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María Luisa Calle, medallista olímpica colombiana

La ciclista antioqueña relata su experiencia de Atenas-2004, cuando consiguió medalla de bronce para Colombia en la pista. Su fuerza y disciplina no claudica y espera correr en los Juegos Nacionales de 2019.

  • Esta es la María Luisa actual, con la medalla que recuperó, algo inédito en la historia olímpica. FOTO Jaime Pérez
    Esta es la María Luisa actual, con la medalla que recuperó, algo inédito en la historia olímpica. FOTO Jaime Pérez
  • La medallista olímpica y su gata Luna, dando muestras de su tranquilidad y ternura. Los animales la apasiona y cuida de ellos con esmero. FOTO Jaime Pérez
    La medallista olímpica y su gata Luna, dando muestras de su tranquilidad y ternura. Los animales la apasiona y cuida de ellos con esmero. FOTO Jaime Pérez
29 de mayo de 2016
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La única medalla que Colombia ha festejado dos veces en 84 años de historia olímpica, y que le costó más de un año de llanto a su artífice para recuperarla, está guardada como un tesoro en una casafinca de Envigado.

Allí, en ese apacible lugar, rodeado de verdes de todos los matices, con olor a pino, y viento frío, pasa la mayor parte María Luisa Calle, la rubia de ojos azules que en Atenas 2004 le dio al país la primera presea del ciclismo nacional en este certamen.

Abrazada a Luna, una gata criolla adoptada, la mujer evoca 12 años atrás cuando en menos de cuatro días vivió el cielo y el infierno al conquistar el bronce en la prueba por puntos y luego ser despojada de este por un supuesto dopaje que desvirtuaría, después de una lucha titánica de 14 meses, al demostrar su inocencia.

La tarde apenas comienza y el silencio se interrumpe esporádicamente por los ladridos de Pacha, una perra pug que la acompaña desde hace 15 años y que empieza a enceguecer.

Sentada en el comedor hecho en madera fuerte, como sus manos y piernas, igual que las puertas, ventanas y vigas de la construcción, María Luisa sonríe. Dice que a pesar de los golpes físicos y sicológicos recibidos en 24 años de carrera deportiva, los triunfos y el reconocimiento de la gente le generan felicidad.

Dos bicicletas (una más está en el gimnasio) sobresalen en el salón contiguo dotado con chimenea, cómodos sofás y un televisor grande en la que pasa sus horas de ocio. Y, claro, cuadros y decoración con caballos, su segunda pasión después del ciclismo. Si no fuera en este deporte le hubiera gustado ganarse la vida como jinete, pero como es muy alta para eso, amansándolos.

El día de la gloria
-En la víspera de la competencia tenía un dolor de cabeza horrible y me fui a ver correr a los hombres. Al día siguiente, por la mañana, me tomé la segunda pastilla (Neosaldina) y en la tarde corrí, relata mientras confiesa que no iba muy ilusionada.

Con la mirada en el horizonte repite que su prueba favorita siempre ha sido la persecución individual.

-José Julián (Velásquez) -mi entrenador- se muere por los puntos y me tocaba correr casi que por él, le obedecía.

Superada la migraña y sin saber que el medicamento que tomó se convertiría en una pesadilla, empezó fuerte. En la mitad de la competencia era líder, luego descendió al segundo lugar y terminó tercera, para asegurar un lugar en el podio.

-Yo veía brincando a Julián, y como me caí unas vueltas antes del final, me paré y él seguía celebrando. No me la creía. Nos abrazamos, lloramos, reímos...

Tras la hazaña ofreció la rueda de prensa más larga de su vida. Luego fue al control al dopaje, al festejo con los dirigentes y al reconocimiento con la delegación. La noche la sorprendió entre cientos de felicitaciones y al tercer día, cuando ya había ido a la playa y a conocer sitios turísticos de la exótica Atenas, a su regreso encontró descompuesto a su entrenador.

-Le dije, ¿qué pasó?

-Saliste positivo, me respondió.

-Que se abra la tierra y me trague, pensé. Yo que no veía la hora de regresar a Colombia a celebrar con la familia y esa noticia tan horrible, fue demasiado dura.

Era viernes y al día siguiente la citaron a una audiencia. Debía abandonar la Villa y le prohibían usar el uniforme.

El dolor de esta historia que la tuvo inconsolable tres meses seguidos, ya cicatrizó. Por eso levanta la frente y mientras juega con sus manos grandes y bronceadas por el sol, que contrastan con las uñas pintadas de color fucsia, continúa su relato, el de la resurrección, esa que limpió su nombre y su honra deportiva.

Dos veces tuvo que viajar a Suiza en su defensa ante el Comité Olímpico Internacional (COI) en compañía del abogado Andrés Charria y del médico Luis Eduardo Contreras.

De la primera salió pesimista. A la segunda asistió enferma, casi dormida y debió permanecer entre ocho y 10 horas.

-Los del COI me decían: a usted puede que le perdonemos, pero la medalla no la va a recuperar.

Final de la pesadilla
Dos años y dos meses después escuchó la buena nueva de boca de su papá, Luis Guillermo. Había regresado de entrenar (nunca abandonó la preparación) y él la estaba esperando en su casa de Medellín. “Están diciendo que te van a devolver la medalla”, le dijo.

Incrédula, llamó al abogado, quien le confirmó la decisión. Tenía 85 llamadas perdidas en su celular.

Todo fue una locura... A la ceremonia con el presidente Álvaro Uribe, el 13 de noviembre de 2005, en el Palacio de Nariño, en Bogotá, asistió con toda la familia.

-Fue como si me hubiera acabado de ganar otra vez la medalla, lo máximo, lo mejor. Demasiado bueno, emocionante, expresa la mujer de cabello iluminado, esta vez vestida de jean y camisa azules, chaleco negro y botas cortas cafés, mientras desempaca el bronce que guarda con el oro y la plata de los mundiales (modalidad del scratch).

La corona de olivo que le pusieron en Atenas se secó y no quedó nada, solo el recuerdo de un día de gloria.

Entre risas dice que la que le pusieron en Palacio, muy grande, tenía que sostenerla con las manos, como si se tratara de una reina.

-Eso queda grabado de por vida. En realidad somos muy pocos los colombianos que hemos ganado medallas olímpicas (17 deportistas).

Estricta y disciplinada, María Luisa continúa firme sobre la bicicleta, luego de participar en cuatro olimpiadas. Estuvo vinculada a un nuevo caso de dopaje en los pasados Juegos Panamericanos, pero declinó en su defensa al sentirse abandonada por los dirigentes, de quienes está decepcionada. La sanción la tendrá fuera de las competencias por tres años más. Le molesta que le pregunten cuándo dejará el ciclismo, pues quiere representar a Antioquia en los Juegos Nacionales de 2019.

Luna busca de nuevo los brazos de María Luisa, mientras Pacha ladra en la lejanía como implorando caricias. La rubia, delgada y alta, espera que llegue la hora para ir a una finca vecina a recoger sus caballos, Apache e Indiana, para llevarlos a su hogar, allí donde guarda lo más preciado, como es la medalla olímpica que le costó sudor, sacrificio y muchas lágrimas, pero que hoy le brinda orgullo y felicidad

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