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Sucedió hace varias semanas. Un grupo de amigos salió a celebrar y se reunió en un sitio cercano a la calle 9. En pleno festejo, una de las asistentes se levantó de su silla y vio dos ratas corriendo cerca. Hubo gritos, risas, gente que se levantó de su puesto. El administrador del sitio dio su opinión con tristeza: “es un problema para el que aún no hay una solución clara y que está creciendo”.
Las historias son variadas y ocurren en sectores y calles. Hace unos días alguien contó cómo no ha podido superar el trauma que le quedó después de ver saltar una rata dentro del baño del bar en el que estaba. En algunas calles de Provenza, hay personas que ya hablan sobre ellas con propiedad e incluso se escuchan frases como “hay una de ellas que se ve enferma”.
Uno de los operadores de la Flota Bernal, que trabaja en el sector del Barrio Colombia, dijo que esos animales han ingresado a su local: “es incómodo y toca calmar a los empleados cada vez que entran ahí o pasan cerca a sus taxis en el parque de El Poblado. Queremos saber si habrá una política clara de manejo, porque no se pueden erradicar con cualquier veneno, eso es un riesgo para las personas y otros animales”. La gente de la Defensa Civil dice que el problema lo enfrentan de la mejor forma con bomberos y el Departamento de Gestión de Riesgos.
Algunos arrendatarios de locales cerca al parque El Poblado afirman que el problema se está saliendo de control y creen que en parte se debe al manejo de basuras, ya que suele haber más desperdicios orgánicos de los que se pueden manejar y recoger. La falta de urbanidad de muchas personas, el número de visitantes que llegan a sectores como este o Laureles se suma a la ausencia de un plan estratégico. “Las Empresas Varias recogen las basuras dos veces por semana y a veces no es suficiente”. En casas de Laureles o El Poblado han cerrado con mallas de metal los bajantes de agua del techo para evitar el ingreso de ratas que se ven atraídas por restaurantes cercanos.
Alejandro Cartagena, profesor del Colegio Theodoro Hertzl, considera que hay que hacer una distinción entre las ratas de menor tamaño y los llamados marsupiales, comúnmente denominados “chuchas” o “zarigüeyas”. En el caso de las primeras, aclara que “sí representan un riesgo para la salud porque se alimentan de desechos, portan enfermedades y a veces han mordido personas”. En el caso de los segundos y de mayor tamaño en algunos casos, aclara que no son una plaga, tienen una labor dentro del ecosistema como transportar semillas o comer insectos. “Para algunos no son agradables a la vista y los confunden con ratas. Otros dicen quererlas. Ahora que la ciudad se expande hacia las montañas se ven más comúnmente cerca a los bosques. Por eso
es tan importante crear conciencia sobre ellos”.
Ciudades como Nueva York, París o Atlanta crearon campañas de educación y establecieron políticas para erradicar sus plagas. A esta Medellín que crece le llegó la hora de hacerlo si no quiere ver las ratas aumentar cada día y festejar en las calles y cocinas como sucede en la película Ratatouille.
