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Donde hubo basuras resurge la vida y la esperanza. No es un basurero, es el Jardín Botánico.
En un rincón, el Vivero El Molino es un laboratorio de la vida donde especies de árboles y arbustos amenazados hallan la posibilidad de reproducirse para volver a poblar los campos.
Allí hubo un basurero. Reconociendo que ha sido obra de muchas personas, Wilson Villa Gallego muestra no solo el trabajo sino las joyas de la corona.
En el vivero hay unas 150 especies y 27.000 individuos. Muchos saldrán a darles vida a las montañas, otros a mejorar la pinta verde de carreteras y para la ciudad. Hay para la colección del Jardín y para la venta. “Árboles de 3.000 a 60.000 pesos”.
Muchos ocupan un espacio en el Libro Rojo de Plantas de Colombia. Hay un lugar para las magnoliáceas: de 32 endémicas, 29 están en peligro. De M. silvioi llevaron 100 individuos al Jardín Botánico de Bahía Solano.
Villa Gallego recorre el vivero y a cada paso señala una especie en propagación. “Estos son choibá”, árbol fino usado para madera. De él preparan el choibalate, una bebida.
Al vivero llegan semillas que traen los investigadores o adquiridas con comunidades. Según la especie el tratamiento es distinto. Este lo hace Juan José Montoya, Diego siembra, enumera Villa Gallego. Son 5 las personas que trabajan allí.
Pasa por el sapán, usado en pisos y explotado a la saciedad; muestra una ceiba de tierra fría y varias zamias, familia con más de 200 millones de años en estado vulnerable; y describe la importancia de la palma de Sasaima, Ceroxylon sasaimae, igual en peligro.
Están el nazareno, de madera apreciada, caoba, ébano y el recordado comino crespo: es de fácil reproducción, cuenta, pero no es fácil encontrar árboles bien formados.