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Muy poco tiempo pareció durar el respiro que se tomó el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, frente a la creciente polarización del país y las distintas polémicas, por cuenta del atentado de Nueva York y el unido clamor de luto y condena bipartidista en todo el país. Ayer la cotidianidad de lo que ha sido Washington en el primer año de su mandato pareció volver para quedarse.
Y eso ocurrió de la forma más curiosa y anecdótica. Su principal herramienta para comunicarse, su cuenta de Twitter, fue vetada sobre las 11:00 p.m. por dicha red social, durante 10 minutos aproximadamente. Nadie se explicaba qué había pasado con una de las cuentas que más activamente se actualiza en el país. Tanta fue la sorpresa que la gente empezó a especular sobre los motivos de ese lapsus. Los interrogantes se tornaron nacionales y llenaron las portadas de los principales medios.
“Los 10 minutos de paz”, así fue denominado rápidamente el suceso, dando el mensaje de que la red vivió un poco más tranquila durante ese breve periodo de tiempo.
Cincuenta minutos después, la compañía informó en una serie de tuits que se había tratado de un error por parte de un empleado: “más temprano hoy la cuenta @realDonaldTrump fue inadvertidamente desactivada debido al error humano de un empleado de Twitter”.
“La cuenta estuvo bloqueada por 11 minutos y desde entonces ha sido restablecida”, añadió, precisando que realizaba una investigación interna sobre el incidente y que estaba tomando “medidas para prevenir que esto no suceda de nuevo”.
Pero poco después la red social señalaba: “hemos descubierto a través de nuestra investigación que este corte fue provocado por un empleado que lo hizo porque era su último día de trabajo”.
De inmediato empezaron las redes a multiplicar exponencialmente las condenas –de simpatizantes de Trump o republicanos–, y las burlas –de opositores a sus políticas–.
Para algunos medios estadounidenses, la acción contra la cuenta del magnate en Twitter fue no solo una burla sino una protesta que enviaba un mensaje claro sobre el efecto de sus trinos contra la hoy polarizada democracia de ese país.
En opinión de Emilio Viano, politólogo y docente de la Universidad Americana de Washington, “no solo es un recuerdo cómico de su salida, sino que dicho empleado intentó utilizar la acción como algo simbólico para subrayar que Trump está abusando de esa herramienta para crear más división y confusión, para preocupar más a las personas, y que nunca la usa para unificar, ni para brindar paz o entendimiento”.
En este sentido, el experto consideró que el bromista fue exitoso en su cometido sabiendo que llamó la atención de toda la sociedad estadounidense.
Para Enrique Serrano, profesor de la Facultad de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario, el hecho también “demuestra que no solo Twitter, sino todo el establecimiento tecnológico de Estados Unidos está sesgado ideológicamente y en contra del magnate”.
Paradójicamente, es Twitter la herramienta que utiliza Trump para posicionarse frente a sus bases de apoyo, y los sucesos que más relevancia han tenido durante su administración son constantemente abordados por el magnate –y no por su equipo de prensa, como ocurre en otros gobiernos– en dicha red social.
A pesar de que Serrano consideró que el freno contra la cuenta incluso podría ser punible, argumentó que “no es conveniente para una democracia que un jefe de Estado utilice esa herramienta de forma tan reiterada, porque se confunde lo oficial con lo extraoficial. Incluso, obviando la asesoría, sus frases podrían tener consecuencias legales si incurren en excesos”.
Viano explicó que “si bien el uso de Twitter le ha valido para construir de forma muy astuta unas bases de apoyo, también ha demostrado falta de respeto hacia sus asesores porque da el mensaje de que no le importa mucho su opinión, y por otra parte, tal como ha evidenciado en sus trinos, se gana la resistencia de Washington al intentar imponerse con 140 caracteres sobre la justicia y el Legislativo, ignorando la separación de poderes”.