viernes
7 y 9
7 y 9
Con el objetivo de conservar las especies ante un diluvio para repoblar la tierra, se construyó en un relato bíblico el Arca de Noé. En Medellín el Zoológico Santa Fe cumple el mismo objetivo y acaba de reportar el nacimiento de una rana dorada, tres titís león y un mono capuchino.
Aunque la época de sequía se afianza, el diluvio para estas especies es el hombre, una amenaza continua para los animales. “Destruyen su hábitat, los utilizan como mascotas y los trafican por sus colores y su rareza. Además en muchos laboratorios del mundo, en el caso de la rana, por ejemplo, las cazan para realizar investigaciones con fines farmacológicos”, explicó Julio Restrepo, el biólogo del Santa Fe, evidenciando que la comparación humano, diluvio, no es tan equivocada.
A pesar de eso, el Zoológico cuenta con mecanismos de preservación que hoy hacen que la ciudad celebre la vida. Así, ahora, los visitantes podrán ver a los bebés primates, y los especialistas del Santa Fe podrán aprender más de los parámetros biológicos para la preservación de esas especies. La rana se mantendrá en el laboratorio.
Uno de los vertebrados más venenosos del mundo mide un centímetro y medio. Su tamaño, temprana edad, nació hace tres meses, y color rubio, hacen que su fama tóxica parezca mito. Sin embargo, la sentencia del biólogo, “puede matar a 10 individuos de una sola segregación”, hace que nadie quiera arriesgarse. En la naturaleza las apariencias también engañan.
Se trata de una rana dorada que nació en el Zoológico, también conocida por los indígenas emberá del Alto Baudó como ranas dardo porque son usadas para envenenar sus flechas al cazar. Su familia llegó al ser rescatada de tráfico ilegal. Aunque afuera el sol marcaba 33 grados, el clima húmedo de la selva chocoana se trasladó al laboratorio del Zoológico para que las ranas doradas se sintieran en casa e hicieran sus labores reproductivas. La temperatura y más de un año de esfuerzos científicos dieron como resultado la ranita que ya caza insectos sola y podrá ser vista por los visitantes más o menos en un año. “Cuando aseguremos que puede defenderse sola y mientras evaluamos la necesidad de una nueva reproducción”, contó el biólogo Julio Restrepo.
A pesar de que las ranas cuentan con pocos adeptos, son animales que ecológicamente son vitales para los ecosistemas porque “son controladores de insectos y plagas, sin ellos muchas plagas se propagarían, son bioindicadores, lo que significa que determinan la calidad de un ecosistema porque dependen exclusivamente del agua para su reproducción y donde ellos estén hay menos intervención del hábitat, además de que se han convertido en fuente de estudio para la medicina en la farmacología”, detalló el biólogo.
Una madre aparece haciendo muecas ante los visitantes. Aunque hay cinco monos adultos en el lugar, la madre llama la atención porque lleva en su panza un bebé, una réplica suya pequeña que ante sus movimiento desenfrenados se aferra con sus patas. Los demás integrantes del grupo juegan con piedras, hacen piruetas, saltan, corren, y se acercan curiosos a los intrusos, son los monos capuchinos, una de las especies que más se vende de forma ilegal.
El nuevo mono está próximo a cumplir dos meses, aún depende de su mamá que le da fruta, insectos y semillas. Sus muecas y su desbordada energía los hacen una de las especies más queridas por los visitantes del Santa Fe, y más vendidas, desafortunadamente en el mercado negro como animales de compañía.
Cada que se trafica uno de estos monos, el ecosistema pierde a un gran dispersor de semillas
Una madre aparece con dos micos pequeños en su lomo. Aunque el tamaño de la hembra no supera los 15 centímetros, los aproximadamente 5 que miden sus crías hacen que la mamá se vea imponente.
Detrás aparece otro primate de la misma especie, es el padre de una familia de titís pigmeo o enanos, los micos más pequeños de América que exhiben sus crías en el Zoológico Santa Fe.
Dos titís nacieron a finales del mes de noviembre, con escasos tres meses, dan vueltas pasando por toda su guarida de la que hacen parte árboles, palos, vegetación y un costal pequeño que se mese de cuna. En ella está otro bebé capuchino, uno más blanco que los demás que nació dos meses después de sus parientes, sin que ello le impida destreza en las ramas.
Camilo Ramírez es el cuidador de los primates. Su jornada empieza con el cuidado de la familia pigmeo, “porque como son los más pequeñitos”, expresó, y lo primero que hace es darles fruta, leche y grillos “que es lo que más les gusta, aunque no todos los días para que no se cansen de ellos”.
Según su cuidador, son una familia muy activa, la mamá ya les dio la confianza a sus pequeños para que despeguen y cuando uno de ellos intenta estar aislado ella emite sonidos como regañándolos.
“Los ayuda mucho a que aprendan, a mí ya me reconocen y son muy tranquilos porque saben que yo les traigo de comer”, explicó el cuidador, afirmando que aunque no les tienen nombres porque la idea es que no pierdan lo salvajes, sí se ha encariñado con la joven familia, que según la expectativa de vida pueden durar hasta 20 años.