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En algún lugar en las entrañas destruidas del colegio Rébsamen, al sur de Ciudad de México, hay por lo menos 30 personas atrapadas. La mayoría de ellos son niños.
Alrededor de estas ruinas, de donde ya han logrado extraer 32 pequeños más y cinco adultos quienes no alcanzaron a escapar de la destrucción que provocó el terremoto del pasado martes, se ha reunido casi que todos los sobrevivientes en condiciones de ayudar en un arranque de solidaridad que por poco raya con la histeria colectiva.
“La tragedia del Rébsamen es el epicentro de lo que ocurrió, porque son niños”, narra Cora Bravo Laborie, periodista del Grupo Imagen, “cuando se supo lo que pasó, acudió tanta gente, que las autoridades tuvieron que cerrar las calles para que los rescatistas pudieran trabajar”.
En medio de una tragedia que fue peor que la de 1985, pues en el caso actual el caos golpeó toda la ciudad y no se enfocó en algunos puntos, Bravo Laborie recalca que el ambiente rebosa de ganas de ayudar.
Existe una relación estrecha entre los mexicanos, las tragedias y los niños. Exactamente 32 años atrás, en su memoria colectiva, quedó “Monchito”, un niño que los rescatistas decían escuchar entre las ruinas de la calle de Venustiano Carranza, en el barrio de La Merced de Ciudad de México. El no haberlo encontrado quedó marcado como una cicatriz en la sociedad.
Como en este caso, en las ruinas del colegio se escuchan sobrevivientes. Sobre las primeras horas de la mañana, el sonido de una niña devolvió las fuerzas al grupo de socorristas que llevaban más de 24 horas seguidas en el mismo sitio. Durante todo el día han luchado contra los 45 centímetros que impiden llegar a la pequeña que llaman “Frida”.
Aún existe un cálculo no oficial del número de niños que pudieron ser encontrados del sitio en las primeras horas, cuando todo estaba más confuso y en las cercanías se ubicó un papel con los nombres anotados de los rescatados identificados, para ayudar a padres y seres queridos. Aún así, conforme sigan pasando las horas, las esperanzas de encontrar otros supervivientes se irán reduciendo. En el Rébsamen, los voluntarios tratan de ganar horas filtrando botellas de agua y algo de comida en los sitios en los que se escuchan ruidos.
En total son 224 escuelas afectadas por el sismo y 16 con daños mayores en toda la ciudad. Solo el Rébsamen colapsó. En estos otros lugares, las historias de milagros y heroísmo están a la orden.
“Ahora estamos con ganas de ayudar. Hay gente hasta de más”, relata a las carreras Sara Rángel, una docente de Ciudad de México quien, tras salir a salvo con sus estudiantes y pasar listado de familiares y amigos, se presentó como voluntaria al centro de acopio de la Delegación Cuauhtémoc, localidad de la capital.