está tan cara -y la barata es de tan mala calidad- que las personas que antes vendían esos platos típicos en la calle han abandonado sus puestos de trabajo.

Por fortuna, no todos los productos han sufrido los efectos de la inflación. Algunas frutas y hortalizas que crecen en suelo venezolano como el mango, la mandarina, el limón y la naranja se consiguen en las plazas de mercado a precios razonables. Además, la gasolina sigue siendo una de las más baratas del mundo. Mientras que Jorge llena el tanque de su automóvil con 200 bolívares, un botellón de agua le cuesta 250.

Pero según él, no sirve de mucho que la gasolina sea la más barata de América cuando “comprar un carro es prácticamente imposible”. Los bancos ya no prestan más de tres millones de bolívares y los carros suben de precio todas las semanas. De hecho, las páginas web de carros usados dejaron de mostrar el valor de los vehículos que están en venta.

“Si usted quiere comprar un televisor o un aire acondicionado tiene que llegar a la tienda de electrodomésticos con un bulto de billetes”, asegura el venezolano. Y no es una exageración. Un televisor Lcd de 32 pulgadas marca Samsung cuesta 350.000 bolívares -11 veces lo que gana Jorge en un mes-. Si el comprador quisiera pagar en efectivo tendría que llevar 3.500 billetes de 100 bolívares, el de más alta denominación en Venezuela.

Yunni Pérez, Carlos Acosta, Adrián González, Luis Oliveros, Luis Oliveros y Héctor Acosta viven en la misma casa en Caracas, Venezuela. Abajo, todos los productos que tienen en la despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS
Yunni Pérez, Carlos Acosta, Adrián González, Luis Oliveros, Luis Oliveros y Héctor Acosta viven en la misma casa en Caracas, Venezuela. Abajo, todos los productos que tienen en la despensa. FOTO: CARLOS GARCÍA - REUTERS

Un futuro poco alentador

Según los pronósticos del Fondo Monetario Internacional (FMI), la economía venezolana podría alcanzar esta año una inflación del 700 por ciento. Eso significa que los precios actuales (que ya son astronómicos) se van a multiplicar por 7. Además, se espera una disminución del 8 por ciento en el Producto Interno Bruto venezolano.

Esto se debe a que “tanto las exportaciones como las importaciones han declinado como resultado de las nuevas caídas de los precios del petróleo. Las divisas disponibles han sido utilizadas principalmente para financiar importaciones de bienes esenciales (...) La capacidad productiva se ha desplomado como consecuencia de la falta de bienes intermedios, de los controles de precios y otras regulaciones y controles administrativos generalizados y del deterioro del clima de negocios”, explica el informe Perspectivas Económicas publicado este miércoles por el FMI.

Para el Fondo Monetario, las medidas del gobierno de Nicolás Maduro son paños de agua tibia. “La reciente depreciación del tipo de cambio oficial y el incremento de los precios internos del combustible fueron insuficientes para resolver los desequilibrios externos e internos originados por esas distorsiones”, dice el informe.

Y si a los desafortunados pronósticos económicos se suman los problemas de orden público y seguridad, el panorama es aún más desalentador. En 2015, Caracas fue la ciudad más violenta del mundo con una tasa de homicidios de 119,87 por cada 100.000 habitantes, según un informe de la organización mexicana Seguridad, Justicia y Paz. Sin embargo, el delito que más afecta a los ciudadanos del común es el llamado “bachaqueo”.

Los bachaqueros son traficantes de comida y otros productos de la canasta básica familiar que compran grandes cantidades de alimentos en los supermercados y los revenden en la calle. Muchas veces, los ciudadanos no encuentran jabones, arroz o caraotas en las tiendas porque ya están en manos de los bachaqueros, y no tienen otra opción que comprarlos al precio que exijan.

Según Jorge, el bachaqueo es permitido por los policías y guardias que cuidan los supermercados, mientras que los funcionarios del gobierno aprovechan su posición para acceder a los productos que la gente normal no puede llevar a sus casas. “Es que en Venezuela -dice Jorge- ya no existe la ley”.

*El nombre fue cambiado para proteger a la fuente.

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