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La historia de Medellín en árboles

Un plan para declarar el patrimonio cultural arbóreo avanza en la ciudad.

  •  FOTOS robinson Sáenz y edwin bustamante
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La historia de Medellín en árboles
21 de marzo de 2018
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Unos 199 años tiene el árbol más viejo de Medellín. Es una ceiba cuyas ramas dan algo de sombra en el mar de cemento que hoy es la avenida La Playa. Según Mauricio Jaramillo Vásquez, ingeniero forestal e investigador, fue traída desde el cañón del río Cauca por Gabriel Echeverri Escobar, uno de esos primeros “paisas pujantes” que tuvo negocios en la construcción y el comercio.

Se dice que fue sembrado junto con otra decena de ceibas y varias palmas de vino que se extendieron por toda la carrera Junín hasta la calle Girardot. Pero con los años desaparecieron y hoy queda ese único ejemplar, fuerte y saludable, en estrecho separador.

La misma suerte corrió un gualanday sembrado hace 147 años. A su alrededor había otros 12 ejemplares similares que estaban alternados, a lado y lado de la vía, con guayacanes rosados y amarillos. La zona se conocía como el paseo Buenos Aires e iba desde la carrera 39 hasta la 41.

“Esos árboles vieron llegar y marcharse al primer tranvía de Medellín, pero solo uno resistió para ver el nuevo tranvía”, dice Jaramillo.

Buscando el patrimonio

¿Cuántos árboles cargados de historia hay en Medellín?

Esa fue la pregunta que se planteó un equipo de ingenieros y biólogos liderados por Lucenit Solano, funcionaria de la Secretaría de Medio Ambiente. Ellos tienen la misión de identificar, catalogar, evaluar e inventariar los árboles de Medellín para lograr el sueño de declararlos patrimonio cultural arbóreo de la ciudad.

“No se trata solo de los más grandes o exóticos. El valor patrimonial lo da la gente, la memoria, la historia. Puede ser un chamizo, pero si alrededor se creó un barrio, tenemos un elemento de valor”, cuenta.

El proyecto empezó con 252 árboles en 2016, y para la fecha ya se han identificado 606. La meta es que entre 2018 y 2019 esté listo el decreto que los consolida como bienes de interés cultural.

Solano explica que los árboles se clasifican según cuatro valores: histórico, paisajístico, simbólico o ecológico. “Un árbol puede tener uno o varios valores. Y para identificarlo consultamos desde contratos de siembra de 1912, hasta revistas, periódicos y los testimonios de 700 adultos mayores de los barrios”, dijo.

La figura de patrimonio, detalla, permitirá que los árboles estén blindados ante amenazas como la tala, pero también que la ciudad tenga otros elementos para mostrar. “Lo que más impresiona a los extranjeros de Medellín es su verde. ¿Se imagina una ruta turística con estos árboles y la historia de la ciudad?”, señala Solano.

Gualanday, Tranvía Ayacucho (1865 - 1875)

La historia de Medellín en árboles

Una de las postales antiguas de Medellín tiene a la calle Ayacucho como protagonista. Allí, en medio de un par de casas campesinas, se ve un “túnel verde” de gualandayes y guayacanes rosados.

De todos ellos solo queda este individuo, que sobrevive dándole sombra a una de las catenarias del nuevo tranvía de Ayacucho, el segundo que ve en su vida (el primero llegó en 1921 y se fue 30 años después).

A su lado hay almacenes y edificios, mucho cemento y poco verde. “Muchos proyectos constructivos han pretendido talar el árbol, porque además es el único de la calle. Pero ese árbol llegó primero que todos, tenemos que cuidarlo”, dice Mauricio Jaramillo, investigador.

Y aunque al lado del gualanday hay una placa donde dice que el árbol fue sembrado entre 1865 y 1875, pocos vecinos lo miran. “Hasta ahora me entero que era tan viejo”, dice José Restrepo.

Algarrobo, barrio San Pablo (1890)

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Justo al lado del zoológico Santa Fe hay un algarrobo que hoy se apoya en “muletas” de metal. Mauricio

Jaramillo cuenta que el algarrobo perteneció, a finales del siglo XIX, a una finca de maíz y algodón. Rafael Ramírez, dueño de la droguería San Pablo, recuerda que de niño esa finca tenía un lago, animales y el árbol grande. Él lo veía cada fin de semana cuando iba de La América al hipódromo San Fernando (cerca a la estación Ayurá). Luego la finca se dividió y nació el barrio. “De allí salieron algunos sicarios que pusieron una virgen y le prendían velas incluso dentro de la madera, porque decían que era milagrosa”, agregó Jaramillo. Lucenit Solano reconoció que esta fue una de las recuperaciones más difíciles. “Hicimos concertación con la comunidad para sacar la virgen, que hoy está al lado. Aunque el árbol estaba listo para talar logramos salvarlo y ya es un emblema”.

Piñón de oreja, Robledo (1875 - 1880)

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En la loma que lleva al parque de Robledo, en toda la curva, un piñón de oreja le da sombra a los vecinos. En la salsamentaria Buser, Raúl Restrepo -que vive hace 30 años en el barrio- recuerda a “Bandido”, uno de los hombres que participó en la construcción de la que fuera la fonda más antigua de Medellín. “Él vivió más de 100 años, no me acuerdo cómo se llamaba. Pero nos decía que cuando llegó a poner el techo de El Jordán, el árbol ya llevaba 15 años ahí”, dijo.

Con el declive de la fonda, el árbol también cayó en desgracia: cada semana había por lo menos un carro estrellado contra su tronco y los vecinos lo cogieron de basurero. Hace unos 6 años lo rescataron: la Alcaldía le instaló unas “muletas” metálicas para prevenir su inclinación, se hizo una limpieza de la zona y Eugenia Pérez, vecina, se comprometió a sembrar flores y otras plantas cerca. Su hija Adriana dice que el árbol fue adoptado.

Ceiba, plazuela San Ignacio (1890)

La historia de Medellín en árboles

La plazuela San Ignacio es -junto con el parque de Bolívar- la zona de Medellín que conserva los árboles con más historia de la ciudad.

Hay dos ceibas a cada lado de la plazoleta, dos palmas reales al frente de las naves laterales de la iglesia, un guayacán amarillo y un piñón de oreja, junto a árboles jóvenes. El ingeniero Mauricio Jaramillo asegura -con base en sus investigaciones- que los árboles fueron plantados por religiosos cuando pudieron volver a la plazoleta, pues durante varios años fue tomada por José María Córdova como trinchera. “Uno de los mitos que hay alrededor de estos árboles es que la ceiba que da a Ayacucho (plantada en 1890) fue usada como paredón de fusilamiento”, dijo. Por eso un grupo de ingenieros forestales le propuso a la Universidad Nacional usar tecnología disponible para escanear el árbol y determinar si hay perdigones en su tronco.

Carbonero, parque de Bolívar (1960)

La historia de Medellín en árboles

Aunque no tiene centenares de años, este árbol es un tesoro para Medellín por varias razones. La primera es su origen: “a diferencia de los otros árboles, este es propio del Aburrá. No fue traído ni del Cauca ni de Jamaica (como la Palma de vino)”, cuenta el forestal Mauricio Jaramillo.

La otra razón es que su reproducción es muy difícil y, según los cálculos de la Secretaría de Medio Ambiente, en la ciudad quedan menos de 20 individuos como este.

Por eso, a pesar de su corto tamaño, es uno de los más cuidados en el parque de Bolívar, donde crece a la sombra de grandes palmeras, zapotes y árboles de caucho, que hoy son hogar de ardillas y loras.

Lucenit Solano, de la Alcaldía, reveló que en la ciudad se han hecho varios intentos de propagar el árbol, pero pocos han culminado con éxito.

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